La coincidencia entre el arribo del presidente de Estados Unidos, Joseph Biden, a México y la detención de Ovidio Guzmán, el hijo del Chapo, no es accidental. Pronto tendremos más reportes de esto. No obstante, hay que celebrar su detención, así como la persecución y finamiento en Chihuahua del peligroso líder de una banda criminal, Ernesto Alberto Piñón.
Es positivo que Ovidio se encuentre ahora preso en una instalación militar que libre en las calles y que Piñón ya no pueda causarle daño a nadie.
También es una buena noticia que, al menos por ahora, se haya clausurado la incoherente y patética política de "abrazos, no balazos" para detener a quienes son causantes en grado supremo de las condiciones de inseguridad que reinan en el país.
Esta política de indolencia ha probado su fracaso desde el principio, pues no es ni razonable, ni lógica, ni eficaz. Hay que cambiarla de inmediato por una que sí funcione. Se hace indispensable, por lo tanto, repensar en su totalidad la estrategia de seguridad en México. Yo creo que aquí debemos de considerar todas las opciones a la luz de la gravedad de la situación. Y el problema es muy grave: lo que está en juego es la vida y la integridad de muchos mexicanos.
El debate está abierto. Yo no descarto la posibilidad de medidas ejemplares como establecer la pena de muerte para delincuentes confesos y sentenciados por delitos graves. No sería mi primera opción, pero tampoco olvido el clamor de las víctimas y sus familiares, y sé que vivimos en momentos críticos que requieren respuestas ejemplares.
Es indignante percatarse de la pusilanimidad del Presidente ante este problema. Y ese es el adjetivo más benigno que puedo encontrar. A diferencia del Presidente, yo no acepto que los criminales se burlen de la ley y condenen a los mexicanos al miedo y la zozobra. Yo no acepto que tengamos que vivir en un Estado fallido cuya actuación parece darle la razón a Hobbes de que la peor condición humana es una donde el hombre es el lobo del hombre.
Yo no habría dejado a Ovidio libre por cuatro años para detenerlo sólo hasta que Biden hubiera doblado mi mano. Yo no habría esperado a que hubiera habido un amotinamiento y matanza en un penal para haber detenido al "Neto".
Ahora viene un momento difícil, pues las bandas criminales querrán vengar a sus capos. La pregunta obligada es: ¿está preparado el alto mando del Gobierno para este desafío a su autoridad? Más nos vale que sí.
Quién no toma en serio la seguridad de la ciudadanía no puede ser dignamente Presidente de un país. Eso debería estar claro ahora y claro también cuando México vaya a las urnas en 2024. Por lo pronto hay que levantar la voz de exigencia. #YaEstuvo
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