“Acaba de entrar una muchacha a parto y no hay luz en el quirófano, la están atendiendo con la luz de los celulares”.

La escena retrata nítida y brutalmente el resultado de una política de austeridad que dejó el sistema de salud en ruinas y provocó la muerte, por falta de tratamientos, de atención, de cirugías, de los mexicanos más pobres.

“Pagaron los pobres”, escribe la periodista Nayeli Roldán en un libro difícil de leer, porque a cada página se vuelve más indignante y doloroso: “La austeridad mata”, recién editado por Planeta.

Roldán reúne un conjunto de cifras descorazonadoras.

En 2023 la tasa de mortalidad evitable en México fue la más alta de todos los países de la OCDE: 435 por cada 100 mil personas. En naciones como Italia, Islandia, Suiza o Suecia el número fue de menos de 100. Esas muertes se pudieron evitar con un tratamiento.

En 2018, cuando López Obrador llegó al poder, la tasa fue de 220 muertes. Ese año comenzó para los mexicanos la peor pesadilla. “Aun si tomamos en cuenta el deterioro del sistema de salud durante sexenios anteriores, los datos oficiales demuestran que México no solo no mejoró —como prometió el primer gobierno de izquierda— sino que tuvo retrocesos”, escribe Roldán.

Juzguen ustedes:

En 2018, 20 millones de mexicanos carecían de acceso a la salud. En 2022 la cifra era ya de 50.4 millones de personas.

En las áreas de urgencias de los hospitales públicos hubo 600 mil consultas menos en 2023 que en 2019. Las consultas para mujeres embarazadas descendieron en 1.8 millones. Las muertes maternas aumentaron.

“López Obrador dejó sin consultas médicas a la mitad de los enfermos más pobres del país y dejó de hacer 20 millones de estudios de laboratorio si se compara con el sexenio pasado”.

La política de “ahorro” decretada por AMLO desató recortes que dejaron a los hospitales sin jeringas, gasas, agujas, vendajes, material de sutura, espátulas, lentes, lancetas, hojas de bisturí y prótesis en general.

Según los datos presentados por Roldán, en 2022 medio millón de personas que acudieron a centros de la Secretaría de Salud no pudieron realizarse los ultrasonidos que necesitaban. A 900 mil enfermos les fue imposible hacerse estudios de radiología.

No solo eso: no hubo dinero para instalar, reparar o dar mantenimiento a equipos de rayos X, ultrasonido, diálisis, máquinas esterilizadoras, sillas dentales, mesas operatorias e incubadoras, entre otros.

Si la Secretaría daba 95 millones de consultas en 2018, “la austeridad” provocó que solo pudieran ofrecerse 51 millones en 2022: un descenso de 44 millones.

Entre 2018 y 2021 hubo 14% menos cirugías. 500 mil personas no pudieron recibir la intervención quirúrgica que requerían.

Mientras en 2018 46% de la población se había atendido de manera privada, en 2022 la cifra subió al 60%.

AMLO prometió primero los pobres, pero esa promesa no se vio en el presupuesto”, afirma la autora. Comienza entonces el desfile de historias de terror. Niños que mueren sin recibir quimioterapias, mujeres que pierden la vida esperando un traslado, madres que deben hacer viajes de cinco horas, llevando un hijo moribundo en brazos, sin hallar un hospital que los reciba. Desfilan los testimonios de médicos y enfermeras:

“No teníamos jeringas para poner una simple insulina a un paciente diabético que estaba con el azúcar superelevada”.

Los elevadores se quedaron sin mantenimiento y llegaron a provocar muertes. No hubo dinero ni siquiera para la papelería, ni siquiera para las recetas.

Dijo José Manuel Salcedo, jefe de pediatría del hospital Aurelio Valdivieso, donde ha trabajado más de 30 años:

“Fue una tragedia con este gobierno. La verdad no puedo yo mentir, y a quien quiera que le pregunte le va a decir lo mismo: ha sido una tragedia. No tenemos medicamentos, no tenemos cómo hacer las cosas…”.

Agregó:

“—Se acabó. Ya no hubo para diálisis, ya no hubo para nada.

—¿Y qué hicieron los pacientes, doctor?

—Pues se iban a morir a su casa.

—¿Y ustedes qué les decían?

—Que no tenemos con qué atenderlos, ni lugar, ni nada, porque lo quitaron (…) ni agua, ni alcohol, ¡ni gasas!”.

El “ahorro” salió caro, costó vidas. Dejó en el abandono a miles de personas. Ahí están las historias, y ahí están también las cifras.

“La austeridad mata” es un libro desolador. Deja al descubierto un legado de muerte y de ruinas. El legado con que cierra un sexenio oscuro, trágico.

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