Un avión Persuader de la Secretaría de Marina detectó una embarcación rápida que se movía hacia el norte, a unos 240 kilómetros de Manzanillo . El reporte indicaba que esa embarcación se movía a una velocidad inusual en lanchas y barcos que salen a pescar.
Una nave interceptora de la Marina , capaz de alcanzar una velocidad de 80 kilómetros por hora, y el buque Patrulla Oceánica de Largo Alcance ARM “Juárez” POLA-101, entre otras unidades, comenzaron a moverse hacia las coordenadas que la aeronave había indicado.
El buque patrulla, de 107.5 metros de eslora, pesa 2,570 toneladas. Es capaz de navegar durante 21 días sin necesidad de reabastecimiento. Lleva a bordo 100 elementos entrenados, armamento diverso y hasta un helicóptero.
La persecución por el litoral del Pacífico tomó varias horas. La nave interceptora de la Marina avistó por fin a la embarcación. Era pequeña, de 9 metros de largo, con dos motores fuera de borda de 350 caballos cada uno.
Estaba acondicionada para recorrer más de 50 kilómetros por hora, “que en el mar es una barbaridad”, relatan oficiales que iban a bordo del buque “Juárez”.
Llevaba un toldo que impedía ver la borda desde arriba, estaba pintada de azul, “lo que volvía muy difícil ubicarla a simple vista en alta mar”, y estaba diseñada con materiales que le ayudaban a no ser detectada por los radares.
Cuando la nave interceptora hizo contacto, se estaba perdiendo ya la luz del día. Para detener la huida de la embarcación, realizó maniobras que alteraron la superficie del agua, creando una serie de olas a fin de dificultar el avance y acentuar la inestabilidad.
Iban siete personas a bordo de la lancha que huía. Un grupo de inspección se le acercó, pero no encontró condiciones adecuadas para abordar. Había caído la noche. Se ignoraba qué tan peligrosos podían ser los tripulantes. Se les avisó que serían remolcados hasta el buque Juárez y que, una vez amarrada la embarcación, se llevaría a cabo la inspección.
Los siete tripulantes iban exhaustos y deshidratados. Quedaba claro que eran gente de mar. “Pero el mar es un desierto. El calor, las condiciones del clima te acaban en un viaje largo”, explican los marinos.
Se trataba de cuatro mexicanos y tres ecuatorianos. Venían de algún punto de Centroamérica. Se negaron a hablar. Dijeron que los habían contratado para llevar una carga, que ignoraban qué carga era, aunque sospechaban que se trataba de algo ilícito.
En la embarcación había una gran cantidad de bidones de gasolina vacíos. Había también una gran cantidad de paquetes, en forma de ladrillo, de color café.
Comenzaron a contarlos. Eran 1,100. Pesaban más de una tonelada.
Aquel era uno de los aseguramientos más grandes del año. Para entonces eran las cuatro de la mañana. Remolcar la embarcación a Manzanillo tomó todo el día siguiente.
Era el cuarto aseguramiento realizado en solo diez días.
Apenas en agosto, personal de Semar, Aduanas y la Fiscalía General de la República revisaron con aparatos de rayos X un contenedor procedente de Colombia, y cuyo destino final era Yokohama, Japón.
Adentro había once costales con 575 paquetes, cuyo valor en el mercado negro era de alrededor de 161 millones de pesos.
Solo entre julio y octubre, según sus propios datos, la Marina aseguró seis toneladas de cocaína en diversas operaciones de seguimiento e intercepción.
Uno de los decomisos más importantes ocurrió a mediados de octubre: personal de Semar había detenido días antes una lancha rápida frente a las costas de Chiapas. La lancha llevaba más de dos mil litros de combustible. Con la información obtenida entre los detenidos se supo que dos toneladas de cocaína serían arrojadas desde el aire en 95 paquetes sellados y balizados de manera electrónica, a fin de que embarcaciones del narcotráfico pudieran recogerlos posteriormente. El combustible asegurado iba a surtir dichas embarcaciones.
A través de su equipo electrónico, un avión Persuader localizó a unos 600 kilómetros de Acapulco, las balizas con que se había marcado la droga. Los paquetes contenían dos toneladas de cocaína. Una cantidad igual se había decomisado el 3 de agosto en Acapulco. El mayor decomiso del año ocurrió en Mahahual, Quintana Roo: 2,960 kilos valuados en 700 millones de pesos.
Durante 2019 se lograron decomisar seis toneladas de cocaína. En solo 10 meses de 2020, la Marina había asegurado ya 9.5 toneladas.
Las notas que hablan de aseguramientos en el mar son hoy más frecuentes que nunca. ¿Está lloviendo droga? ¿O acaso la Marina es el único cuerpo que está haciendo su trabajo? ¿O todo esto indica que terminaron los abrazos y arreció la batalla contra el Cartel Jalisco y los señores de la droga?