El sangriento ataque terrorista del ala radical de Hamas, al sur de Israel, que dejó mil 400 fallecidos y más de doscientos cincuenta rehenes, ha significado, como lo declaró el presidente estadounidense Joe Biden en su llamado a condenar dicha masacre, un parteaguas en la historia contemporánea de las relaciones internacionales.

En efecto, aparte de la respuesta de Israel, en su defensa, se han suscitado reacciones a nivel regional y global sobre ambos acontecimientos, lo que ha dado lugar a una polarización de la opinión pública, reminiscente de otros episodios de los constantes enfrentamientos entre israelíes y palestinos. Cabe señalar que uno de los aspectos que propician las reacciones de apoyo a una u otra parte, podría atribuirse a la falta de información sobre la historia del conflicto israelí palestino, y a la naturaleza de la organización palestina denominada Hamas.

En muchos países se han despertado sentimientos racistas como el antisemitismo y la islamofobia, alentados por grupos radicales tanto de derecha como de izquierda. Las posiciones políticas han fluctuado entre el firme apoyo a Israel, la condena de su intervención armada en la franca de Gaza, considerada excesiva y violatoria del derecho internacional, y la celebración de la temeraria provocación de Hamas que desestimó la reacción israelí poniendo en peligro a la población civil. No han faltado actitudes extremas para manifestar el apoyo a Gaza, como la ruptura de relaciones diplomáticas unas, como la de Turquía, actor importante en el contexto regional y otras francamente irrisorias como las de Belice y Bolivia.

Algo que ha influido de manera innegable en estas posturas ha sido la ignorancia, hasta cierto punto entendible, sobre la naturaleza de Hamas, por una parte y, por la otra, del añejo conflicto israelo-palestino. Enfatizo el término israelo-palestino porque, por décadas, se ha hablado de un conflicto árabe israelí, sin tomar en consideración que no todos los países involucrados, ya sea directamente o por extensión, son árabes, como es el caso de Irán, Líbano Egipto y Siria. Podríamos afirmar que étnicamente los países de la península arábiga pueden considerarse como árabes. Y es que el impacto del imperio árabe en las costumbres, la religión y la lengua en el Medio Oriente tuvo como consecuencia la arabización de los países conquistados. En ese contexto la identidad palestina, muy anterior a la conquista árabe, se expresa, históricamente, como el feroz enemigo de los judíos desde los tiempos más remotos. Para entender los orígenes del conflicto árabe israelí, conviene recordar que el Estado de Israel identifica sus orígenes con la legendaria tierra de Israel, “Eretz Israel”, desde hace más de tres mil años. Las aspiraciones de la diáspora judía a regresar a su tierra después de dos mil años de exilio forzado, tras la Conquista de Jerusalén y la consecuente destrucción del Segundo Templo, en el año setenta de nuestra era, se consumaron, en mayo de 1948, con la creación de un hogar nacional para el pueblo judío: el Estado de Israel.

No puede soslayarse el hecho de que el pueblo judío ha sido víctima, por siglos, de innumerables vejaciones, discriminación y crímenes, por su supuesta culpabilidad en la muerte de Jesucristo. Sin embargo, las iglesias cristianas, que contribuyeron a la propagación de esta idea, no fueron las únicas instituciones culpables del abominable fenómeno del antisemitismo. Muchos países “civilizados” adoptaron la persecución de los judíos de manera sistemática, no solamente con la aplicación y promoción

del antisemitismo expresado en la difusión de libelos apócrifos como “Los protocolos de los sabios de Sion”, expresión del antisemitismo ruso en la época zarista, sino con políticas gubernamentales que instituyeron los pogromos, antecedente histórico del genocidio nazi, culpable del asesinato sistemático de seis millones de judíos en pleno siglo veinte. No obstante, al paso de los siglos, el pueblo judío ha logrado, de manera admirable, mantener su identidad, su fe y su resiliencia frente a la adversidad. Todo parece indicar que la reafirmación de identidad religiosa y nacional de esa comunidad ha obrado como acicate en su búsqueda de la excelencia en todo lo que emprende, ya sea en la ciencia, la cultura, las artes, la economía, las finanzas y la política.

