El año pasado ocurrió la detención de una célula del Cártel Jalisco Nueva Generación en una bodega del municipio de Tlaquepaque . 15 personas fueron detenidas: mantenían privadas de la libertad a ocho víctimas.
Los detenidos arrojaron información sobre una finca abandonada en el poblado de El Mirador, en Tlajomulco de Zúñiga. Agentes de la fiscalía del estado se trasladaron al lugar. Se trataba de una zona rural: un pequeño poblado de no más de 200 personas, en el que menudeaban autoconstrucciones, casas a medio hacer, y grandes espacios baldíos.
Como en una novela de terror, los vecinos dijeron que veían camionetas con hombres desconocidos que se movían solamente de noche.
El lugar fue revisado con equipos de georradar y binomios caninos. Con auxilio del Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses se comenzó a excavar. Entre noviembre y diciembre de 2019 emergió una fosa con 50 cuerpos. Era el número más alto hallado en una fosa de Jalisco hasta entonces.
El lugar fue bautizado como El Mirador I porque la investigación revelaba que aquel cementerio clandestino no era el único en aquel lugar.
A principios de este año la fiscalía llegó a El Mirador II, una finca abandonada a menos de cien metros de la primera. Los agentes encontraron ahí los alimentos de quienes la habían habitado poco antes, y probablemente huyeron al observar los trabajos realizados en la primera fosa. Ahí vivían, ahí comían y, según fuentes cercanas a la investigación, ahí también seccionaban los cuerpos de las víctimas.
El Mirador II es un terreno bardeado en el que se observa una construcción en obra negra: recuerda aquel terreno a las afueras de Tijuana en el que El Pozolero , hoy en libertad, descuartizaba y metía en ácido los cuerpos que, hace una década, le llevaban los sicarios del Cártel de Tijuana : un recinto de la miseria.
En una parte del terreno hay una plancha de cemento; en la otra, tierra y hierbas. El lugar fue dividido en 27 cuadrantes. La plancha de cemento, despedazada a golpes de marro. Al explorar un cuadrante se le volvía a llenar de tierra para buscar en otro.
Los cuerpos, despedazados ahí mismo, no tardaron en aparecer.
El 7 de enero surgieron 18. El 10 de enero iban ya 25. Para el día 13 las autoridades habían encontrado 29.
El 18 de enero, El Mirador II alcanzó en número de víctimas a El Mirador I.
Entre enero y mayo de 2020, en nueve fosas de Jalisco fueron encontrados los restos de 215 personas. Una cifra bestial: a lo largo de 2019 se reportó el hallazgo de 272 víctimas. Era hasta entonces el número más alto en la historia del estado.
La pandemia, el confinamiento, los meses de emergencia detuvieron los trabajos.
Ayer se anunció que el predio está explorado prácticamente en su totalidad (90%) y que en un terreno de 48 metros de largo por 25 de ancho, los peritos encontraron 104 cuerpos.
104 cuerpos.
Todos estaban segmentados. Sus verdugos no habían empleado bolsas para inhumarlos. Se hallaban en contacto directo con el subsuelo. Algunas fosas tenían 2.60 metros de profundidad.
Todo parece indicar que los cadáveres eran descuartizados ahí mismo.
De entre las víctimas que hasta el momento han sido identificadas, a algunas les habían abierto carpetas por desaparición. Una parte de estas eran mujeres.
En total, los cadáveres de 154 personas, cuya historia se pierde en un paraje de Tlajomulco. De acuerdo con las investigaciones, todas fueron privadas de libertad y ejecutadas entre agosto y noviembre de 2019.
Ahí se halla uno de los cementerios clandestinos del cártel que muestra en videos su poder de muerte, su poder de fuego. El cártel que no duda en derribar un helicóptero de la Marina, ni en incendiar carreteras y ciudades, ni en atentar contra un secretario de Seguridad, ni en cubrir de narcomantas regiones enteras: el cártel que baña las redes con imágenes dantescas de torturas y descuartizamientos.
El cártel que en solo unas semanas ha dejado ver, una y otra vez, su rostro siniestro.
El Mirador II, la fosa más grande de Jalisco, es un recordatorio más de su presencia. Ahí está otra vez.
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