El lunes pasado, a las 21:40, al realizar un recorrido de prevención del delito por la colonia Peralvillo, al norte de la Ciudad de México, el policía segundo Alejandro Hernández Ramírez fue informado de que en Circuito Interior y Calzada de Guadalupe había una persona que amenazaba con arrojarse al vacío.

Algún automovilista acababa de reportar la emergencia al 911. Hernández Ramírez solicitó apoyo por radio y se dirigió hacia aquel punto.

Justo sobre el paso a desnivel, encaramado en la viga de contención, había un hombre de unos 30 años que gritaba un nombre: Sofía.

Al director operativo de la Zona Centro, el primer inspector Marco Antonio Ramírez Rocha, cuyo indicativo es “Apóstol”, el llamado lo sorprendió en la esquina de Cuauhtémoc y Avenida Chapultepec.

“Apóstol” tiene a su cargo ocho sectores: Roma, Asturias, Buenavista, Tlatelolco, Morelos, Centro y Alameda.

En una ciudad absolutamente vacía, le tomó solo siete minutos llegar al sitio de la emergencia. Ya se encontraba ahí personal del ERUM, la Cruz Roja, los bomberos y el sector Tlatelolco.

Había luces, torretas, gritos.

—Bájate, compadre.

—¡Tranquilo!

—Dame el nombre de tu esposa.

—¿Tienes hijos? Piensa en ellos.

El hombre, cuyo nombre es Martín, se limitaba a gritar:

—¡Sofía! ¡Traigan a Sofía!

“Se veía muy alterado —recuerda Ramírez Rocha—. Cada que le decían algo gritaba y amagaba con saltar.”

Martín llevaba diez minutos ahí y cada vez lucía más fuera de sí. “Realicen el rescate ya”, ordenó por radio el secretario de Seguridad Ciudadana, Omar García Harfuch.

Marco Antonio Ramírez Rocha comenzó como policía raso en 2006. Fue policía segundo, policía primero, suboficial, segundo oficial, primer inspector y director regional. Ha patrullado calle por calle varias delegaciones y en 14 años de atender emergencias diarias ha visto lo peor que puede ocurrir en una ciudad.

Aunque dice que nada lo ha lastimado tanto como tener que rescatar niños sepultados entre las estructuras colapsadas del Colegio Rébsamen.

Cuenta también que en esos años ha aprendido que casi siempre la vida y la muerte se resuelven en un segundo.

Mientras el personal de seguridad y rescate hacía labor de convencimiento, Ramírez Rocha tomó la decisión de ir por atrás.

“Tomé la decisión cuando vi que no íbamos a convencerlo de que no se arrojara. No se podía razonar con él. Entonces me aventuré”.

Un video captado por un curioso registra lo que ocurrió a continuación.

“Yo no tenía esa intención. Mi idea era que íbamos a acercarnos a él desde el frente. Pero el riesgo era mucho. Vi que había otra opción viable en ese momento”, dice.

El primer inspector aprovechó que los agentes del sector Tlatelolco estaban distrayendo a Martín y, sin que el otro lo notara, se encaramó él también a la viga de contención.

“No me pareció tan difícil. Me subí a la viga mientras los otros lo distraían. El corazón me latía fuerte. Comencé a avanzar despacio, sentí la adrenalina, pero no dudé: me tocaba esa acción. Fue el caso que esa acción me tocaba”.

El video se viralizó. El primer inspector recorrió la viga en dos o tres saltos, y cayó sobre Martín como en una jugada de futbol americano.

“Por suerte había curiosos grabando —dice—. Ojalá ese video sirva para que se vea que los policías hacemos nuestro trabajo y que tenemos la convicción de que sirve para salvar vidas”.

Sobre lo que hizo, explica (supongo que con una sonrisa):

“Ahora se ve más difícil. Ayer, no”.

Ramírez Rocha tiene dos hijos de 11 y 14 años. “Me llamaron por teléfono. Y más tarde, cuando me vieron, me abrazaron. Los vi orgullosos. Para mí, eso fue lo más importante de lo que pasó”.

Martín fue trasladado a un hospital para su valoración.

También suceden buenas cosas en la ciudad herida.

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