Hace unos días concluyo en Dubái, Emiratos Árabes Unidos, la Conferencia de las Partes (COP) 28 del Acuerdo Marco de la ONU sobre Cambio Climático (AMNUCC). La Declaración final establece “un compromiso” no vinculante de los Estados para transitar de manera justa, ordenada y equitativa en un sentido opuesto al uso de los combustibles fósiles. Para muchos este es el principio del fin de los combustibles fósiles. Fraseado como el “transitioning away”, lo que se busca es iniciar una transición para dejar atrás, alejarse de los combustibles fósiles. Esto por supuesto, para que suceda, requiere que en cada país se tenga la suficiente y necesaria voluntad política para atenderlo de manera efectiva; de no ser el caso, no quedaremos en el “bla bla bla”.
Esto, se tiene que hacer en base a estudios científicos los cuales ya han demostrado que el calentamiento global y el cambio climático son producto de la actividad humana. Así lo ha demostrado el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) de la ONU el cual ha urgido a las naciones a tener mayor ambición climática para que la temperatura del planeta no suba más allá de las 1.5 grados.
También, implica inversiones millonarias para poder cumplirlo, es decir, si queremos que realmente se reduzca la generación de emisiones de gases de efecto invernadero, la comunidad internacional tendrá hacer que fluyan recursos para en efecto reducir las emisiones. En este sentido, no nada más se necesitan recursos por parte de los países desarrollados, sino que los que más necesitan apoyo son los países más vulnerables. Los países en vías de desarrollo no pueden hacer frente a los efectos de un cambio climático que no han causado y que a la vez resienten los impactos de la manera más catastrófica.
Esto está relacionado con el lanzamiento formal que se hizo en la COP28 del fondo de pérdidas y daños, el cual busca justamente ayudar a los países que más sufren por el calentamiento global y el cambio climático sin que sean ellos los que están emitiendo las emisiones de gases de efecto invernadero que lo causan. ¿Si no han fluido los 100 mil millones de dólares comprometidos en el 2020 como garantizar que llegarán los recursos para este fondo?
Si bien los países ricos e industrializados como China y Estados Unidos son los que más tienen que hacer, eso no quiere decir que el resto de los países nos quedemos con los brazos cruzados. Tenemos que actuar conforme al principio de las “responsabilidades comunes pero diferenciadas” en donde al final del día todos deben contribuir dentro de sus capacidades para generar una solución; ello implica que los países que más responsabilidad y recursos tienen deben contribuir proporcionalmente a los daños que han generado. Sin embargo, los que menos emiten también tienen que actuar en función de la proporcionalidad con la que contribuyen al problema que enfrentamos como humanidad.
En Dubái se firmó un pacto para triplicar las energías renovables y duplicar la eficiencia energética al 2030, algo a lo que México se adhirió. Ahora, nada más nos falta saber cómo se pretende cumplir, en qué tiempos y con qué recursos.
A nivel nacional, México debe de tener una hoja de ruta para la eliminación gradual del petróleo, gas, carbón y el combustóleo. Para que ello suceda, hay que hacer las inversiones que se requieren con criterios claros de asignación y ejecución de recursos. Nuestras contribuciones nacionalmente determinadas, derivadas del Acuerdo de París, deben de ser más ambiciosas y en consecuencia cumplir con el principio de progresividad que establece el mismo Acuerdo. Hoy en día, el Climate Action Tracker califica los esfuerzos de México como de críticamente insuficientes. México debe de comprometerse, al igual que lo han hecho otros países, con las emisiones netas cero. Al día de hoy no lo hecho. ¿Será el 2060 un año realista para lograrlo?