Hoy, como nunca, la política mexicana alcanzó uno de sus peores niveles por la decadencia en que se encuentra; la denostación se ha enquistado como un mecanismo efectivo para lograr el desprestigio de cientos o, tal vez, miles de políticos, y las versiones construidas o verdades a medias son la constante en la actividad política nacional.

La actitud asumida por quienes pertenecen a la clase política ha provocado la notoria división dentro de la sociedad mexicana, por lo que es común observar la confrontación de ésta en redes sociales. La división, la discriminación y el odio entre compatriotas se agudizan cada vez más, y los códigos que daban equilibrio a la actividad política, hoy, simplemente quedan en el recuerdo.

Quien decide participar en la política debe estar dispuesto a tolerar y soportar infundios y entender que la confrontación es el camino para alcanzar los objetivos que se pretenden. Atrás quedó la lucha ideológica, el debate, la capacidad argumentativa y todos aquellos conceptos que, aun en los peores momentos, permitían dignificar a la clase política mexicana, la cual, cada día, va incrementando su descrédito y no existe duda de que pertenecer a ella genera un desprestigio, esa es la impresión que la sociedad en su conjunto tiene. Cada vez que un político confronta a otro con bajeza, es como escupir al cielo, tarde o temprano le caerá en la cara.

Tal vez la sociedad no lo crea, pero efectivamente existían políticos a quienes la propia sociedad reconocía como decentes. La palabra decencia hoy no se aplica a ninguno, ya que prácticamente el total de los políticos con presencia tiene en su contra acusaciones diversas, que pueden ser ciertas o no, pero que la sociedad cree por el simple hecho de pertenecer a un grupo o partido político específico. La verdad es que cualquiera que pertenezca a la clase política ya cuenta en su haber con que en alguna etapa de su vida le fue impuesto un descrédito, aunque muchos le pueden apostar a la pérdida de memoria social.

Hoy, las lecciones para hacer política ya no se sostienen sobre preceptos morales o éticos. El honor, la vergüenza, el temor al descrédito fueron sustituidos por prácticas que asumieron quienes de forma provisional ostentan el poder como la estigmatización y repetir una mentira cien veces para que se convierta en verdad, y está claro que en muchos casos alcanzarán sus objetivos. Pero, si la decadencia ya se encuentra en la clase política y la clase política es la que gobierna, habría que pensar en la responsabilidad que se tiene y evitar que esa decadencia alcance a la sociedad en su conjunto.

Es lamentable que hoy exista una estadística de viles y arteros asesinatos contra candidatos y actores políticos y sociales que buscan participar en los procesos democráticos. Tan solo desde el 7 de septiembre del 2020, fecha en que inició el proceso electoral, hasta ayer, se han registrado 233 agresiones contra políticos, que han dejado 62 víctimas mortales.

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