La masacre de Camargo, Tamaulipas , en la que 19 personas fueron asesinadas y calcinadas, fue perpetrada por policías , o bien por elementos de algún cuerpo de seguridad, según la hipótesis que a una semana de los hechos cobra cada vez más sentido entre las autoridades encargadas de la investigación.
Los agresores tuvieron el cuidado de recoger los casquillos. La explicación de las autoridades es que muy probablemente estos provenían de armas de cargo.
Después de tres inspecciones en el lugar se confirmó que los asesinos habían logrado borrar los indicios que pudieran delatarlos.
El 22 de enero, alertada por vecinos, la policía estatal encontró en la brecha de Rancho Piedra dos camionetas incendiadas: una Toyota Sequoia con placas de Nuevo León, y una pick up Silverado de cabina y media en cuyo interior había 19 cuerpos calcinados.
La escena era dantesca. La mayor parte de los cadáveres, ubicados dentro de la batea, presentaba un altísimo porcentaje de calcinación.
En el metal todavía caliente de la Silverado había además 113 impactos de bala. Aquello había sido una masacre.
Sin embargo, en la brecha había solo 11 casquillos.
La primera hipótesis de la fiscalía del estado fue que las víctimas habían sido asesinadas en otro sitio y conducidas a aquel paraje, que se encuentra oculto por la maleza. Versiones de pobladores del ejido cercano hablaron en cambio de una balacera y una persecución.
Esto se confirmaría más tarde por algunos sobrevivientes del ataque: migrantes guatemaltecos enganchados por un compatriota suyo para llevarlos a todo lo largo de territorio mexicano y depositarlos en Texas.
Dentro de una de las camionetas incendiadas se encontraron tres armas largas: dos AR-15 y una AK-47. Los once casquillos —nueve del calibre .223 y dos del 7.62— correspondían precisamente a los fusiles encontrados en dicha unidad. Esto confirmó que antes de morir algunos de los tripulantes del vehículo acribillado lograron abrir fuego en contra de sus perseguidores.
Al avanzar la investigación se determinó que 16 de los cadáveres eran del sexo masculino y uno más del femenino (la identificación de los dos cuerpos restantes quedó pendiente debido al alto grado de calcinación).
Una persona se presentó ante autoridades de Tamaulipas para informar que la pick up que había salido en las noticias era propiedad de un primo suyo, del que no se sabía nada desde hacía dos días. Esa persona confesó que su familiar “pasaba” gente al otro lado.
Las pruebas de ADN revelaron que el dueño de la camioneta es una de las cuatro víctimas identificadas hasta el momento (dos mexicanos y dos guatemaltecos).
Se reveló también que la Toyota Sequoia con placas de Nuevo León que apareció en el lugar del crimen había sido asegurada en diciembre pasado por el Instituto Nacional de Migración, luego de un operativo en el municipio de Escobedo, en donde redes de trata tenían escondidos a 66 migrantes.
Mes y medio después del operativo la camioneta estaba de vuelta en la calle. Su propietario, que acudió a reclamarla al INM, es otra de las víctimas de la masacre.
Su familia declaró que este individuo se dedicaba al oficio de taxista y quería irse a trabajar a Estados Unidos. Los antecedentes del operativo en Escobedo mostraron que formaba parte, en realidad, de una red de trata de personas.
Ese día salió rumbo a Texas una caravana formada por cinco o seis camionetas. En cada camioneta iban “estacas” del crimen organizado, “cuidando” a los migrantes.
Hasta el momento se sabe que el grupo se dividió. La Toyota se detuvo a esperar a dos de las unidades que formaban la caravana en el kilómetro 25 de la brecha conocida como Rancho Piedra. De esas dos unidades una se descompuso y no alcanzó a llegar a aquel punto. Sus tripulantes oyeron la balacera y huyeron hacia el río. Por ellos llegó a Guatemala la versión que indicaba que los calcinados eran un grupo de migrantes.
Hay indicios de que la pick up fue perseguida durante varios metros. Y al fin llegó a la brecha donde ocurrió la masacre.
El Cártel del Golfo cobra piso a las redes de “polleros” que cruzan diariamente por aquella zona. Hay informes, al mismo tiempo, que señalan que sicarios del Cártel del Noreste habían cruzado aquel día hacia Tamaulipas (la frontera entre Nuevo León y Tamaulipas está a 500 metros del sitio donde ocurrió la tragedia).
El grupo agresor dedicó un buen tiempo a recoger los 113 casquillos que quedaron regados en la maleza. Para las autoridades, en esa acción completamente anormal se asoma el indicio más serio de lo que sucedió en Camargo.