Es imposible dejar de hablar del tema que hoy, lamentablemente, ocupa los espacios informativos más importantes de nuestro país: el comportamiento de la terrible pandemia del Covid-19 y sus consecuencias. Están claros los resultados negativos en materia de salud, mismos que hoy son contundentes, y qué hablar de la economía mundial, en donde los efectos han sido graves; sin embargo, ahora resulta prioritario atender de forma urgente la necesidad y la conducta social, y no solamente concentrarnos en temas específicamente de salud pública.
Tanto el gobierno federal, como los gobiernos locales, han sido claros en informar que existe un límite para la atención hospitalaria de aquellos enfermos por coronavirus. Toda capacidad tiene un límite, y la hospitalaria no es ni sera una excepción.
En días pasados se polemizó con una reacción social muy delicada. Un documento que presumía ser la “Guía Bioética de Asignación de Recursos de Medicina”, sugería que, ante la falta del equipo necesario, los médicos tratantes podían ser selectivos a la hora de atender a uno u otro enfermo en estado grave; es decir, prácticamente tenían en sus manos la decisión de quién vivía o moría. La reacción social en contra, provocó que dicha propuesta no prosperara. Nuestro pueblo demostró un rotundo respeto por los derechos fundamentales humanitarios.
Sin embargo, la saturación hospitalaria es una realidad; las propias autoridades han informado de personas enfermas que han muerto en sus hogares. Al hablar de personas infectadas por este virus que requieren cuidados médicos, sin que necesariamente se encuentren en estado grave, es elemental que sean atendidos oportunamente, porque esto evitaría que, ante la falta de atención, se tengan desenlaces fatales.
¿Cómo se comporta la enfermedad una vez adquirida? Aún no se hace público, pues esta información solamente ha estado al alcance del personal médico que atendió a más de un millar de personas que ya fallecieron a consecuencia de esa pandemia. Por ello, la importancia de atender a todos aquellos enfermos que, una vez que presenten los primeros síntomas, tengan la posibilidad de recibir la atención y los cuidados médicos suficientes, para evitar llegar a un estado de mayor gravedad.
En fin, son muchas las preguntas sin respuesta que aún continúan en el aire, y es natural, porque apenas estamos adquiriendo la experiencia para el tratamiento del Covid-19; pero hoy, parece que tendría que atenderse de forma mucho más persistente y eficaz, la problemática social que ya empieza a generarse, mostrando en diferentes comunidades lo peor de algunos seres humanos. Sin importar la causa, ya sea por impotencia, temor o ignorancia, observamos cómo se impide el acceso a hospitales de personas enfermas, o se agrede al personal médico por el simple hecho de portar un uniforme.
La discriminación no se puede tolerar de ninguna forma, por eso es urgente una estrategia que evite a toda costa el cada vez más evidente resentimiento social.
Diputado federal