Héctor Serrano

¡Que nos devuelvan a Evo!

18/11/2019 |08:18
Redacción El Universal
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¡Que nos devuelvan a Evo! Es lo que muchos pedimos.

El indígena comprometido con su pueblo, ese que innegablemente logró un crecimiento en la economía de su país y lo colocó en pleno desarrollo. Aquel hombre de tez morena que en todo momento acreditaba y demostraba el amor por su patria, congruente con sus acciones. El presidente Evo Morales quien ganó el respeto de propios y extraños cuando buscó justicia social para los más desposeídos.

Que nos devuelvan al Evo Morales quien fue reconocido por las izquierdas del mundo y quien logró ser ejemplo de que el color de piel y el origen jamás serán limitantes para lograr cualquier objetivo en la vida.

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Y cómo no habremos de extrañar a ese Evo, si su historia de origen es similar a la del mayor presidente de México, Benito Juárez García. Hombre de origen indígena que surgió de la pobreza para gobernar México. Hoy, sólo eso los hace similares.

Ahora parece que Evo no es el mismo, se escucha incongruente, poco sincero, y se le ve como promotor del consistente conflicto en Bolivia que, según él, quiso evitar, y por el cual presentó su renuncia al cargo de primer mandatario de ese país.

Es lamentable observar cómo Evo Morales, fuera de su patria y en calidad de “refugiado político”, dice que el embate sostenido contra él es precisamente por su origen.

Ese ya trillado discurso que ha venido usando desde que llegó a nuestro país, y que resulta incomprensible cuando argumenta que, por ser indígena, no quieren su continuidad en el cargo como presidente en Bolivia. Es incomprensible cuando ese discurso, en otro tiempo, le redituó bondades políticas y parecía lograba el efecto inverso.

Él destacaba su origen y se decía orgulloso del mismo; ¡claro en su patria!, en donde más del 62 por ciento de su población tiene el mismo origen de Evo, aunque resulta obvio que no con la misma fortuna en su historia de vida.

¡Que nos devuelvan a Evo!

Al hombre de tez morena, que asumió el poder en el 2006 en un proceso democrático. Democracia que hoy parece estar en el olvido, fuera de su memoria, y que valdría la pena recordarle que la lucha por la democracia ha sido la lucha más consistente de todos los pueblos.

Escucharlo decir que tiene que dar continuidad a lo que empezó hace más de 13 años, erigiéndose por encima de Bolivia, como único hombre capaz de lograrlo, solo muestra a un Evo Morales soberbio, a un ex presidente que parece nunca logró consolidar la verdadera fortaleza de toda nación, sus instituciones.

Si más del 62 por ciento de su país, en su población cuenta con hombres y mujeres como él, entonces por qué no dejar que fluyan las posibilidades para que otro hombre o mujer indígena de continuidad al crecimiento de Bolivia.

La ideología marca un estilo o forma de vida, y la de Evo, por lo que se ha mostrado, no correspondía a la de la mayoría de sus compatriotas.

El conflicto en Bolivia no es consecuencia de su origen, es porque la sociedad internacional observó una conducta inapropiada, incorrecta e ilegal en el pasado proceso electoral en el que Evo pretendía reelegirse por cuarta ocasión para ocupar el cargo de presidente.

Qué lamentable que, teniendo la oportunidad de trascender en la historia de la humanidad como un hombre capaz de anteponer el interés de su patria al ejercicio del poder; hoy, por lo menos en muchos que creían en él, ha sembrado la razonable duda sobre su actuar.

De refilón

Qué lamentable observar cómo unos cuantos embozados, de forma artera, atacaron la máxima casa de estudios de nuestro país, nuestra querida Universidad Nacional Autónoma de México.

Los autodenominados “anarquistas” no solo deshonraron a la comunidad universitaria, más grave aún, deshonraron al pueblo de México cuando quemaron y pisotearon nuestro lábaro patrio.

Repudio absoluto a quienes atentaron así contra el mayor símbolo de México. Y gracias, al joven universitario, quien abrazó a nuestra enseña nacional lastimada y demostró su amor por México, ya que los valores nacionalistas y patrióticos son los pilares que fortalecen a toda una nación. Lo primero es sentir y demostrar el amor por la patria.