Comprar una pieza de arte: pintura, escultura, arte objeto, puede convertirse en algo más que adquirir un objeto.

Quizá lo más accesible, en cuanto a disponibilidad, manejo o exhibición, sea la pintura. En principio lo que nos motiva a comprar es algo muy básico: nos gusta o no nos gusta, esto es una cuestión de simple estética, si miramos un poco más allá podríamos darnos cuenta si eso que nos gusta se acerca más a una obra de arte, digamos, conservadora como puede ser la pintura realista del siglo XIX de Millet o Coubert o el arte de paisajes tipo Von Guerard, o si lo que nos atrae se acerca a un tipo de arte moderno, desde el impresionismo de Monet hasta el expresionismo abstracto de artistas como Jackson Pollock. Todos los estilos tienen, sin duda, su mérito, pero no todos nos inspiran el deseo de abrir la cartera para ir de compras.

Una vez teniendo claro esto lo siguiente sería que tanto queremos invertir, básicamente existen dos caminos: comprar obra de autores emergentes que aunque relativamente barata tiene la posibilidad de una revalorización a futuro, o comprarle a los autores reconocidos a un precio mucho mayor pero con la seguridad de que la inversión no será malgastada. Pero entre el riesgo de lo nuevo y la aparente seguridad de lo ya establecido existe también un camino medio como puede ser el adquirir obra de artistas noveles que estén despuntando en sus respectivas categorías. Para esto definitivamente hay sumergirse un poco más en el mundo del arte moderno.

Pero, en este punto cabe tomar en cuenta también al arte digital; el artista más caro vivo es Beeple con un collage digital de imágenes que vendió en 69 millones de dólares, superando a Koons y a Hoockney, famosos artistas contemporáneos.

Si queremos tomarnos muy en serio la tarea de comprar arte habría que invertir, más que dinero, tiempo para irnos haciendo buen ojo y pasar a niveles donde no solo importa lo estético, el nombre o una tendencia, sino donde entran cuestiones más importantes como puede ser la originalidad, la técnica, el concepto y la proyección de una obra, para no dejarlo solo en una inversión elitista, sino en un objeto que sea rico también en sí mismo. Los NFT y el arte digital están pisando fuerte y, como ya henos mencionado aquí en otras ocasiones, cada vez más artistas están migrando; aun así, sigue siendo todavía un mercado muy especulativo.

Hace un par de años, el óleo “Desnudo, hojas verdes y busto” del pintor malagueño Pablo Picasso rompió récord de ventas para una obra de arte en una subasta en Nueva York al ser vendido en 106 millones de dólares, una cifra escandalosa. Quizá el tener un Picasso en casa sea para muchos una excusa para presumir, y otra vez parece que tenemos que irnos a costumbrando a que la galería de aquello que adquiramos dejará de estar en nuestros muros y habrá que abrir el iPad para presumir las nuevas adquisiciones.

herles@herles.mx

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