Fue una imagen brutal. Dentro de la Suburban color plata, dos escoltas con el rostro destrozado por las balas; a un lado de la camioneta, tirado sobre la banqueta en medio del río de su propia sangre, un hombre pedía su teléfono.

Los mirones grababan.

―¿A quién quiere que se le marque, señor?

―A mi esposa.

―¿Tiene su número de teléfono?

―No me lo sé…

Minutos antes, un comando había intentado ejecutar al presidente municipal, en realidad el cacique, de Concordia, Chiapas, Miguel Ángel Córdova Ochoa. Eran casi las 11 de la mañana. El alcalde, que había recibido el cargo de manos de uno de sus hijos y cuya familia se ha rotado el poder desde hace casi 20 años, acababa de entrar a un festival escolar en el colegio Octavio Paz, donde estudian sus hijos menores.

Sus escoltas quedaron a las puertas de la institución.

Entonces vino el ataque.

Los dos hombres que esperaban dentro de la Suburban murieron de manera instantánea. El otro intentó escapar del fuego de los fusiles. Pero no lo consiguió. Su sangre formó un charco que bañó la banqueta y corrió hasta el arroyo. Murió a bordo de la ambulancia de Protección Civil que lo llevaba al hospital.

Concordia es uno de los municipios chiapanecos que se disputan el Cártel Jalisco y el Cártel del Pacífico. Al alcalde se le ha acusado del desvío de 146 millones de pesos, y de tener a su servicio a un grupo de sicarios guatemaltecos.

Era el fin de semana en que las “corcholatas” que aspiran a suceder en el cargo a Andrés Manuel López Obrador no daban muestras de tener otra cosa en la cabeza que la ambición de quedarse con el poder. Una orgía de actos públicos, declaraciones, manifestaciones de apoyo, fotos y videos subidos en TikTok y en Twitter, ataques encarnizados entre sus granjas de bots.

En el panteón de Santa María Ahuacatitlán, en Cuernavaca, Morelos, un comando formado por seis sujetos que llegaron a bordo de tres motos, disparó el sábado pasado contra 30 personas que llevaban a cabo una ceremonia fúnebre (la conocida como “Levantada de Cruz”), para despedir a un ser querido.

Uno de los asistentes recibió seis impactos mortales. Otro más murió de camino al hospital.

En una barranca cercana, en las proximidades del Río Apatlaco, y luego de un operativo realizado con drones, unidades caninas y brigadas de buscadores, personal de la Fiscalía de Morelos anunciaba el hallazgo de seis cuerpos en estado de descomposición. Los indicios señalaron que probablemente se trate de personas reportadas como desaparecidas hace unos días, entre Emiliano Zapata y Temixco, cuando se dirigían a una fiesta.

Se acababa de reportar que en General Bravo, una familia que transitaba a bordo de un Aveo de Monterrey a Reynosa, Tamaulipas, había sido atacada por un grupo de la delincuencia organizada. La unidad recibió 80 impactos. Cirely, una joven de 17 años de edad, perdió la vida. Un hombre de 66 resultó herido.

El mismo día, en una colonia de Chihuahua, Chihuahua, un hombre que circulaba en una Lobo negra recibió más de 80 impactos efectuados por los tripulantes de un vehículo que se le emparejó. Su cuerpo quedó completamente destrozado por las ráfagas. Era el ejecutado número 13 en solo diez días.

Tres días antes, en Coronado, Chihuahua, un enfrentamiento entre células criminales de los Salgueiro y La Línea dejó un total de siete muertos: el mismo número de cadáveres que arrojó una ejecución múltiple cometida en el municipio de Perote, en Veracruz. Los cuerpos aparecieron en una fábrica de ladrillos: el gobernador de la entidad, Cuitláhuac García, se apresuró a decir que se trataba de “un punto de venta de droga”, y que de los muertos dos “eran familia” y “tres consumidores”.

En un lapso de tres días, aquellos en los cuales el anuncio de que Marcelo Ebrard iba a renunciar a la Cancillería significó de algún modo el banderazo de salida de la sucesión presidencial, hubo enfrentamientos en Aguililla, Uruapan y Apatzingán, Michoacán. En el primer municipio uno de los grupos criminales dejó abandonados 2,764 cartuchos, así como explosivos y cargadores. En la última alcaldía, pistoleros rafaguearon las antenas que había en los cerros, dejando a miles de personas sin teléfonos ni celulares.

En esos días, en Díaz Ordaz y Reynosa, la Guardia Estatal fue atacada en la Ribereña: uno de sus vehículos se incendió. Con tres heridos, los agentes pidieron ayuda de manera desesperada: habían oído por radio que al lugar se acercaba un mayor número de sicarios. Los grupos criminales bloquearon la carretera con llantas, y le prendieron fuego.

En San Martín Mexicápam, Oaxaca, dos personas fueron acribilladas a las puertas de una escuela, y en José María Morelos, Quintana Roo, las autoridades localizaron siete osamentas.

En la carretera que va de León a Aguascalientes, criminales bloquearon ambos sentidos para robar tres camionetas de lujo que transportaba un tráiler nodriza. La operación duró más de 30 minutos. La Guardia Nacional no apareció.

Una balacera en Santa Ana, Sonora, en la que un grupo criminal se enfrentó a efectivos militares, dejó un muerto y provocó que la carretera permaneciera bloqueada durante más de dos horas.

En el Cacahuatal, municipio de San Luis Ojitlán, Oaxaca, otro enfrentamiento dejó tres muertos.

En Plaza Antea, en la ciudad de Querétaro, un empresario de Aguascalientes que se aprestaba a asistir a una boda fue ejecutado durante un operativo criminal en el que participaron al menos siete personas (seis hombres y una mujer). En la ciudad de México, una camioneta que circulaba por la alcaldía Álvaro Obregón fue atacada por motosicarios que efectuaron al menos 40 tiros.

En la comunidad de El Lobo, en Zacatecas, un enfrentamiento armado dejó cuatro muertos, así como varios vehículos baleados y chocados.

Un video mostró, además, la manera en la que una familia fue asaltada de manera violenta en un restaurante de Cañada Morelos, en Puebla: hombres con pasamontañas y chalecos tácticos les apuntaron a la cabeza, mientras exigían las llaves de su camioneta:

―¿Dónde está el carro, la Raptor, la Raptor?

Una de las víctimas se resignó al asalto: solo pidió a los criminales que no se llevaran el cable de su tanque oxígeno:

―Denme mi cable para cargar esto, me hace daño. Nada más el cable –les dijo.

Mientras el grupo gobernante inicia la puja por el poder, ciudadanos de todo el país nos quedamos solos. Y esto apenas comienza.

Suscríbete aquí para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión, y muchas opciones más.
Google News

TEMAS RELACIONADOS