Con apenas una semana de diferencia una bala con instinto asesino le perdonó la vida a quien, en nuestro vecino país, se ha encargado de propagar el odio racial como estrategia para alcanzar el poder; el domingo pasado en Coacalco, Estado de México, otra bala, con el mismo instinto criminal, le quita la vida al Comisario Jefe Milton Morales Figueroa, coordinador general de la Unidad de Estrategia Táctica y Operaciones Especiales de la Secretaría de Seguridad Ciudadana capitalina.

¿Por qué la bala perdona a uno y mata al otro?, más que la experticia de la mano criminal, la respuesta quizás tenga que ver con el destino que tenemos que cumplir sobre esta tierra que está más allá de nuestra sincera comprensión.

Resulta desconcertante que el funcionario responsable de la inteligencia táctico-operativa y estratégica de la Ciudad de México pueda ser ejecutado con tanta impunidad si consideramos el conocimiento que el propio servidor público tenía de la labor de investigación que realizaba en contra de la delincuencia organizada, que ponía en riesgo su vida por afectar sus intereses criminales; y su pericia para advertir y eludir operaciones de observación, vigilancia y seguimiento. Apenas el 5 de julio había regresado de un curso en la India de Contravigilancia.

Por ello, como línea de investigación no se debe descartar una traición: que la información básica que permitió su ubicación el domingo por la mañana en Coacalco provino directamente de una filtración del interior de la SSC-CDMX, incluso de su círculo cercano.

Su ejecución nos muestra que el crimen organizado no solo tiene asesinos profesionales, cuenta también dentro de su brazo armado con criminales especializados en labores de inteligencia y contrainteligencia altamente eficientes, capaces de realizar infiltraciones en las instituciones de seguridad, seguimientos, escuchas, etc.; nos enseña el poder que tiene el crimen organizado capaz de calcular y aceptar el control de daños que representa la ejecución del mando de inteligencia policial de más alto rango en la SSC-CDMX, sin importarle la respuesta de las instituciones del Estado; y nos muestra también que, en las calles, el exceso de confianza mata, aún a los más avezados mandos de inteligencia policial.

La muerte del Comandante Morales expone una vez más que ser policía en nuestro país es un trabajo de alto riesgo. De acuerdo con el seguimiento que realiza Causa en Común, del 1º de diciembre de 2018 al 18 de julio de 2024, se han registrado, al menos, 2 mil 402 policías asesinados; 7 policías asesinados solo en la semana del 11 al 18 de julio de 2024; y 172 policías en lo que va de 2024.

Lo paradójico es que, a pesar de desempeñar un trabajo de alto riesgo, de acuerdo con el Instituto Belisario Domínguez del Senado de la República (Nota Estratégica no. 216, febrero 2024), un policía en México puede ganar mensualmente desde 2 mil 331 pesos (Morelos), como mínimo; hasta 12 mil 175 pesos (Nuevo León), como máximo; sin ningún pago por riesgo en el caso de las corporaciones de policía municipal (INEGI, Censo Nacional de Gobiernos Municipales y Demarcaciones Territoriales de la Ciudad de México 2023).

El pago por riesgo es la cantidad que se otorga a las personas servidoras públicas de mando dada la naturaleza, complejidad y responsabilidad de las funciones que tienen encomendadas. Las y los policías, mandos y personal subordinado, tienen como responsabilidad la seguridad pública como una función esencial del Estado, cuyo fin es salvaguardar la vida, las libertades, la integridad y el patrimonio de las personas; contribuir a la generación y preservación del orden público y la paz social; y prevenir, investigar y perseguir los delitos. La función policial es esencial para que las y los ciudadanos podamos contar con un entorno que nos permita ejercer nuestros derechos fundamentales y llevar una vida libre de violencia, casi nada.

La reforma en puertas debe ser no solo una reforma al poder judicial, debe ser una reforma integral, de seguridad y justicia, como lo fueron las reformas constitucionales de 1994 y 2008; y debe considerar no solo un salario digno sino un salario de acuerdo con la responsabilidad y riesgo de la función policial. La seguridad pública va a mejorar sustancialmente si comenzamos por garantizar la calidad de vida (salario y prestaciones) de nuestros policías.

Miembro de Número de la Academia Mexicana de Criminología

@hchincoyat

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