La madrugada del 9 de septiembre de 2023, Patricio Illescas Campanella, de 20 años de edad, fue llevado a su casa, en el Estado de México, prácticamente inconsciente. Lo condujo hasta su domicilio uno de sus amigos más cercanos, Sixto Manuel “N”. Traía golpes en los pómulos y en las mejillas. Su amigo informó a los padres de Patricio que lo habían golpeado los cadeneros de un bar de Las Lomas.
Sixto dijo que había perdido al muchacho de vista y que después de un rato lo había encontrado tirado en la calle, vomitando.
Afuera de la casa, en un taxi de plataforma, esperaba otro de los amigos de Patricio, José Antonio “N”.
Sixto estaba nervioso, tenía la camisa manchada de sangre. Según el padre de Patricio, les dijo “que no sabía de quién era esa sangre”.
Patricio fue conducido a su recámara. Padecía epilepsia desde los ocho años de edad. En dos ocasiones intentó vomitar. No lo consiguió. Sus padres lo recostaron.
La madre de Patricio advirtió después que la almohada estaba manchada de sangre. El joven presentaba una herida en la parte posterior de la cabeza. Lo limpiaron con agua oxigenada y jabón neutro. Ya no despertó.
Los paramédicos que aparecieron tras una llamada al 911 no lograron reanimarlo. Fue declarado muerto.
Sus padres intentaron comunicarse con Sixto Manuel y con José Antonio. No obtuvieron respuesta. Otro de los amigos que había estado presente en el bar, José Luis “N”, hijo de un famoso jugador de futbol, marcó al celular de Patricio al mediodía. Su padre le dio la noticia y le pidió que fuera a declarar lo que sabía. José Luis se comprometió a hacerlo, “pero es fecha que no se ha presentado”, afirma el padre de Patricio, el señor Juan Carlos Illescas Orozco. Por el contrario, su familia solicitó los servicios de un abogado penalista.
Aquel día de horror, los padres declararon en la fiscalía de Barrientos, en el Estado de México, sin saber lo que había ocurrido. La médico forense había determinado como causa de la muerte una lesión craneoencefálica. Según el padre de Patricio, informó que el muchacho había recibido puñetazos, patadas y golpes con los codos. “No entendíamos por qué esa forma tan violenta de lastimarlo”, dice.
La madre de José Antonio “N” prometió en el funeral que su hijo iría a declarar en cuanto saliera de una crisis que lo tenía hospitalizado a consecuencia de una condición médica. Al funeral asistieron los tres personajes involucrados. Dice Illescas Orozco que la madre de Sixto Manuel se presentó a pedir perdón. “Le dije que qué carajos estaba diciendo”, recuerda este. Afirma que, después de esto, la mujer solo le preguntó la causa de la muerte y le pidió el número de la carpeta de investigación.
Un amigo de Patricio, que también había estado presente en el bar, les dijo a los padres durante el novenario que tenía en su poder información importante. Entre otras cosas, en su teléfono estaba un mensaje que Sixto Manuel “N” le había enviado esa madrugada: “Tuvimos que golpear a Pato por culero, dile que fueron los cadeneros los que lo golpearon porque si no, se va a poner muy pinche loco”.
Videos recabados en negocios próximos mostraron a Patricio saliendo del bar por su propio pie y con movimientos perfectamente coordinados. Otro video muestra el momento en que José Antonio “N” y Sixto Manuel “N” lo abordan a las puertas del establecimiento. Un conductor de Cabify grabó más tarde la manera en que el joven era subido a la unidad en brazos de Sixto Manuel y José Antonio, después de convulsionarse.
Este último fue aprehendido en octubre de 2023, y vinculado a proceso bajo el cargo de homicidio doloso. Fue internado en el penal de Barrientos, aunque se le liberó más tarde, tras una audiencia que se llevó a cabo sin que el padre de Patricio fuera notificado, y de la que se enteró 72 horas más tarde.
Se determinó que tras la brutal agresión Sixto Manuel tuvo comunicación telefónica con José Luis “N” (el hijo del futbolista), que le llamó más tarde a su padre, y que luego envió el mensaje de WhatsApp reseñado arriba a fin de culpar a los cadeneros.
Sixto Manuel “N” se encuentra prófugo. El señor Illescas logró averiguar que, bajo el pretexto de rehabilitarlo de problemas de alcohol, sus padres lo internaron en un anexo, como una forma de mantenerlo escondido.
“El tiempo transcurrido es una eternidad para nosotros. Nos carcome el alma saber que uno de ellos está prófugo y que el otro ya fue liberado”, explica.
La desesperación de Illescas es mayor al constatar que, a algunas de las audiencias, ni siquiera asistió el ministerio público.
Después de revisar videos, declaraciones, testimonios, de reconstruir segundo a segundo lo que sucedió aquella noche, para la familia Illescas solo hay frustración. “Me frustra saber que no hay seguimiento alguno, que a pesar de la información que hemos estado aportando las respuestas son: lo atendemos, lo reviso, le aviso…”.