En marzo de 2013, un día después de que Aristóteles Sandoval tomara posesión como gobernador de Jalisco, el Cártel Jalisco Nueva Generación le dejó una carta.
Le pedían nombrar un contacto para que crimen organizado y gobierno se pusieran de acuerdo y pudieran “trabajar”.
En esa misiva el Cártel Jalisco le ofreció a Sandoval pacificar el estado, terminar con la delincuencia común.
Se sabe que una segunda amenaza le llegó al entonces gobernador a través de un teléfono comprado en un Oxxo. La amenaza iba a dirigida a él y a su familia.
Siete años más tarde (dos después de concluir su periodo), Sandoval fue asesinado por la espalda en el restaurante bar Distrito 5 de Puerto Vallarta.
Por lo menos 30 hombres armados establecieron un perímetro alrededor del lugar. Otros miembros del cártel hacían labores de vigilancia desde dentro. Al exgobernador lo acribillaron cuando se levantó para ir al baño.
Las investigaciones arrojaron tres nombres. El del colombiano Carlos Andrés Rivera Varela , La Firma, encargado de las operaciones del CJNG en Puerto Vallarta y la zona metropolitana de Guadalajara; de Julio César Moreno Pinzón , alias El Tarjetas, y de Francisco Javier Gudiño Haro , La Gallina.
En los meses que siguieron más de cien policías y servidores públicos fueron ejecutados en distintos municipios de Jalisco. El secretario de Turismo de Sandoval fue ejecutado una semana después de su toma de posesión.
En 2018, dos años antes de que Aristóteles Sandoval fuera ejecutado, el CJNG intentó asesinar en uno de los restaurantes más concurridos de Guadalajara al exfiscal del estado, Luis Carlos Nájera, quien se desempeñaba, por esos días, como secretario del Trabajo.
El ataque ocurrió a las cinco de la tarde, a la vista de todos, en la ciudad más poblada del estado. Nájera logró escapar en una camioneta blindada que condujo él mismo. Unos 20 sicarios habían participado en el ataque. Más de 100 casquillos de AR-15 quedaron a las puertas del restaurante. La locura y el caos se desataron esa tarde en Guadalajara.
El nivel que tuvieron ambos atentados era señal del grado de control que la organización de Nemesio Oseguera Cervantes , El Mencho, había logrado obtener en el estado de Jalisco —que hasta hacía unos años era controlado por Ignacio Coronel y el Cártel de Sinaloa.
La primera amenaza a Aristóteles Sandoval llegó hace nueve años.
Los mismos nombres que se barajaron tras su ejecución, La Firma, El Tarjetas, La Gallina, los mismos que se barajaron tras el atentado en contra de Omar García Harfuch, volvieron a aparecer el viernes pasado luego de que el consejero nacional de Morena, Salvador Llamas Urbina, mencionado como candidato potencial de ese partido a la gubernatura de Jalisco, y el exjefe de la policía de Puerto Vallarta, Fernando Muñoz, fueron asesinados en el Sonora Grill de la colonia Providencia de Guadalajara.
Otra vez a la luz del día y otra vez por medio de un esquema que implicó la actuación de al menos ocho personas que operaron dentro del restaurante, y de un número indeterminado de sicarios que protegieron a los agresores durante su huida: de manera extraña, las cámaras del C-5 no proporcionaron información sobre los agresores. De manera extraña, hubo un repliegue de las policías estatal y municipal durante la balacera.
Llamas Urbina acababa de convertirse en consejero nacional de Morena en Jalisco. Era, además, director del servicio de agua potable y alcantarillado de Puerto Vallarta, así como jefe de oficina del alcalde de ese municipio, el morenista Luis Michel.
Se sabe que al llegar al restaurante llevaba una mochila, que no fue encontrada.
Se ignora por qué o para qué un director de alcantarillado necesitaba una escolta de la que formaba parte nada más y nada menos que un exjefe de la policía de Vallarta.
Se ignora por qué, según la fiscalía, ese funcionario municipal y potencial candidato a la gubernatura, se reunió a comer con la gente del crimen organizado que finalmente lo ejecutó.
Lo que queda claro a lo largo de los años es que no importa qué partido gobierne el estado: PRI, Morena o Movimiento Ciudadano.
Jalisco está podrido, lleno de fosas, acribillados y encostalados.
El asesinato del consejero de Morena vuelve a poner sobre la mesa la relación entre la política y el crimen organizado. Nos vuelve a hablar del poder real, de la enorme impunidad, que el cártel más violento de México ha establecido.
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