De pie ante un tribunal y con las manos esposadas, uno de los líderes criminales más sanguinarios de México, Osiel Cárdenas Guillén, pidió disculpas “a mi país, a México, a los Estados Unidos de América, a mi esposa y especialmente a mis hijos por todos los errores que haya cometido… En este tiempo que he pasado en la cárcel he reflexionado y me he dado cuenta de la conducta tan mala que había mantenido y la verdad estoy arrepentido”, dijo.
Lo habían detenido en marzo de 2003, mientras enfrentaba los estragos que le había dejado la suntuosa fiesta de cumpleaños de su hija, en la que no faltaron bandas, mariachis, tríos, alcohol y drogas.
La policía municipal de Matamoros, que estaba por completo en su nómina, vigilaba los alrededores de su residencia. Pero nada pudo hacer ante el operativo militar que se desplegó aquella mañana. Cárdenas Guillén fue sometido cuando intentaba brincar la barda de la casa.
Su vida se había convertido en una locura. Ante el miedo de ser delatado, ordenaba sin dudar el asesinato de sus cercanos. Ansioso por aplastar y descuartizar a sus enemigos, había hundido a Tamaulipas en una espiral de violencia que nunca se había visto en el estado. Una simple declaración de la gitana que le leía la mano bastaba para desatar masacres enteras. Hizo matar al que había su sido su hermano, su mano derecha. Por eso lo bautizaron como El Mata Amigos.
Traficó entre 20 y 50 toneladas de cocaína cada mes. Se rodeó de un equipo de seguridad formado por un grupo de militares de élite —los temibles Zetas—, que pronto controlaron hasta el último rincón del estado y luego desataron sobre México una de las peores tormentas de muerte y sangre que se registran en la historia. Había comprado a la administración del gobernador priista Tomás Yarrington, quien luego admitió haber recibido jugosos sobornos del Cártel del Golfo.
Más tarde cometió el peor error de su vida: encañonar a dos agentes de la DEA y a un sheriff del condado de Cameron.
Las palabras de arrepentimiento que Osiel pronunció en el tribunal de Houston, el poderoso cerco de seguridad que se tendió alrededor de la Corte del Distrito Sur, y el hecho de que la audiencia se llevara a cabo a puerta cerrada, fueron prueba de que Cárdenas Guillén había llegado a un arreglo con el gobierno estadounidense: declararse culpable a cambio de que se redujera su sentencia.
Se le quitaron 12 cargos, y se le condenó a 25 años de prisión a cambio de que entregara información y cediera al gobierno de Estados Unidos 50 millones de dólares —parte de los cuales, se dice, fueron extraídos de bunkers ubicados en Tamaulipas y llevados a la frontera en la cajuela de varios vehículos.
La noticia de que Cárdenas había llegado a un acuerdo, según una investigación publicada por The Dallas Morning News a partir de la consulta de documentos y de entrevistas con oficiales estadounidenses y testigos anónimos de ambos lados de la frontera, desató en Tamaulipas un reguero de sangre: los Zetas tomaron su propio camino, la familia Cárdenas Guillén el suyo, y los diversos brazos armados del Cártel del Golfo, los Metros, los Ciclones, los Escorpiones, entraron en una violenta confrontación. Tamaulipas se volvió el infierno.
“No entendimos la dinámica de campo… y mucha gente murió, muchos inocentes”, declaró un agente federal a aquel periódico.
Dos décadas de matanzas sin freno vinieron tras la captura y extradición de Cárdenas Guillén.
Se ha anunciado la liberación de Osiel para el próximo 30 de agosto, aunque fuentes periodísticas aseguran que el fundador del Cártel del Golfo ya fue liberado hace unos días, a solo horas de la liberación de otro implicado en esta trama de sangre y corrupción: el exgobernador de Tamaulipas (1999-2004) bajo cuyo mandato llegó a su apogeo el Cártel del Golfo.
Meses antes de la fecha marcada para la liberación de Osiel, fue localizado y asesinado en Querétaro un viejo líder del Cártel del Golfo: Juan Gabriel Montes Zermeño, apodado El Sierra, quien hace más de una década operaba al lado del sucesor de Osiel Cárdenas, Jorge Eduardo Costilla Sánchez, El Coss, y quien había pasado varios años en prisión.
Meses más tarde, desde los propios grupos criminales se filtró información que llevó a la captura de José Alberto García Vilano, alias Ciclón 19 o La Kena, que lideraba un poderoso grupo enfrentado a la familia Cárdenas Guillén: Los Ciclones.
La Kena había acumulado un poder inmenso en la zona fronteriza. Era el jefe del grupo de sicarios que hace meses secuestró a cuatro estadounidenses en Matamoros, y desató un grave conflicto con el gobierno de los Estados Unidos. En los círculos policiacos y criminales decían que La Kena era el verdadero gobernador de Tamaulipas.
Expertos en seguridad afirman que estos movimientos preparan el retorno de Osiel Cárdenas Guillén a Matamoros: aunque el gobierno mexicano tiene vigentes órdenes de aprehensión en su contra, ha trascendido que sus abogados le tramitaron amparos, alegando que los delitos por los que se le acusa ya prescribieron.
En todo caso, quienes fueron señalados como cabezas política y criminal del Cártel del Golfo han saldado sus cuentas del otro lado de la frontera y en Tamaulipas se teme el fortalecimiento de la dinastía criminal que desde hace décadas tiene al estado en un puño.