Desde los tiempos en que El Chapo Guzmán no era aún El Chapo Guzmán que el mundo conoció, una familia tiene en las manos el control de las actividades criminales en Sonora.

El tráfico de drogas ―especialmente de fentanilo, hacia los Estados Unidos. El tráfico y la trata de personas. El robo a las minas y a los trenes de carga. La extracción de huachicol. La extorsión y el secuestro de ganaderos, comerciantes, mineros y empresarios.

El despojo de terrenos turísticos, industriales y agrícolas. El cobro de cuotas en los empaques de frutas y legumbres. El asedio a los distritos de riego y los campos pesqueros.

El control de los ayuntamientos, la selección de candidatos y la imposición de secretarios, regidores, tesoreros y jefes de policía. La ejecución de agentes estatales y municipales. Las desapariciones forzadas, no solo de integrantes de organizaciones rivales, sino también de ciudadanos que se niegan a plegarse a sus designios.

El dominio de ciudades enteras mediante las ejecuciones, la tortura, el descuartizamiento y la siembra del terror.

Sonora cerró 2022 con un desastre de violencia e inseguridad que metió de lleno a varias de sus ciudades en el top de las más violentas de México. En Guaymas los homicidios crecieron 52% en relación con 2021.

En San Luis Río Colorado crecieron 41%. En Caborca, 25%.

Cajeme cerró el año como la ciudad más violenta del estado. Hermosillo y Nogales fueron incluidas entre los 50 lugares más peligrosos de México.

El grupo criminal conocido como Los Salazar, brazo ejecutor del Cártel de Sinaloa, inició actividades delictivas en Chihuahua y Sonora a lo largo de los años 80, de la mano del jefe del clan: Adán Salazar, conocido como don Adán ―quien se encuentra recluido en un penal de máxima seguridad desde 2011 y es reclamado por el gobierno de Estados Unidos por más de 800 cargos relacionados con posesión y distribución de droga.

A lo largo de una década, don Adán y su hijo, Alfredo Salazar Ramírez, El Muñeco, han dirigido al grupo criminal de la cárcel, a través de mensajes enviados por abogados y visitas familiares.

La operación de la organización delictiva está en manos de familiares: Crispín Salazar, El Tío Pin (involucrado en el asesinato de la periodista Miroslava Breach), así como Adahir Salazar, El Azteca; Adair Salazar, El Judas, y Aldair Salazar, El Flaco.

En reportes de seguridad se identifica a Heraclio Vargas, El Accord, Jesús Francisco Serrazín, El Pirata; José Gaxiola, El Huarache; Óscar Gabriel Larios, El Gabito; Luis Abel Gaxiola, El Costeño; Feliciano Ramírez, El Cuza, así como a un individuo apodado El Rojo, como brazos armados y ejecutores de la organización.

Los Salazar operan en Sonora el tráfico de fentanilo a las órdenes de Los Menores o Los Chapitos, que es como se conoce a los hijos de Guzmán Loera que continúan en libertad: Archivaldo y Jesús Alfredo Guzmán.

La detención de Ovidio Guzmán no ha cambiado ni cambiará en nada la realidad atroz que viven cientos de miles de personas en Sonora, en donde el año pasado se cometieron 1,739 asesinatos, a pesar de que el estado se halla entre las 10 entidades con mayor número de militares desplegados: 2,792.

El año pasado, el 85% de las muertes violentas ocurridas en Sonora se concentró en Cajeme, Guaymas, San Luis Río Colorado, Empalme y Hermosillo.

De acuerdo con un documento de la 4ª Zona Militar, hackeado por el colectivo Guacamaya, en Cajeme, Guaymas y Empalme el Ejército mexicano activó su código rojo a resultas de la pugna entre Los Salazar y Los Chapos Trinis, comandados por dos sujetos conocidos como El Telcel y El Antenas.

“Pórtate bien, porque si no, te mato a ti y a tu familia, incluyendo al perro de la casa”, solía decirle don Adán a sus víctimas.

“Pórtate bien, porque si no, te mato a ti y a tu familia, incluyendo al perro de la casa”, siguen diciendo en Sonora quienes lo sucedieron.

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