Ayer al mediodía fue asesinado a la salida de un gimnasio en Interlomas el director general de operaciones de los Estacionamientos Públicos del Centro, A.C., Roberto Carlos Murillo.
Murillo operaba, entre otros, un estacionamiento ubicado en Eje Central, que hace meses fue cateado por elementos de la fiscalía capitalina por una supuesta denuncia relacionada con delitos contra la salud.
Como ocurrió en marzo pasado en la empresa Black Wallstreet Capital, ubicada en la colonia Anzures, en donde policías capitalinos encapuchados, pretextando la realización de un cateo por supuestas denuncias de narcomenudeo, desaparecieron tres millones de dólares y 15 millones de pesos —luego de destruir las cámaras del sistema de monitoreo para borrar la evidencia, sin imaginar que existía un sistema de vigilancia alterno—, el cateo realizado en el estacionamiento de Murillo estuvo preñado de irregularidades.
Las ilegalidades cometidas por los policías capitalinos fueron tantas (destrucción de cámaras de vigilancia, sustracción de valores y dinero) que, aunque empresarios del Centro Histórico afirman que para nadie era un secreto que este personaje se hallaba en estrechos tratos con dirigentes de la Unión Tepito, Murillo pronto logró quitarse de encima el proceso, y recuperó la libertad.
Su ejecución ocurre a solo unos días del asesinato de Odely “N”, sobrina del fundador de la Unión Tepito, Francisco Javier Hernández, ocurrida en la colonia Aragón Inguarán.
La noche del 31 de mayo pasado el periodista Antonio Nieto reportó el asesinato de dos personas que iban a bordo de una camioneta. Se supo que se trataba de los propietarios de las llamadas Licuachelas de Tepito, conocidas también como Dolls Drinks.
Testigos afirmaron que les habían disparado al menos en siete ocasiones desde una motocicleta. Según fuentes gubernamentales, horas antes de la ejecución, la pareja recibió el aviso de que su negocio iba a ser cateado, y decidió mover una fuerte cantidad de efectivo y joyas. Se afirma que andan extraviados objetos de oro que les pertenecieron.
El lunes pasado, siete elementos de inteligencia de la Secretaría de Seguridad Ciudadana –cinco hombres y dos mujeres– fueron detenidos por ejercicio abusivo de sus funciones, así como por abuso de autoridad, según un comunicado emitido por la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México.
Sin mencionar los tres millones de dólares ni los 15 millones de pesos desaparecidos en el “cateo” efectuado en Black Wallstreet Capital, la fiscalía informó que lo reportado en el informe policial firmado por los elementos “posiblemente no corresponde a cómo sucedieron los hechos”.
La fiscalía adoptó esta decisión a dos meses de los acontecimientos, y debido a la presión que desató un reportaje de Miriam Moreno, presentado en el noticiero de Ciro Gómez Leyva.
Miriam Moreno obtuvo las imágenes del sistema de grabación alterno de Black Wallstreet Capital, en las que se aprecia la manera en la que los agentes se apoderaron de maletas y bolsas de plástico repletas de dólares.
De esas maletas y esas bolsas de plástico no ha vuelto a saberse más. Así que, en efecto, lo reportado por las autoridades “posiblemente no corresponde a cómo sucedieron los hechos”.
Los agentes presentaron ante la fiscalía armas y paquetes con presunta cocaína que, según se vio en los videos, en realidad no se hallaban en donde la policía dijo haberlos encontrado.
En los últimos tres años en la Ciudad de México se han realizado y denunciado cerca de 20 cateos efectuados de manera irregular.
En la mayor parte de estos, la cantidad asegurada no corresponde con las sumas reportadas por quienes tomaron parte en ellos.
“Posiblemente”, para decirlo en palabras de la fiscalía, lo que vimos en los videos de Black Wallstreet Capital es el modus operandi de un grupo de policías de la ciudad.
El mismo que estaría relacionado con el “cateo” donde se detuvo a Roberto Murillo, el personaje asesinado ayer, y a quien en el Centro Histórico relacionan con movimientos de dinero y droga.
Black Wallstreet Capital sería solo la punta del iceberg de una forma de robar que no se veía en la capital del país, como lo escribí aquí hace una semana, desde los oscuros tiempos del general Durazo.