Pobladores denunciaron que el retén del Cártel de Sinaloa que la candidata presidencial encontró este domingo en Mazapa de Madero, Chiapas, está ahí de manera permanente desde hace meses.
Uno de ellos declaró a la prensa: “Ahí vigilan quién entra y quién sale de la zona, ahí nos revisan los celulares, nos revisan los coches, revisan todo lo que pasamos en nuestras bolsas, en las mochilas…”.
Claudia Sheinbaum dudó de que se tratara de un retén del crimen. Pero lo que más le llamó la atención, según declaró más tarde, fue que los únicos periodistas que hubieran aparecido en ese momento fueran los de Latinus (que por lo demás se hallaban cubriendo su gira).
“Algo muy extraño, la verdad”, dijo.
El presidente López Obrador declaró en su “mañanera” que era muy probable que se hubiera tratado de un montaje, “porque los de Latinus son capaces de eso y más”.
Como siempre, lo más fácil es negar la realidad.
En mayo del año pasado el presidente se jactó de que a los Servidores de la Nación los respetaban los narcos. Admitió que muchos de ellos habían llegado a ser retenidos en los retenes del crimen organizado, “pero como usan chaleco ya los identifican y los respetan”. Contó incluso una anécdota: la de un sicario que le reclamó a un servidor que el apoyo no le había llegado a su abuelita.
Sheinbaum encontró, en realidad, la situación que se vive en las carreteras y los caminos de Chiapas, pero también de Michoacán, Jalisco, Guanajuato, Quintana Roo, Sinaloa, Baja California, Veracruz, Zacatecas, Sonora, Chihuahua, Aguascalientes, el Edomex, Guerrero, Morelos, Puebla, Nuevo León, Querétaro, Durango, Hidalgo, Tabasco y Tamaulipas.
En junio del año pasado una solicitud de transparencia dada a conocer por Reporte Índigo mostró que en los archivos de la Guardia Nacional había reportes sobre 119 retenes clandestinos detectados por esa corporación entre 2019 y 2023. La Secretaría de Seguridad Pública de Michoacán, mientras tanto, tenía el registro de 169 retenes que sujetos armados habían establecido en el estado.
Eran el teatro de extorsiones, robos, asesinatos, secuestros, desapariciones... Solo a tres kilómetros de Aguililla, Michoacán, un retén del crimen organizado estuvo montado de manera permanente a lo largo de dos años: “¡Oríllense, sus credenciales!”, fue la orden que los pobladores escucharon, invariablemente, durante ese tiempo.
Los retenes impuestos por los grupos criminales son la pesadilla de quienes no portan un chaleco de color guinda, mientras el presidente normaliza entre chistes su existencia y admite lo que miles de pobladores saben: que el Estado no controla el territorio.
En junio de hace dos años los reporteros que cubrían una de las tantas giras de AMLO al estado de Sinaloa fueron detenidos por un retén del Cártel de Sinaloa en las cercanías de La Tuna. López Obrador se quejó de la cobertura que los medios dieron al suceso: “Un escándalo por un retén, esa es la nota”.
Contra las versiones de los periodistas retenidos dijo incluso que no sabía “si lo del retén era cierto”. El gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, también criticó la cobertura. Señaló que “se exageraba” y reconoció que los retenes “son comunes” en Sinaloa.
Ríodoce dio a conocer entonces que ese cartel tenía instalados retenes o “puestos de control” en 18 municipios del estado.
Un experto en temas de violencia, el investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa Juan Carlos Ayala detalló que el cártel de los hijos del Chapo tenía retenes “permanentes”, “improvisados” y “en movimiento”. Rocha Moya tenía razón: eran tan comunes que, según Ayala, se habían convertido en parte del paisaje geográfico y los pobladores los veían “como parte de la zona en que viven”.
La carretera Monterrey-Nuevo Laredo es prácticamente intransitable. En Tamaulipas, los grupos criminales controlan 200 kilómetros de La Ribereña. Todos los caminos que atraviesan la Sierra Tarahumara están en manos de los narcos. De Agua Prieta a Mexicali y de Hermosillo a Nogales, por citar solo dos de las carreteras del terror, el dominio lo tienen los cárteles.
La Alianza Mexicana de Organizaciones de Transportistas ha denunciado hasta 38 casos de robo diarios. La Autopista 57, que une la ciudad de México con Nuevo Laredo es la pesadilla de los viajeros. El tramo de San Luis Potosí a Matehuala es considerado uno de los más peligrosos de México. La otra zona de terror corre entre México, Puebla y Veracruz.
Convoyes, encapuchados, armas largas, “monstruos”, incluso barricadas con fusiles Barret forman parte del paisaje geográfico del que hablaba el investigador de la UAS.
Para el presidente todo es un montaje: esos de Latinus son capaces de todo, y para la candidata del oficialismo la aparición de encapuchados en una carretera es algo muy extraño.
Mientras, hundidos en su soledad, miles siguen perdiendo sus autos, sus bienes, sus vidas.