Nunca una risa en una cancha de futbol había provocado tal cantidad de contenido en los medios, el motivo, Oribe sonriendo y charlando después de la derrota de Chivas en el clásico de clásicos. Partido ideal para demostrar una mejora esperada, que los refuerzos confirmaran su valía, y que su “odiado” rival no se despegara y cayeran en la zona baja del repechaje, ahora por debajo de Pachuca, Tigres y Monterrey.
Al día de hoy, con un clima social de división, de poca tolerancia, de angustia por la pandemia, la cual ha provocado problemas de salud y económicos para todos, donde necesitamos una
sonrisa, un abrazo, un diálogo empático, paradójicamente se produce un tsunami mediático a raíz de la actitud sonriente de Peralta; hay opiniones que lo defienden, otros lo critican.
Es un hecho que nadie quiere que terminen a golpes, primero es el fairplay y saber gestionar la derrota, un apretón de manos es suficiente. Al que verdaderamente le duele este resultado es al aficionado de Chivas, dolor que se acrecienta por los gestos relajados del Cepillo; esto le provoca enojo, frustración y decepción al no tener empatía sus sentimientos con los que evidenciaba el jugador.
Tampoco queremos extremar lo sucedido, es una opinión personal, habiendo tenido la oportunidad como directivo de vibrar, enamorarme y entender la pasión con la que vive el aficionado este tipo de partidos. Desafortunadamente, para Peralta la sonrisa fue en el lugar equivocado a la hora equivocada, wrong place, wrong time, sólo unos metros (túnel, vestidores) lo separaban de una plática privada y no pública, que fue lo que despertó la molestia justificada de la afición y gran parte de los medios.
Mientras no entendamos que la piedra angular de este deporte-negocio es el aficionado, no podremos crecer con la velocidad y calidad deseadas. Todos los involucrados en el futbol deben tener al aficionado dentro de sus objetivos principales, para que éstos puedan satisfacer sus necesidades y experiencia; es quien paga el boleto, consume en el estadio los esquilmos que le ofrecen, compra la playera del equipo, se suscribe a la TV de paga para poder disfrutar los partidos y que ésta pueda tener contenido para comercializar el tiempo, adquiere su diario favorito para estar enterado, sigue a su equipo en programas, en redes o en una app y consume seguramente varios de los productos que los patrocinadores promueven en el estadio.
Como se puede ver, la afición es el target de todos los que intervienen para que pueda rodar el balón, y por lo tanto, hay que respetarla, cuidarla, consentirla, identificarnos con ella, estar atentos a la evolución de sus demandas para que tenga un espectáculo sobresaliente, generador de emociones y sana convivencia. Los principales actores son los jugadores, que por su talento y trabajo son los protagonistas de este deporte y deben tener muy claros sus derechos y obligaciones, y dentro de estas últimas está saber y entender que en la tribuna hay miles de personas gritando, disfrutando y sufriendo por ellos y que a ellos se deben.
Por eso es importante inculcar a los ahora jugadores de cantera ese amor, identidad, arraigo, así como defender y honrar deportivamente esa playera que deben traer tatuada en el alma.