El Consejo Ciudadano para la Seguridad y la Justicia Penal acababa de declarar a Colima como la ciudad más peligrosa del mundo.
En el Ranking 2022 dado a conocer el lunes pasado, Colima aparece con una tasa de 181.94 homicidios por cada 100 mil habitantes.
De acuerdo con el organismo, se trata de la tercera tasa más alta desde 2009, año en que comenzó a realizarse esta medición.
En 2010 Ciudad Juárez tuvo el honor de encabezar el ranking con una tasa escandalosa de 229.6 homicidios. Zamora, Michoacán, ocupó ese puesto en la medición publicada en 2021, con 196.63 homicidios por cada 100 mil habitantes.
Los números de Colima son estremecedores.
El 2020 la tasa era de 41.1 asesinatos por cada 100 mil habitantes.
Al año siguiente fue 59.11 homicidios.
Algo se quebró de pronto y estalló el infierno.
Hace siete años Colima se había vestido por primera vez de luto a resultas de la guerra entre El Mayo Zambada, líder del Cártel del Pacifico, y Nemesio Oseguera Cervantes, El Mencho, jefe del Cártel Jalisco Nueva Generación.
Aquellos fueron unos años pavorosos. La llegada al estado de un sujeto conocido como El Comandante Fierro, enviado por El Mayo, sumergió a Colima en un carnaval dantesco de cabezas cortadas y rostros desollados.
A la mayor parte de los muertos de aquel tiempo les habían quitado la cara. Gente del Mencho había asesinado brutalmente al hermano del Comandante Fierro y a este casi le volaron un brazo de un balazo. De ahí su apodo: los médicos tuvieron que injertarle un trozo de metal para salvárselo.
Por eso el enviado del Mencho actuaba con saña inaudita.
Cuando fue detenido, fuerzas federales hallaron en su domicilio decenas de cuchillos de todas dimensiones. Aquel año el Comandante Fierro había dejado tras de sí una estela: la tasa de homicidios en Colima fue 81.55 por cada 100 mil habitantes.
A pesar del horror que encierra, la cifra parece poca cosa si se le compara con la carnicería de hoy.
El aparatoso crecimiento en la tasa de homicidios tiene como telón de fondo la fractura ocurrida en el Cártel Jalisco en 2019. Esta organización criminal se había impuesto como grupo hegemónico tras la caída del Comandante Fierro y la derrota territorial de El Mayo. El cártel había asegurado el puerto de Manzanillo, con su jugosa descarga de contenedores.
Dos liderazgos entraron en pugna, sin embargo: el de José Bernabé Brizuela, alias La Bestia o La Vaca, y el de los hermanos Aldrin Miguel Jarquín Jarquín, El Chaparrito, y José Jarquín, El R-32.
La violencia fue subiendo de tono y llegó al colmo a principios de 2022 cuando ocurrieron 106 ejecuciones en cuatro semanas. Se trató de una verdadera guerra de exterminio entre las dos facciones.
Brizuela había fundado el grupo conocido como Los Mezcales o El Cártel Independiente de Colima. El choque comenzó en el Cereso de Colima, en enero de ese año: los internos de ambos grupos se enfrentaron con puntas, cúters y cuchillos “hechizos”.
El pleito dejó 9 muertos en los patios y luego prosiguió en las calles: la capital del estado se inundó de bolsas de plástico negro con restos humanos. Fueron días consecutivos de balaceras y persecuciones.
Corría el primer mes del año. El gobierno federal decidió el envío de guardias nacionales, marinos, militares: más de 1,300 fueron concentrados en el estado.
A Aldrin Miguel Jarquín lo detuvieron en marzo del año pasado. Su detención causó un incendio de narcobloqueos en las carreteras principales. En Estados Unidos, la Oficina de Control de Activos Extranjeros, OFAC, acababa de incluirlo en su lista negra. Fue trasladado al Altiplano pero, en un hecho inédito al tratarse de crimen organizado, un juez le concedió el privilegio de presentarse por su propio pie a una audiencia. Jarquín salió caminando, y desapareció. En esos días comenté en este espacio que posiblemente reaparecería en Colima, para tratar de recuperar la hegemonía de su grupo en el estado.
Apenas el 13 de diciembre de pasado, narcomantas aparecidas en Colima, y reproducidas de manera viral en redes sociales, exigieron a autoridades federales y estatales: “Cumplan su arreglo”.
El Cártel Jalisco aseguró haber entregado dos millones de dólares a un tal Rogelio Vizcaíno, para que lo ayudara a acabar con Los Mezcales.
En todo ese tránsito Colima se erigió, según el ranking del Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal, en la ciudad más violenta del planeta.
Otras ocho ciudades mexicanas aparecieron en el top 10 de ese ranking, como epicentro de la violencia homicida urbana (para ciudades con más de 300 mil habitantes). Son ciudades entregadas al crimen organizado, según el Consejo, como resultado de políticas fallidas aplicadas en lo que va de del siglo.
23 años de errores, corrupción y fracasos, tienen hoy a nueve ciudades mexicanas en los primeros lugares entre las urbes más peligrosas del mundo.
La publicación del ranking coincide con el alud de historias, ciertas o falsas, que se han oído a lo largo del juicio de Genaro García Luna. El ranking y el juicio han expresado la tragedia mexicana.