Es interesante recordar que las relaciones entre judíos, cristianos y musulmanes no han sido siempre conflictivas ya que, a pesar de los cambios políticos que se produjeron a partir de la división del imperio romano: el imperio bizantino; la conquista árabe; los califatos; las cruzadas; el dominio cristiano, que propicio el asentamiento de colonos europeos, judíos, cristianos y musulmanes convivieron por siglos en Palestina. Sin embargo, la magnitud de la expulsión de los judíos, en la región que hoy conocemos como Medio Oriente, sometida por el imperio otomano hasta su disolución en 1917, siempre mantuvo una exigua comunidad judía que fluctuó considerablemente a través de los siglos. Es así como, para 1881, vivían en la zona de 20, a 25 mil judíos mayoritariamente en Jerusalén, hasta convertirse en mayoría absoluta de la población de la Ciudad Santa. Los cambios demográficos se produjeron en los albores del nacimiento del movimiento sionista que alentó la primera ola de inmigración judía a Palestina en 1886, como consecuencia de las persecuciones a las que eran sometidos los judíos en Europa y de las ideas de Moses Hess y del padre del Estado Judío Theodor Herzl que reivindicaban las aspiraciones del pueblo judío para retornar a su territorio ancestral.

Cabe señalar que los primeros asentamientos agrícolas en Palestina surgieron cuando los judíos compraban tierras a las autoridades otomanas y a los terratenientes árabes, cuyos asentamientos dieron lugar a tensiones entre árabes y judíos.

El surgimiento del sionismo se registró entre 1904 y 1914 y favoreció a una segunda ola de inmigrantes judíos a Palestina en número de 40 mil y, en 1909, un grupo de judíos rusos llegaron, después del fracaso de la revolución de 1905, fundando Degania, el primer kibutz.

Poco tiempo después, el Reino Unido, en voz de su ministro de Asuntos Exteriores, emitió la llamada declaración Balfour que contemplaba el establecimiento de una patria, en Palestina, para el pueblo judío. Por otra parte, al término de la Primera Guerra Mundial las inmigraciones judías se incrementaron despertando los primeros enfrentamientos entre palestinos y judíos, entre los que destacan los que ocurrieron en 1920 (la matanza de Hebrón) y los de 1929 en la ciudad de Safed. Estos conflictos, en su mayoría, fueron promovidos por un antisemita militante, Amin al-Husayni, quien durante décadas fue el principal líder palestino y principal aliado árabe del Tercer Reich.

Los británicos, al estallar la Segunda Guerra Mundial, en 1939, abandonaron la idea de crear un Estado Judío y prohibieron la inmigración judía a Palestina. Peor aún, obligaban a regresar a Europa a aquellos que habían logrado emigrar a Tierra Santa, legal o ilegalmente. El Holocausto y el apoyo de los líderes sionistas a los aliados propiciaron, ya sin restricciones, la inmigración judía que elevó el número de refugiados a 600 mil. Para esa época era una cantidad inusitada.

En 1947, ante la imposibilidad de poner fin al conflicto entre musulmanes y judíos, el gobierno británico decidió retirarse de Palestina y puso en manos de la ONU la pacificación del territorio, dando así un paso más para la creación del Estado de Israel con el apoyo de los Estados Unidos y la gran mayoría de los países. El 14 de mayo de 1948, antes de la salida de los británicos, se proclamó el Estado de Israel, habiéndose adoptado en la ONU la iniciativa para la división de Palestina en dos Estados, uno judío y otro árabe, propuesta que hasta la fecha no ha cristalizado.

Hemos visto que a partir de la creación del Estado de Israel, israelíes y palestinos no han cesado de tener enfrentamientos armados que han contado con el apoyo de los países árabes, por una parte, y de los Estados Unidos y Europa, por la otra. Destacan entre estos la guerra de los Seis Días que tuvo lugar en el verano de 1967 en la que triunfó el ejército israelí contra las tropas egipcias, sirias y jordanas. Israel conquistó la península del Sinaí hasta el Canal de Suez y las alturas de Golán en Siria al término del conflicto. Por otra parte, la llamada Guerra de Yom Kippur permitió a Egipto recuperar la península del Sinaí habiendo dado paso a los acuerdos de paz de Campo David, entre Egipto, Jordania e Israel. Sin embargo, la iniciativa del presidente Anuar al Sadat despertó el rechazo de los países árabes. El líder egipcio pagó con su vida haber iniciado el primer acuerdo de paz entre israelíes y árabes.

