El presidente López Obrador reveló ayer que quiso advertir que el huracán Otis “venía cañón”, pero que tomó la decisión de no hacerlo:
“Con esto basta”, dijo.
Se refería al mensaje enviado vía X a las 8:15 de la noche del 24 de octubre, en el que anunció que un huracán categoría 5 iba a entrar entre Acapulco y Tecpan de Galeana de las 4 a las 6 de la mañana. El mensaje en el que escribió:
“Acepten trasladarse a refugios, mantenerse en lugares seguros, alejados de ríos, arroyos, barrancas, y estén alertas, sin confiarse”.
Desde las 5 de la mañana de ese día, el Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos había lanzado la alerta de que Otis iba a convertirse en huracán.
A las 3 de la tarde, el CNH informó que el meteoro había pasado a la categoría 3 y se hallaba a 60 kilómetros de Acapulco. A las 4:10 un nuevo mensaje informó que el huracán era ahora de categoría 4 y sería “peligroso” al impactar la costa.
A las 6 de la tarde la alerta era clara: se esperaba que Otis alcanzara la categoría 5, de máximo poder destructor, a las 12 de la noche.
Más de 15 horas después, López Obrador decidió informar a la población de Tecpan y Acapulco de lo que se les venía encima. Lo hizo en forma de un “atento aviso” que no daba cabal cuenta de la magnitud del monstruo que en unas horas destrozó el 90% de Acapulco.
En su “mañanera” de ayer, López Obrador confesó que supo de la gravedad de Otis desde antes de las 6 de la tarde:
“Recibí el reporte de las 6, luego otro reporte de esos aviones cazahuracanes, hablando de que se iba a intensificar”.
Hay que insistir en que el reporte de las 6 al que se refiere el presidente fue el que advirtió que el huracán iba a alcanzar la máxima intensidad.
López Obrador confesó que cuando estaba escribiendo su mensaje pensó “en decirlo más fuerte: o sea, ‘viene cañón’, algo así, pero dije: ‘No, con esto basta’”.
Creyó que con un mezquino número de caracteres escritos dos horas después de recibir el reporte que anunciaba la inmensidad de la catástrofe, bastaba para enterar a la totalidad de la población de la Costa Grande de Guerrero de lo que iba a ocurrir. ¿Cuántos de ellos contarían con redes sociales?
Víctima de sus contradicciones habituales, y para probar, según él, que en aquella fecha trágica su gobierno hizo “todo lo que pudo”, pidió a su vocero que colocara el tuit en la pantalla “porque a lo mejor” tampoco se sabía que había escrito el tuit.
Otis es el mayor desastre en la historia de Acapulco. El reporte de su peligrosidad había sido lanzado al menos dos horas antes de que el presidente minimizara el riesgo y decidiera no avisar que el huracán “venía cañón”.
En enero de 2019, 138 personas murieron a consecuencia de la explosión de un ducto en Tlahuelilpan, Hidalgo.
La Secretaría de la Defensa detectó una fuga de combustible a las 14:30 horas. Según declaró el propio general secretario, Luis Cresencio Sandoval, una hora y 15 minutos más tarde la población se había aglomerado alrededor del ducto, para llenar bidones.
En poco tiempo había ahí entre 600 y 800 personas. En algún momento, la salida de combustible alcanzó 6 o 7 metros de altura.
Llegó una base de operaciones del ejército formada por 25 elementos que intentaron “persuadir” a la gente para que se retirara. Como no lo lograron, pidieron refuerzos. Llegaron dos bases de operaciones más. Pero la gente no se “persuadió”.
El flujo de combustible se mantuvo constante a lo largo de cuatro horas. Los militares, relató el general secretario, “se hicieron a un costado”.
No fue sino hasta las 18:20 cuando se adoptó la decisión de cerrar las válvulas del ducto.
32 minutos después ocurrió la explosión.
De ese modo comenzó el sexenio de Andrés Manuel López Obrador.
El presidente calificó la actuación de los militares como “correcta” y “oportuna”. “En el caso de que se hubiese pedido auxilio no se hubiese logrado mucho”, dijo.
138 personas murieron quemadas.
Fue el principio de un sexenio en donde toda omisión iba a ser justificada: un sexenio donde 800 mil murieron durante una de las gestiones del Covid más trágicas del mundo: un sexenio que termina donde forzosamente tenía que terminar: con la sonrisa satisfecha del deber cumplido y la declaración, probada con un tuit, de que “se hizo todo lo que se pudo”.
Con la declaración de “no fueron tantos los muertos”, de que “no nos fue tan mal”, porque “el pueblo de México está bendito”.
Todo lo demás es politiquería y ardor de los malquerientes.