Era una cifra imposible, en verdad inimaginable: 90 mil 309 muertos en México por Covid-19.
Ojalá que un día periodistas e historiadores conviertan en libros la historia de estos días de muerte. El subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell , había anticipado un escenario de seis mil defunciones. Poco tiempo después ascendió sus estimaciones a uno de ocho mil.
El 27 de febrero pasado presentó en una conferencia de prensa un panorama nuevo: 12,500 muertos. Luego, el 4 de junio, López-Gatell admitió que efectivamente “lo teníamos así, hasta 28 mil, que se redondea a los treinta mil”. Esa noche anunció que incluso había un escenario “muy catastrófico que pudiera llegar a los 60 mil”. En agosto se cruzó esa frontera.
Mientras México se llenaba de muerte, en las “mañaneras” dos personas reían, desautorizaban, se burlaban, hacían chistes de quienes les advertían el desastre que se aproximaba.
Queda el registro de las frases con que se esperó la llegada de la peor tragedia que México iba a vivir en un siglo: “Hay que abrazarse, no pasa nada”. “No es, según la información que se tiene, algo terrible, fatal, ni siquiera es equivalente a la influenza”. “México es uno de los países más preparados y con menos riesgo de afectación”.
“No vamos a tener problemas mayores”. “Detente enemigo”. “Ya se ha podido domar la pandemia”. “Vamos bien”. “No debemos espantarnos, no debemos adelantar vísperas”. “Los mexicanos, por nuestras culturas somos muy resistentes a todas las calamidades”. “Nuestro pueblo es poseedor, heredero de culturas milenarias, de grandes civilizaciones”. “Estar bien con nuestra conciencia, no mentir, no robar, eso ayuda mucho para que no dé el coronavirus”.
México llegó este miércoles a 90 mil 309 muertes. El presidente se ha negado sistemáticamente a usar cubrebocas y a enviar la señal de que es necesario hacerlo. Su subsecretario, dado lamentablemente a los cantinflismos y a supuestas acrobacias verbales, continuaba enviando el día de ayer mensajes ambiguos sobre la única barrera disponible hasta el momento para evitar que se sigan propagando los contagios. El gobierno se sigue negando, mientras tanto, a hacer pruebas y seguimientos.
Seis exsecretarios de Salud —el recientemente fallecido Guillermo Soberón, José Narro, Salomón Chertorivski, Mercedes Juan, José Ángel Córdova y Julio Frenk— propusieron una estrategia para reducir, en ocho semanas, el avance de la pandemia.
El documento ni siquiera fue recibido por el Secretariado Técnico del Consejo de Salud. Aún peor: López-Gatell respondió “sarcásticamente” a los exsecretarios que deberían patentar su “fórmula mágica”.
Más tarde, desde la superioridad moral que le daban 86 mil muertes, le dijo a la periodista Azucena Uresti sobre uno de los autores del documento: “Qué bueno que quiere colaborar. Lástima que no tiene fundamento”.
Chertorivsky escribió: “90 mil muertos es un escenario más allá de la catástrofe. El fracaso no se puede ocultar y la incapacidad para corregir es incomprensible. La sociedad mexicana debe saber que en la gestión de la pandemia, el gobierno no hizo lo que debía, y que prefirió defender su obsesión por la austeridad antes que la vida y el bienestar de México”.
Con 90 mil 309 muertos reconocidos oficialmente, el Covid-19 es ya la cuarta causa de muerte en México (después de las enfermedades del corazón, los pulmones y los tumores malignos). Las previsiones apuntan a que en los meses críticos que se avecinan podría convertirse en la primera.
Las muertes por Covid-19 superan ya a las ocasionadas por la violencia: hoy somos el décimo país con más contagios y el cuarto con más fallecidos absolutos por esta enfermedad. Un peldaño más y habremos llegado a los cien mil muertos.