Aquella tarde “una verdadera locura colectiva , superior a todo lo que se haya visto en muchísimos años”, se apoderó de la Ciudad de México. Según uno de los periodistas que atestiguaron aquello, fue como si el delirio se hubiera desatado de pronto, de manera unánime, en todos los sectores de la metrópoli .
“Locura en la capital”, cabeceó un diario al día siguiente.
Multitudes surgían de la nada hacia las avenidas principales. Personas que nunca antes se habían visto se abrazaban. Algunos lloraban. “Los automóviles transportaban gente alborozada hacia el centro”, consignó un reportero.
Se lee en una nota de El Informador:
“En la memoria de las gentes no se recordaba ninguna ocasión en los últimos 50 años que haya producido un estado delirante de esta magnitud”.
En Reforma , en los alrededores del Ángel , miles de personas gritaban hasta enronquecer. Las bocinas de los autos no dejaban de sonar. Nunca antes había ocurrido algo así: “el rumor desafinado de la multitud producía un ruido que difícilmente se olvidará”.
Era la primera vez que un triunfo de la selección nacional lanzaba a la gente a las calles.
11 de junio de 1970: México se había jugado aquel día el pase a cuartos de final. Le tocó enfrentar a Bélgica. La selección venía de empatar con Rusia y de golear a El Salvador. Tres horas antes del encuentro el Estadio Azteca estaba ya al 80% de su capacidad.
En todos los diarios aparecían las fotos de los seleccionados. Nombres que hablan de una época que no tardó en desgajarse. Nacho Calderón , “Kalimán” Guzmán, Gustavo El Halcón Peña , Héctor Pulido, Ignacio Basaguren, Javier Fragoso, Aaron Padilla, “El Cabo” Valdivia, Horacio López Salgado…
Al revisar los diarios de esos días resucitan anuncios que para algunos llegan cargados de ecos. Del Brandy Bobadilla 103, “la aclamación de los conocedores”. De las camisas Manchester, “se lava en casa no se plancha”. Del desodorante Yardley, “donde hay acción, ahí está Yardley”. Del whisky Old Parr, “el más viejo de los escoceses”, y de las tiendas deTodo, “con los precios más bajos de la capital”.
Las noticias eran de esas que hoy se añoran (cito algunas tomadas de El Heraldo ): Cálido homenaje al presidente Díaz Ordaz en Ciudad Serdán. Reconocimiento a la política educativa del jefe de la nación. En nombre de los diaristas caídos, el licenciado Luis Echeverría prometió respetar la libre expresión.
En su primera participación en un Mundial —Uruguay, 1930—, México había tenido solo 18 minutos de optimismo. A partir de ese instante comenzaron las masacres. La selección cayó ante Francia, Chile y Argentina. Recibió 13 goles en tres partidos y regresó al país con la cola entre las patas, en medio del silencio de la prensa. Con los altibajos de rigor, la maldición se había mantenido 40 años.
En junio de 1970 el Azteca era un volcán ante la posibilidad de pasar por vez primera a la siguiente fase del torneo. Al minuto 14, al reaccionar a un tiro libre de José Vantolrá , “El Cabo” Valdivia recibió una falta al borde del área chica. El tirador del equipo era “El Halcón” Peña, capitán de la escuadra y su defensa central. Le decían “El Halcón” desde los tiempos en que jugaba en el Oro, por la manera en que caía sobre su presa al defender el área: por la forma en que se barría para despojar al otro del balón.
Lo que ocurrió a continuación Peña lo relató de dos maneras. Me gusta más la segunda:
“Cuando vi que se marcó la falta contra Valdivia, supe que lo iba a ejecutar. Así que fui a tomar agua y Raúl Cárdenas [el entrenador] me preguntó cómo me sentía. Me molestó y le contesté que si tenía otro tirador, pues adelante, y me dijo: ‘no, solo quiero saber si no estás golpeado’. Así que me enfilé hacia el manchón penal y tiré como años atrás me enseñó el señor Arpad Fekete , quien me dijo que siempre eligiera un lado, que tomara mucho vuelo y que cobrara con seguridad y fuerza , porque si no estás preparado para soportar la presión, más vale no tirar”.
En la primera versión Peña dijo que tenía muchos nervios, y que de pronto se hizo en el estadio un silencio absoluto. Toda la ciudad habrá callado en el minuto 16, en que se cobró el penal.
“Yo dije, ¿pos qué les pasó…? Porque se puso todo silencioso. El portero belga comenzó su juego. Se sabía mi nombre el güey, me gritaba ‘Peña, Peña’, y me ponía todo nervioso”, relató.
Todos los diarios publicaron al día siguiente la foto con el balón en las redes, el arquero belga vencido y “El Halcón” Peña iniciando la celebración. Había elegido el lado derecho.
El Azteca se cimbró hasta sus cimientos. Fue uno de esos gritos que de pronto se escuchan por toda la ciudad.
Faltaba mucho para el final y se trató de un partido sufrido, en el que México decidió echarse atrás y los belgas no dejaban de llegar. En los últimos minutos estuvo a punto de ocurrir de nuevo una catástrofe. Pero “ Kalimán ” Guzmán despejó un balón que casi cruzaba la línea de gol.
Esa tarde se encendieron miles de antorchas en el estadio, retumbaban los tambores, la gente seguía clavada en sus asientos, con ganas de detener para siempre ese momento. La gente comenzó a desfilar lanzando vivas a México y a Peña, en “las avenidas próximas al coliseo”.
Los diarios coinciden: fue una tarde única, “bajo el grito continuo de ‘¡México, México!’”.
“¿Está contento?, le preguntó al “Halcón” un periodista. “Contento es poco, rebosante de felicidad”, contestó. “¿Cuándo vio el balón en las redes, qué sintió?”. “Una emoción indescriptible , sentí desde luego que se me doblaban las piernas”.
En esa hora nadie observó con demasiada atención el titular que decía: “Italia obtuvo un penoso empate sin goles con Israel”. Había un ambiente de fiesta y sí, de locura colectiva.
La gloria del Halcón duró solo unos días. En el minuto 25 del encuentro con Italia —que México comenzó ganando— clavó un gol en su propia portería y la maldición volvió a alcanzar al equipo: -Gigi Riva anotó al 63, Gianni Rivera al 70, el propio Riva otra vez al 76.
“Un marcador cruel... exagerado… México empezó acariciando la ilusión, Se desplomó”, se leía en el diario La Afición.
Gustavo "El Halcón " Peña falleció ayer a causa del Covid-19 . Se había retirado a fines de los años 70. Con su muerte terminan de desgajarse los recuerdos de un día del siglo XX en que la ciudad de México enloqueció, “acariciando la ilusión”.