Estamos en semifinales, tres de los cuatro equipos de mayor convocatoria a nivel nacional están por merecimientos en esta instancia. Faltaron las Águilas, que dolorosamente pierden con su archirrival, las Chivas , que —como mencionábamos en la columna anterior— han encontrado un mejor accionar, más solidaridad, teniendo al Chicote de su Capocannoniere, siendo el verdugo de los de Coapa.
Hoy, Chivas —con este resultado— cambió totalmente las opiniones negativas que había hace dos semanas, por aplausos y elogios. Eliminar al América cambió todo. No hay que negar que es un equipo con menor exigencia y presión por parte de su afición y de algunos medios, situación inversamente proporcional a su historia. Tenían cinco torneos sin clasificar a la Liguilla; este torneo fue mediocre, los refuerzos no estaban respondiendo, múltiples indisciplinas, castigos. Hoy, se reconoce que la mano de Víctor está apareciendo, convenciendo a los jugadores y llevándolos a su mejor nivel, regresándoles con esta victoria la confianza perdida, la cual nubla todo lo anterior.
Al otro extremo del Rebaño está la fuerte exigencia, mandato y reclamo de buenos resultados que tienen América, Tigres y Monterrey, ejercidos por todo el gremio. Estos tres equipos han ganado varios torneos, han estado en prácticamente todas las Liguillas y, sin embargo, están conscientes de su protagonismo, compromiso y responsabilidad, lo saben gestionar, tienen respuestas estratégicas para virar el timón, son mesurados cuando entregan buenas cuentas y reconocen el fracaso cuando no se consigue el objetivo. Ahora les queda Concacaf a dos.
Hoy, la retórica es la prisa por los resultados, el “resultadismo” es lo que importa, es el factor que rompe el equilibrio entre las críticas y la adulación; impide el análisis profundo, se olvidan las formas y —sobre todo— los procesos, los cuales son los que marcan la certidumbre del futuro, la viabilidad del proyecto, la consistencia de resultados y la continuidad de sus componentes.
Lo importante en el equipo es que la ambición, el hambre de triunfo y la complicidad de los integrantes, siempre deben estar intactos, a pesar de los fracasos. Son tiempos de replantear, planear, reforzar y reestructurar, establecer los planes de acción para lograr los objetivos, siempre ambiciosos, siendo el campeonato lo que dará satisfacción (¿merezco lo conseguido?), pero éste se logra con un proyecto estable y profesional.
En instituciones serias, deben estar totalmente abiertos al cambio, a la autocrítica, sin pretextos, a la mejora continua, enfrentar los retos y esculpir el proceso cada torneo para conseguir lo deseado.
“Cuando el proceso es más importante que el resultado, es posible repetir el resultado”.
León es el favorito por su excelente futbol, gran dirección, domina perfecto su sistema, conoce los tiempos de reconversión, tiene intensidad, cambios de ritmo, sabe tener la pelota o cambia a transiciones rápidas cuando así lo requieren y realizan la lectura de partido de una forma sobresaliente.
Cruz Azul es otro equipo, ahora logra los resultados. El conjunto tiene oficio, manejo de partido; contra Tigres, dio cátedra de saber defender, pero —cuando lo necesita— sabe atacar y, algo muy importante, sabe cómo ganar.
¡VAMOS RAÚL!