La Marina recibió desde febrero pasado una solicitud de auxilio del gobierno de Claudia Sheinbaum. La violencia se había disparado en la Ciudad de México y hacía hervir, sobre todo, la zona de Tepito . Escalaban como nunca los “levantones”, los ajustes de cuentas, los cadáveres arrojados en las calles, con mensajes prendidos en la ropa.
La Armada ordenó a su servicio de inteligencia encontrar el centro de gravedadde la violencia. La investigación comenzó en dos vías, según las fichas a que tuvo acceso el columnista: con marinos haciendo trabajo de gabinete y con otros infiltrados en Tepito . El trabajo de gabinete incluyó el seguimiento digital de gente asociada a la Unión Tepito : se establecieron vínculos a través de mensajes y llamadas telefónicas ; se hizo el seguimiento milimétrico de las redes sociales de un clan que gusta exhibirse con armas, autos, motos, y hace ostentación de sus viajes, sus mujeres, sus fiestas.
El trabajo de infiltración fue extremadamente complicado en una colonia que es una tierra de nadie, con la vía pública invadida por completo, y con miles de puestos ambulantes que sirven como escudo a los laboratorios y las “tienditas” en que se venden drogas y armas : vecindades que sirven de refugio y bodega .
En Tepito existe además una red de halcones que vigila cada calle y cada banqueta. La mafia sabe en qué momento salió el alcalde de la alcaldía, sabe cuántas y qué patrullas rondan la zona, advierte de inmediato cuando algo inusual está ocurriendo.
Una cauda de detenciones ha cimbrado a los grupos criminales de la zona: cayeron El Betito, El Pistache, El Tiger, El Jamón, El Tortas.
La investigación de la Marina indicó que el nuevo centro de gravedad del crimen organizado se hallaba en Peralvillo 33. El líder emergente: Óscar Flores , El Lunares .
El Lunares vivió desde niño en Peralvillo 33. Su familia se dedica al robo de tráileres y a la venta de mercancía robada. Desde hace unos años él pasó a la distribución de droga al mayoreo. El soborno de funcionarios, comandantes y jefes de sector, le permitieron convertirse, tras la detención de otros líderes, en una de las cabezas criminales más visibles del barrio.
Hace un par de años despojó de sus viviendas a varios inquilinos del número 33 y comenzó a construir su propio bunker en el que, como se sabe, hay pasadizos que sirven como bodega y conectan con otros predios.
La Marina detectó vehículos que descargaban cajas, bolsas negras de plásticos y voluminosos tambos. Detectó que El Lunares se desplazaba en un convoy del que formaban parte taxistas y motonetas. Desde que la guerra por la droga arreció en Tepito, Flores se hace acompañar por una escolta de diez hombres —tatuados, ataviados con gorras, “mariconeras” y tenis de marca. Mediante el uso de drones se estableció el flujo de movimientos en Peralvillo y sus alrededores. La Marina determinó la hora y el día de la semana más propicios para llevar a cabo el operativo: cuando no hubiera puestos ni flujo de vehículos, a fin de que, quienes tomaran parte en la operación no quedaran atrapados a la hora de sacar el objetivo y se redujeran al mínimo los riesgos para la población: lunes, de madrugada.
Solo cinco personas estaban al tanto de las pesquisas. Luego, los datos le fueron entregados en paquete al gobierno capitalino. Se determinó que el 22 de octubre se llevaría a cabo la acción. Esa madrugada se pusieron en movimiento 147 efectivos de la Marina, 600 policías capitalinos y 90 agentes de la Policía de Investigación. Pero El Lunares ya no estaba en Peralvillo.
Es imposible hacer en Tepito una movilización de ese tipo sin que los jefes del narcotráfico se lo adviertan. Y además, en la nómina de Flores hay mandos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, así como comandantes y agentes de la Policía de Investigación. Muchos de ellos están adscritos a la alcaldía de Cuauhtémoc desde hace años. Ellos fueron quienes hicieron la filtración.
El operativo fue anunciado como un triunfo: el arribo de una nueva era en la seguridad. Terminó, sin embargo, convertido en un fracaso estrepitoso. Con informes alterados y llenos de inconsistencias, con un relato absolutamente inverosímil (los detenidos habrían estado en la calle, formando un círculo alrededor de un montículo de drogas y de armas), y con detenciones fabricadas que culminaron con la liberación de 30 detenidos (algunos de ellos, familiares de El Lunares ).
Aquel día fracasó el secretario Omar García Harfuch. Fracasó por los métodos empleados, pero también fue traicionado por su propia policía. Una policía que desde hace años dejó de servir a la institución para ponerse al servicio del crimen organizado.
El fallido operativo de Tepito nos reveló en manos de qué policía estamos.