Nadie sabe cuál será la duración del “nuevo” tratado de libre comercio entre México, Estados Unidos y Canadá, ahora reciclado bajo la sigla de TMEC (USMCA en inglés). Pero si tomamos como precedente lo ocurrido en los últimos tres años, en donde se revisó y ajustó el tratado a las necesidades expresadas e impulsadas por la administración del presidente Donald Trump, sí podemos tener la seguridad de que el tratado no ayudará a combatir ni frenar el cambio climático acelerado que hoy tiene al planeta sumido en una crisis de dimensión global.

Desde que iniciaron las conversaciones entre los tres países para actualizar el tratado en 2017, Greenpeace, junto a decenas de otras organizaciones sociales de México, alertó de la necesidad de colocar la protección del medio ambiente y el bienestar de las personas en el centro del mismo. De lo contrario, se corría el riesgo de repetir la historia de hace 25 años y reducir las complejas relaciones entre los tres países a lo meramente comercial. Lamentablemente, ha vuelto a ocurrir así. Los temas culturales, de derechos humanos, de migración, de salud, educativos o ambientales no son relevantes en la relación trinacional plasmada en el tratado: lo que importó fue garantizar el libre flujo de mercancías y servicios, y que éste no tuviera contratiempos o reparase en las externalidades ambientales o sociales.

Hoy nadie duda que el cambio climático está provocado por una acumulación excesiva de gases contaminantes en la atmósfera y que esto está asociado a actividades humanas… bueno, sí, hay unos pocos –y muy poderosos políticamente- que no solo lo dudan sino que lo niegan. Uno de ellos firmó el TMEC y representa al mayor socio comercial de México: Donald Trump. Es muy significativo que el TMEC no menciona al cambio climático, ni siquiera como un problema que impacta en lo económico y comercial.

Peor aún, el TMEC profundiza la dependencia de la región hacia los combustibles fósiles (petróleo y gas principalmente). Cuando la industria del gas y del petróleo ven con buenos ojos un tratado de este tipo, nada bueno se puede esperar en materia de medio ambiente y combate al cambio climático. En diciembre del año pasado el Instituto del Petróleo estadounidense afirmaba que mantener el libre flujo (sin pago de tarifas) de gas natural, petróleo y productos refinados hacia México y Canadá fortalecerá el liderazgo energético de Estados Unidos en la materia (S&P Global, 10 de diciembre de 2019) y ahondará la dependencia energética mexicana a los combustibles fósiles (particularmente gas) estadounidenses. Dado lo anterior, el tratado es consistente con la política energética nacional en donde la necesaria transición energética que México requiere para pasar a una matriz más limpia, segura y sustentable basada en renovables, no va a ocurrir. Al menos, no de manera ambiciosa como para ver una reducción significativa de emisiones contaminantes del sector eléctrico.

La falta de inclusión de una cláusula referente al abordaje del cambio climático debilita cualquier esfuerzo de apuntalar el capítulo ambiental del tratado, contenido en el capítulo 24.

El TMEC no nos va a ayudar a reducir emisiones ni la contaminación. Va a empoderar a las empresas dedicadas a la extracción, explotación, comercialización y quema de combustibles fósiles. Y hará estéril la ardua labor de insistir a las autoridades gubernamentales de la necesidad de aumentar su ambición para desacelerar la velocidad con la cual se está calentando el planeta.

Director Ejecutivo de Greenpeace México

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