En 2013 apareció en un puente de Tijuana una narcomanta con amenazas dirigidas a la policía municipal: “Policía que decomise droga o detenga personajes del cártel será acribillado”. La firmaba, entre otros jefes criminales, Alfonso Arzate García, conocido como “Aquiles”.

Era un enviado de El Mayo Zambada para aprovechar el debilitamiento del Cártel de los Arellano Félix, tras la captura y caída de algunos de sus principales jefes, y luego de la detención del capo Teodoro García Simental, alias El Teo.

“Aquiles”, según reportes de inteligencia, así como su hermano René Arzate García, La Rana, son ahijados del Mayo Zambada. A sangre y fuego lograron imponer el dominio de este en la ciudad fronteriza y controlar también el paso de droga por la ruta de Mexicali.

Aquella narcomanta, así como una serie de amenazas que los hermanos Arzate lanzaron por BlackBerry al entonces secretario de seguridad pública Alberto Capella, obedecía al desmantelamiento de una serie de narcotiendas y, sobre todo, a la detención de dos sobrinos del Mayo Zambada.

Con apoyo del Ejército, las autoridades lanzaron un operativo en contra de los hermanos. Los Arzate tuvieron que salir temporalmente de Baja California para buscar la protección de su padrino.

Desde 2014 el gobierno estadounidense los acusó de conspirar para introducir droga a aquel país, y también “de coordinar y ejecutar acciones violentas en nombre del cártel, incluidos múltiples asesinatos y secuestros”.

Casi una década después habían logrado conformar un agresivo y violento grupo de choque. En agosto del año pasado, la Oficina de Control de Activos Extranjeros del Departamento del Tesoro señaló a “Aquiles” y a “La Rana” como jefes de plaza del Mayo Zambada en Baja California, y de dirigir “las operaciones de tráfico de drogas del cártel en Tijuana y municipios circundantes”.

Según la acusación, los hermanos “están involucrados en la importación de grandes cantidades de drogas ilícitas, incluido el fentanilo, a Estados Unidos” y “son conocidos por ser extremadamente violentos”: están “involucrados en la realización de operaciones de represión, como secuestros y ejecuciones para el Cártel de Sinaloa”.

De acuerdo con información del Centro Nacional de Inteligencia, los hermanos Arzate García dominan una de las tres principales rutas de tráfico de fentanilo que la facción del Mayo Zambada opera en la frontera norte.

Las otras dos serían la de Nogales, bajo el liderazgo de Sergio Valenzuela Valenzuela, El Gigio, y la de Mexicali, que maneja Jesús Alejandro Sánchez Félix, El Ruso.

En julio pasado el Cártel de Sinaloa tuvo una ruptura histórica. Joaquín Guzmán López, uno de los hijos del Chapo Guzmán, sometió y entregó al gobierno de los Estados Unidos al Mayo Zambada.

Durante la segunda mitad del mes de julio y a lo largo del mes de agosto se respiró en Culiacán, el principal bastión del cártel, lo que los periodistas definieron como “una tensa calma”. Al mismo tiempo, los reportes informaban que ambos grupos se preparaban para sostener una cruenta guerra: conseguían gente, armas, vehículos. La Mayiza, para vengar la traición cometida en contra de su líder histórico; los hijos del Chapo, para terminar de borrar a la facción rival y aprovechar el vacío de poder que la captura del Mayo habría dejado.

Surgieron reportes sobre encuentros de Ismael Zambada Sicairos, El Mayito Flaco, heredero del imperio criminal de Zambada, con algunos de sus principales asociados.

Finalmente, tras la ejecución de algunos operadores principales de ambos grupos, estalló el horror que hoy se vive en Sinaloa: cerca de 400 muertos, unos 500 desaparecidos, decenas de casas balaceadas o incendiadas, destrucción de las cámaras de vigilancia, bloqueos, robo de vehículos, cierre de negocios, virtual toque de queda por las noches, jornadas en las que se cuentan hasta 14 homicidios, constante aparición de cuerpos torturados junto a los que se dejan cajas de pizza (en referencia a la Chapizza) o sombreros que aluden a la prenda de vestir que caracterizó al Mayo —y lo hizo acreedor al mote de El Señor del Sombrero, y también, el miedo y la inseguridad que vive, como nunca antes, una ciudad entera.

A finales de octubre, en un enfrentamiento que dejó 19 muertos, fue capturado en Culiacán un operador de los hermanos Arzate García: Edwin Antonio Rubio López, El Oso. Quedó claro desde entonces que Aquiles y La Rana habían adoptado un bando en la disputa interna del Cártel de Sinaloa y habían decidido apoyar al hijo de su padrino: El Mayito Flaco.

En los últimos días, aunque el gobernador de la entidad, Rubén Rocha Moya, sigue hablando de hechos aislados, y la presidenta Claudia Sheinbaum guarda silencio, la violencia se ha recrudecido, imponiendo en la capital del estado verdaderas noches de pánico.

Fuentes de seguridad asocian este recrudecimiento con la entrada a Culiacán de células de sicarios procedentes de las zonas que Aquiles y La Rana controlan: con la llegada de refuerzos que, a pesar del despliegue militar, auguran más horas de violencia en Culiacán.

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