La Franja de Gaza, un pequeño territorio frente a las costas del Mediterráneo, fue ocupada durante un tiempo por Israel, para ser entregada a los palestinos años más tarde, quienes, bajo el liderazgo de Hamas, partido radical, financiado y armado por Irán, han llevado a cabo numerosos ataques con cohetes contra Israel. provocando, a fines de 2008 y principios de 2009 un incidente que causó la muerte de 14 israelíes entre civiles y militares y más de 500 heridos. La respuesta de Israel fue contundente, bombardeando el territorio palestino donde murieron más de mil 300 palestinos, resultaron heridos 5 mil y fueron destruidos numerosos edificios e infraestructura.

En una entrevista concedida a un periodista del New York Times, Al Hayya, miembro del politburó de Hamas, dijo que el ataque terrorista de Hamas del 7 de octubre, despertó al mundo de su profundo sueño y mostró que este tema debe seguir sobre la mesa. Agregó que esta batalla no busca mejorar la situación en Gaza, sino cambiar radicalmente la situación. Entonces entendemos que uno de los propósitos de la organización terrorista, aparte de desestabilizar al gobierno de Netanyahu, era poner nuevamente el tema palestino sobre la mesa y decirle a la gente que la causa palestina no moriría. Un miembro de Hamas en el exilio declaró que la organización espera que el estado de guerra con Israel se vuelva permanente en todas las fronteras y que el mundo árabe lo apoye.

Las palabras y los hechos de esa organización, emanada de la ¨hermandad musulmana¨ y parte del llamado eje de resistencia proiraní, no dejan la menor duda de la naturaleza de Hamas, que tiene como instrumento el terror para causar el mayor daño posible, tanto material como psicológico a su adversario. Prueba de ello es que planeó con más de ocho meses de anticipación el ataque del 7 de octubre en el que participaron al menos mil 500 de sus militantes, dispuestos a perder la vida con tal de convertirse en héroes y mártires.

Es importante señalar que las provocaciones que han tenido lugar en Israel como en Palestina, no siempre pueden atribuirse a los palestinos. Cuando en el septiembre del año 2000, me encontraba en la franja de Gaza para abrir la oficina de la representación mexicana ante las autoridades de dicho enclave, en mi carácter de embajador, dio inicio la segunda intifada que se conoce con el nombre “intifada” de Al-Aqsa, como respuesta a la presencia del entonces primer ministro israelí, Ariel Sharon, en la explanada de las mezquitas de Jerusalén. Los palestinos consideraron la visita de Sharon como una provocación cuyos enfrentamientos dejaron más de cinco mil palestinos muertos, contra mil israelíes. La victoria de Israel sobre la “intifada”, significó el aislamiento definitivo de la Franja de Gaza y el reconocimiento de Ramalá, en Cisjordania como sede de la Autoridad palestina, primeramente, con Yasser Arafat como presidente y, a su muerte en 2005, con Mahmud Abbas. Para entonces, el movimiento Hamas había despertado simpatías en Cisjordania y emprendía su campaña política que culminó con su reconocimiento como autoridad legítima en 2007.

Mis visitas a Jordania, Cisjordania y la Franja de Gaza me ayudaron a entender los vericuetos de la mentalidad palestina y compararlos con la israelí. Ambos pueblos tienen diferencias y semejanzas y lo que más los separa es el no haber logrado conciliar sus intereses y aspiraciones a pesar de los varios intentos que han puesto en marcha para ello. Tal vez el fin de esta guerra, cruenta y desproporcionada, logre finalmente el reconocimiento de dos Estados independientes que coexistan pacíficamente.

Embajador en retiro y primer representante de México ante la Autoridad Palestina

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