Ante la dinámica que se vive en la Cámara de Diputados Federal, tanto actores políticos como líderes de opinión dicen estar sorprendidos por algunos hechos tan relevantes y novedosos como que el Partido del Trabajo (PT) busque presidir la Mesa Directiva del Tercer y último año de la LXIV Legislatura.
Hace algunos años escuché de un importante político lo siguiente: “Prepárese para que lo inédito sea lo común y lo común se convierta en inédito”; y es que, durante décadas, algunos partidos políticos estuvieron acostumbrados, como consecuencia de su posición electoral, a tener el control gubernamental y el legislativo.
Hoy, es comprensible que para el PRI resulte verdaderamente difícil y casi inaceptable, que un partido como el PT, auténtico de la izquierda mexicana, tenga el derecho de ocupar la posición que le correspondería al presidir la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados. Durante muchas décadas, actores de la izquierda mexicana vivieron el yugo del presidencialismo en su máxima expresión, que a través del PRI se ejercía hacia los partidos de oposición; el PT no fue la excepción.
¿Por qué es tan relevante esta posición? La respuesta es sencilla, la o el Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados es la máxima autoridad y el máximo representante del poder legislativo y será quien cuente con toda la atención nacional en un órgano tan relevante como lo es la Cámara de Diputados en un año que estará lleno de conflictos políticos y de tipo electoral.
En la Cámara de Diputados se encuentran los representantes del pueblo y la voluntad del pueblo hizo llegar al PT con 61 diputados, de los cuales 54 fueron por elección directa y 7 por representación proporcional, y en el caso del PRI todo lo contrario, 9 lograron ocupar una curul a través del voto directo y 37, a través de la vía plurinominal. Es decir, el PT, de forma natural, se erigió como la tercera fuerza en la Cámara de Diputados.
En repetidas ocasiones ya he referido que todo aquel que se diga de izquierda, tiene la obligación moral y efectiva de acompañar al primer Presidente de la República que emana de la izquierda mexicana. El PT ha acreditado a cabalidad ese compromiso y jamás sucumbió a las lisonjas y bondades que regímenes anteriores le presentaron para su cooptación.
El Presidente Andrés Manuel López Obrador ha sido enfático en definir que, al tiempo, solo se vislumbra la lucha política entre liberales y conservadores. Ha llegado el tiempo de tomar una definición.
En la arena política de nuestro país parece que está claro quiénes se han colocado en un extremo y en otro. Morena como partido político encabeza la lucha de los liberales, acompañado del PT como su más cercano aliado, el PES y el Partido Verde Ecologista de México y, en la oposición, se han agrupado Acción Nacional, el PRD, Movimiento Ciudadano y ahora estaría por verse si el PRI se suma a ese bloque encabezado por un partido conservador. Lo que si debiera estar claro para cada fuerza es quiénes son sus aliados y tratarlos como tales; sin la soberbia que caracteriza a aquel que solo ve para su propio interés y actúa con mezquindad, dejando a un lado el verdadero interés en la lucha política ideológica.
Si algunos con ingenuidad piensan que la bancada del PRI asumirá una posición sutil y de sometimiento como consecuencia de los escándalos políticos por venir, están equivocados; el PRI cuenta con actores que por sí solos tienen una vida política hecha y lo que habrán de defender a cabalidad son las siglas del instituto político al que pertenecen.
Estamos próximos a ver, quién cuenta con el suficiente olfato político que garantice al Presidente López Obrador que sus propuestas legislativas transcurran de forma efectiva “sin las negociaciones”, muchas veces costosas e innecesarias.
Diputado federal