Llegamos a Eje Central con el equipo de grabación de El Foco, el programa de televisión que conduzco con Veka Duncan en ADN40. Eran las 3 de la tarde de un lunes. La calle estaba atestada de vendedores ambulantes y el tráfico había vuelto a ser infernal.
Al doblar en Plaza de las Vizcaínas, para relatar la historia de ese sitio en donde alguna vez estuvieron los teatros Apolo y Politeama, y en donde triunfaron Agustín Lara, José Medel, Toña la Negra y Joaquín Pardavé, entre otros, notamos una rápida estampida de hombres con gorra y bolsas de las llamadas “mariconeras” cruzadas al pecho.
Algunos se esfumaron a bordo de motonetas. Otros cruzaron las puertas de vecindades cercanas. Parecía que hubiéramos sorprendido a alguien haciendo algo indebido, ilícito, tremendo. Nos rodeó un silencio de muerte.
¿Habíamos echado a perder una importante junta? Sin dejar de grabar, los miembros del equipo caminamos por la plaza bajo la mirada escrutadora de varias personas que caminaban tras nosotros intentando averiguar qué hacían ahí esas cámaras.
Algo parecido, muy parecido, nos ocurrió un par de años antes. Pero aquello sucedió en las calles más apartadas y “calientes” de Tepito, y justo al momento en que, relatando leyendas coloniales de fantasmas, nos sorprendió la noche.
Ahora no. Ahora sucedía en pleno Eje Central, a plena luz del sol.
Caminamos por Meave, Aldaco, Echeveste y Mesones, siguiendo la pista de edificios y personajes históricos. Alguien nos acompañaba, a la distancia, desde una motoneta. El que la conducía nos observaba como si en lugar de ojos poseyera dos alacranes.
Volvimos a la semana siguiente. Recorrimos desde el antiguo cine Teresa hasta la Torre Latinoamericana. No voy a hablar de que, con sus cines, sus escaparates, sus librerías, sus restaurantes, sus edificios, sus rascacielos, San Juan de Letrán —el actual Eje Central— fue considerada alguna vez el Broadway mexicano: la calle que hizo que México dejara de ser ciudad y se convirtiera en metrópoli. Diré solamente que no era la primera vez que grabábamos en ese tramo —lo hemos hecho desde una década—, y que yo nunca había visto lo que vi en ese recorrido.
Desde hace unas tres décadas, la calle, en mayor o menor medida, y según el gobierno en turno, ha estado siempre plagada hasta la coronilla de vendedores ambulantes. Hubo gobiernos que obligaron a estos a actuar embozadamente, como fingiendo que en realidad no estaban. Hubo otros que les permitieron hacer hasta tres filas de puestos por banqueta, como en el periodo 2000-2006, donde consta que privó el lema: “La Cuota es Primero”.
Lo que nunca había visto era lo que hoy estaba rodeando a los ambulantes, a los cientos, miles de ambulantes. Cada tramo, y en especial frente cada plaza, había hombres con gorras y “mariconeras”, vigilando, custodiando, protegiendo. Decenas de motonetas con más jóvenes con gorras y “mariconeras” se hallaban estacionadas en las laterales.
Advertimos esto por dos cosas. Porque debido a una marcha cerraron al tráfico la avenida, y porque a medida que las cámaras pasaban por la calle vacía todos ellos se agitaron y se revolvieron. De pronto, Eje Central era un avispero.
Avisaban por radio o por teléfono. Los ambulantes levantaban sus puestos para que no fuéramos a grabarlos. Los “vigilantes” de cada tramo y cada plaza insultaban al equipo, le exigían “apuntar” para otro lado. Las motonetas nos seguían y todos se iban tornando cada vez más amenazantes, más agresivos.
No dejamos de grabar, ni de hablar de los edificios históricos ni de los personajes ilustres. En otras situaciones complicadas ese recurso nos ha ayudado.
Repito que en 13 años he grabado muchas veces en San Juan de Letrán. No habíamos visto nunca algo semejante.
A plena luz del día, la Unión Tepito se adueñó de San Juan de Letrán. Sin que nos diéramos cuenta, pusieron bajo cuota a los comerciantes “fijos” y a los ambulantes. Lo confirman líderes, comerciantes, funcionarios de la alcaldía, agentes de inteligencia, policías de investigación, personal del gobierno capitalino.
De Izazaga a Avenida Juárez, la Unión Tepito está cobrando “protección”. La consigna es “pagar o levantón”.
En la avenida existen al menos 20 plazas: Victoria, Meave, Latino, Atenas, Teresa, Friki Plaza, Centrocel. En algunas de ellas laboran casi mil vendedores. Cada mes, la Unión obtiene hasta 500 mil pesos por cada una de ellas.
En este espacio se han relatado desde hace unos años los asesinatos de una docena de líderes del centro, la manera en que la delincuencia se ha apoderado de sus calles y sus plazas.
Hoy, los secuestros y los “levantones” ocurren en San Juan de Letrán/Eje Central a la luz del día. Los sicarios irrumpen en las plazas pistola en mano y “levantan” a la gente que no paga para que la protejan… de ellos mismos.
“Aquí no se salva ni la señora de las quesadillas”, afirman los vendedores.
Suponiendo que lo desconozca, el gobierno de Claudia Sheinbaum podría mandar a caminar, a ver y a escuchar lo que ocurre en Eje Central a algunos de sus funcionarios. No tendrían que molestarse en ir demasiado lejos. Créanme: desde sus oficinas, la avenida centenaria les queda a solo unos pasos.