Más de tres años después de la desaparición de los normalistas de la normal rural de Ayotzinapa, la DEA entregó al gobierno mexicano las transcripciones de cerca de un millar de mensajes telefónicos interceptados a distintos miembros de Guerreros Unidos que mantenían comunicación con jefes de esta organización radicados en Chicago.

Eran los llamados “chats de Chicago”. La DEA andaba tras Guerreros Unidos desde que en abril de 2013 detectó cargamentos de heroína y fentanilo enviados a aquella ciudad en autobuses que poseían compartimientos ocultos.

Son esos chats en los que Sidronio Casarrubias, jefe de la organización en septiembre de 2014, fecha en que desaparecieron en Iguala 43 alumnos de la normal rural, le escribió a su hermano Adán Zenén, refiriéndose a los estudiantes, que “ya llebaban (sic) 60 paquetes ya guardados y varios con san pedro” (es decir, 60 detenidos y varios muertos).

Dichos chats reflejaban la confusión que vivieron los jefes criminales durante la llegada a Iguala de los normalistas, y daban cuenta del control de daños que intentaron realizar luego de la detención y asesinato de estos: narraban cómo intentaron movilizar a transportistas y policías comunitarias, a fin de que los policías municipales que habían tomado parte en la desaparición, y acababa de detener el entonces procurador Iñaky Blanco, fueran liberados.

Los mensajes reflejaban las órdenes enviadas a Gildardo López Astudillo, El Gil, jefe de plaza en Iguala, para que cerrara las entradas de la ciudad. Durante estas conversaciones, los hermanos Casarrubias señalaron que ni la policía estatal ni el Ejército habían intervenido en auxilio de los estudiantes, porque una orden que “vino de x chilpo (Chilpancingo)” había determinado “que los estatales no se movieran ni los verdes”.

En los chats entregados en aquellos días, salvo algunas excepciones, no se mencionaba ni daba seguimiento a la posible actuación de otras autoridades que no fueran municipales, en especial, a la del subdirector de la policía de Iguala y el grupo que hacía el trabajo sucio para el alcalde de ese municipio: los Bélicos.

En un grupo de intercepciones telefónicas que la Sedena había mantenido ocultas, y que se dieron a conocer a finales del año pasado, aparecía un intercambio de mensajes entre El Gil y el jefe de Los Bélicos: Ignacio Salgado Valladares.

En esas comunicaciones El Gil le pedía a al subdirector que le entregara a un grupo de alumnos que, según este, habían llegado a Iguala “encapuchados y armados”. Le escribió El Gil:

“Páseme unos por el camino a Pueblo Viejo. Yo los recibo… Tengo unas camas para aterrizarlos, páseme a los detenidos”.

Salgado respondió que tenía a 21 personas que había detenido en los autobuses y que tenía a otras 17 “en la cueva”. “También los quieres y decimos q no isimos detenciones (sic)”, le escribió.

El Gil respondió con una frase terrible: “Ok, dígales (a sus jefes) que no agarró nada”. Contestó Salgado que “así mero le dije al secre q no se iso ninguna detención”.

La historia de esa noche, contada en chats, continúa con la revelación de las supuestas comunicaciones que la Comisión para la Verdad y Acceso a la Justicia del Caso Ayotzinapa había testado, y que hace unos días dio a conocer la periodista Peniley Ramírez.

En dichas conversaciones aparece un “Coronel” que, con atroz ortografía, le comenta al Chino (El Chino era el apodo, por cierto, de Sidronio Casarrubias): “si tu no te apures nosotros vamos a limpiar todo tenemos apoyo pero ustedes tienes que cooperar también para arreglar la bronca de los pinches estudiantes, olle pero no quedo ninguno vivo?”.

El Chino le responde que no, que solo 6 alumnos que habían llevado a una bodega y “que ya no terminamos Xke había mucho movimiento”. El “Coronel” –identificado en el informe de Alejandro Encinas como el hoy general brigadier José Rodríguez Pérez—habría respondido: “de esos ya nos encargamos nosotros”.

En los mensajes se habla del “pinche coronel tanto dinero ke recibió que to (sic) personalmente le lleve hasta el 27 (batallón)” y figura otra comunicación atribuida al capitán de infantería José Martínez Crespo, en la que se asegura que el subteniente (Alejandro) Pirita “ya se encargó de los paquetes”:

“Le di detalles de que se tenía que hacer (…) al campo militar nadie entra ya al rato vemos donde los echamos ya mande limpiar algunas cosas”.

La historia de Iguala contada en chats prosigue con otra serie de intervenciones realizadas por la DEA, y dadas a conocer ayer por el periódico Reforma, en las que uno de los Guerreros Unidos informa que ya “me estoy cuadrando para aser un jale con los militares y bo para ajya porq quiero q me luz verde el m (sic)”.

Esta conversación se halla en 20 discos compactos que la DEA entregó a la Fiscalía General de la República y que fue grabada en 2016: “boy aestar con los militares comiendo ya casi me boy…”.

En otro mensaje uno de los integrantes del grupo le comenta al líder Pablo Vega, radicado en Chicago: “Aguante estoy con los de la marina y voy al batallón”.

En los chats entregados en 2016, la DEA omitió las horas cruciales de la noche de Iguala: los intercambios ocurridos entre las ocho de la noche y las cuatro de la mañana.

¿Se encontrará ahí al fin la verdad de lo sucedido aquella noche?

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