“—¿Si le habla El Mayo Zambada o alguno de los hijos de El Chapo Guzmán se sienta usted a platicar con ellos?

—Habría que verlo. No tengo una negativa desde ahora. Yo creo que eso lo tendrías que hacer en el marco de una estrategia que le dé cabida a esto, porque finalmente, imagínate, tú, un gobernador del estado estableciendo ese criterio, olvidándose del contexto nacional. Tendría que diseñarse una política más nacional. Finalmente, te lo digo, yo no tengo ataduras, no tengo telarañas. Finalmente yo soy de Badiraguato, no soy capo, no soy narco (pero) hay que explorar nuevas cosas, y hay que quitarnos la hipocresía de la cara y de la cabeza: ‘Yo no’ ‘No me puedo acercar’… Yo creo que no, yo creo que hay que tener mayor apertura.

—¿Entonces hay que coordinarse con el narco?

—Pues hay que buscar una forma de hacerlo…”.

La fecha era abril de 2021, mes y medio antes de las elecciones intermedias.

Carlos Loret entrevistaba al entonces candidato a la gubernatura de Sinaloa, Rubén Rocha Moya.

Aquellas elecciones, en las que Rocha Moya admitió que no era posible gobernar Sinaloa sin sentarse a platicar “con los señores”, ilustraron la magnitud de la presencia y el poder que tuvo en el estado Ismael El Mayo Zambada.

En esos mismos días, cuando los hijos del aspirante del PRI a la alcaldía de de Culiacán, Aarón Rivas Loaiza, fueron amenazados para que este abandonara la contienda, se buscó a un candidato al que el narco no pudiera “bajar del caballo”.

El entonces gobernador Quirino Ordaz propuso al líder de la CNC, Faustino Hernández Álvarez. La razón: era bien visto por El Señor del Sombrero, según documentó entonces el semanario Ríodoce.

De acuerdo con esta publicación, Hernández Álvarez fue a pedir la venia de El Mayo. De hecho, durante su campaña se bautizó él mismo como El Candidato del Sombrero, “para evocar subliminalmente la figura” del poderoso narcotraficante.

Sin embargo, el grupo contrario al del Mayo, Los Chapitos, tuvo otra opinión y los operadores de Hernández fueron secuestrados el viernes anterior a la elección: el candidato perdió por 17 mil votos.

En otras zonas del estado, sin embargo, hubo vía libre para los candidatos que Zambada había palomeado. En Ahome, por ejemplo, los comandos de El Mayo recorrieron el municipio robando urnas, rellenando otras, amenazando a los votantes y ahuyentando a los representantes de otros partidos.

El Mayo tuvo brazos dentro de los gobiernos sinaloenses durante décadas enteras. Uno de los casos más escandalosos fue el del gobierno de Mario López Valdés, Malova, en donde los funcionarios más relevantes respondían al Señor del Sombrero.

Al momento de quedar bajo la custodia de autoridades estadounidenses, Ismael Zambada había extendido su dominio político y territorial, a través de la compra de voluntades y la acción de brazos armados violentísimos, en diversos estados del país.

Según la plataforma de datos y análisis sobre seguridad y crimen organizado Lantia Intelligence, la organización criminal de Zambada opera en Baja California, Sonora, Durango, Zacatecas, Jalisco, Michoacán, Guanajuato, Querétaro, y desde luego Sinaloa.

Otros análisis incluyen dentro de su radio de acción a los estados de Colima, donde disputa el puerto de Manzanillo, así como de Nayarit, Coahuila, Chiapas y algunas regiones de Chihuahua e incluso Nuevo León.

El Mayo Zambada fue el único capo de la vieja guardia que en medio siglo de trayectoria criminal no pisó una cárcel jamás. Ese medio siglo de impunidad involucra necesariamente la “coordinación” con políticos de todos los colores, que en dichos estados deben esperar con preocupación lo que parece el juicio inminente del narcotraficante. No solo en los altos círculos políticos la captura o la entrega del Mayo al gobierno estadounidense ha puesto a la gente a temblar.

Su imperio solo pudo ser construido bajo la “coordinación” de militares y marinos de alto rango. Bajo la “coordinación” de guardias nacionales y policías federales, estatales y municipales de todas esas entidades y a través de la gestión de empresarios que se encuentran al frente de sus empresas, muchas de las cuales, desde hace años, funcionan “legalmente”.

50 años son muchos. En todos ellos, alguien aceptó sentarse a negociar con El Mayo. Ese es el archivo que hoy tiene el gobierno de Estados Unidos en las manos.

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