Como muchos otros de su estirpe, Rafael Caro Quintero pasó los últimos meses de su vida en libertad viviendo de manera precaria, escondido en la región serrana donde se juntan los estados de Sinaloa y Chihuahua.
Una alianza con el Nuevo Cártel de Juárez y su brazo armado, La Línea, le ofrecía seguridad cuando se movía del lado chihuahuense de la sierra.
En su principal bastión, mientras tanto, al norte de Sonora, la operación del Cártel de Caborca, el grupo criminal que Caro Quintero fundó tras su salida de un penal de Jalisco en agosto de 2013, quedó en manos de un sobrino sanguinario: Rodrigo Páez Quintero, conocido como El R, y de su jefe de sicarios, José Darío Murrieta Navarro, El Cara de Cochi, líder del grupo de gatilleros conocidos como La Barredora 24/7.
Páez Quintero y El Cara de Cochi fueron los encargados de contener a los otros grupos interesados en controlar Caborca, un punto estratégico para el cruce de fentanilo, entre otras drogas: Los Salazar y Los Cazadores, ambos al servicio de Jesús Alfredo, Ovidio y Archibaldo Guzmán, los hijos de El Chapo, conocidos como Los Chapitos o Los Menores.
En 2013 Caro Quintero llegó a Sonora a reclamar su “derecho de antigüedad”. Era la región que tradicionalmente había manejado hasta antes de caer en prisión acusado de la tortura y asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena.
A través de una extrema violencia, acompañada por “levantones” y enfrentamientos, la gente de Caro logró replegar al grupo de Los Salazar, que se hallaba en control de ese territorio desde hacía décadas –y cuyos integrantes siguen permaneciendo leales a Los Chapitos.
Una ficha de inteligencia revela que, además de al violento Rodrigo Páez Quintero, Caro reclutó a otros familiares: Juan Pablo Quintero Martínez, El Pablito; José Gil Caro Quintero, El Pelo Chino, así como a Ramón Quintero Páez, apodado El Tiko.
Según los datos consultados, uno de los jefes principales de la organización fue Óscar de la Rocha Rivera, apodado El Chapón, cuñado de Caro Quintero y jefe de plaza en Caborca y Hermosillo, al que ejecutaron en mayo del año pasado.
El grupo lo completaban los hermanos Juan Pablo Quintero Navidad, alias El Cadete, y Sajid Emilio Quintero Navidad.
De todos estos jefes, solo El Pablito ha sido aprehendido.
Los enfrentamientos entre el Cártel de Caborca y sus rivales se desataron de manera incontenible en 2019 y fueron aumentando en su cuota de sangre y violencia. En los primeros nueve meses de ese año se contabilizaban ya 761 homicidios: la cifra más alta en una década.
Una madrugada de junio de 2020 unos cien vehículos con hombres armados incursionaron en Caborca, incendiando casas, negocios, gasolineras y automóviles. Las balaceras se prolongaron durante varias horas: los habitantes de la ciudad pidieron auxilio a la Guardia Nacional, a la Marina y al Ejército, pero los efectivos llegaron cuando todo había terminado.
A la mañana siguiente diez cuerpos sin vida fueron localizados sobre la carretera Caborca-Sonoyta: el saldo de la pugna de esa noche entre La Barredora y Los Salazar y Los Cazadores.
Caborca se hundió desde entonces en una suerte de toque de queda. Llegaron noticias de extorsiones a mineros y comerciantes. De ejecutados que eran abandonados en carreteras y caminos. En febrero de este año una nueva incursión provocó en la ciudad seis horas de disparos y terror.
Unos días antes de la detención de Caro Quintero, fuerzas federales detuvieron en San Miguel Horcasitas al comandante ministerial Benito Barrios Maldonado, acusado de brindar protección a su grupo criminal, así como a otras organizaciones del narcotráfico . El comandante era requerido en Arizona: la DEA lo acusaba de custodiar cargamentos que llegan a las costas de Sonora.
A Barrios lo detuvieron en plena comandancia, al lado de un grupo de altos funcionarios. La fiscal del estado, Claudia Indira Contreras, ni siquiera fue informada. De ese tamaño es el nivel de la infiltración: entre los detenidos se hallaba un funcionario adscrito nada menos que a la propia oficina de la fiscal.
Es pronto para decir cómo afectará la detención de Caro al Cártel de Caborca. Lo cierto es que sus mandos, su estructura y su ejército de sicarios, se mantienen intactos. Lo que sí es posible prever, para horror de los sonorenses, es que la lucha por el control del paso fronterizo arreciará, con su cuota de sangre, durante las próximas semanas.
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