Guillermo Sheridan

Una carta del casi comunista Octavio Paz

Un aspecto interesante de la historia de 1937 es el apogeo de la combatividad juvenil que, obviamente, enciende a Paz desde el ventrículo izquierdo del corazón

17/12/2019 |01:45
Redacción El Universal
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Estoy subiendo desde hace unos meses a la ZonaOctavioPaz.com —un sitio de Internet en el que colaboran muchos estudiosos y críticos de Paz en México y en el mundo— una edición crítica de las muchas cartas que envió ese poeta a Elena Garro a partir de 1935, cuando iniciaban apenas su adecuadamente tormentoso romance.

Acabo de terminar la edición de las cartas del año 1937, cuando el joven Paz deja la capital para vivir en Mérida y encargarse junto a sus camaradas Octavio Novaro Fiora del Fabro y Ricardo Cortés Tamayo de la Escuela Secundaria Federal para Hijos de Trabajadores, proyecto que dependía de la subsecretaría a cargo de la “Educación Obrera” de la SEP.

Para el joven Paz se trataba de tener un papel social que jugar en el escenario político y social del general Cárdenas y también de acometer una aventura más íntima, como lo explica en una de las cartas: “¿Qué fue lo que me llevó a dejar México? No sé: la aventura, el deseo de ganar dinero, la poesía, tú, el asco a una ciudad que se me había hecho insoportable y por la que ahora lloro… Todo eso, nada de eso. Huir, huir, alcanzarte. El odio, el amor. Lo que me aleja de ti, lo que me une.”

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Un aspecto interesante de la historia de ese año es el apogeo de la combatividad juvenil que, obviamente, enciende a Paz desde el ventrículo izquierdo del corazón. Formado entre el zapatismo de su padre, el anarquismo de sus atamanes Roberto Atwood y José Bosch en la escuela, la combatividad comunista de sus amigos Enrique Ramírez y Ramírez, Efraín Huerta y José Revueltas, los meses en Mérida lo encienden más aún a la sombra del drama en España.

Escucha a Juan de la Cabada, en el calor de Mérida, narrar los relatos que irían luego a sus libros, las historias de los zopilotes que se comen al pueblo caracol. Dice Paz: “Y el zopilote era un demagogo, que no sabía cantar y que llevaba debajo de las alas al pobre caracol. Y el zopilote se parece a muchos de allá (es decir, de la capital); a muchos de todo el mundo, que engañan al pueblo. Y un día los colgaremos, por borrachos y embusteros, y el pueblo comerá, sin miedo a que venga el cazador, muchas hermosas y grandes calabazas. Y cosas buenas que no sean calabazas, frijol y maíz escaso. Pobre pueblo, hambreado, muerto de hambre, oyendo todo el día a los zopilotes. Ustedes tienen muchos zopilotes, muchos y grandes como águilas, y otros, tímidos e intelectuales, que viven del cadáver de muchas cosas, de los restos de los banquetes de otros. Son los zopilotes que cantan después de la comida, los pobres. Los que justifican los banquetes a cambio de recibir algo de maíz.”

Está estudiando El Capital, de Marx y el Anti-Dühring, de Engels y se ufana de que “cada día que pasa yo adquiero una mejor conciencia de clase. Tardaré un poco, quizá, pero pronto podré decir que soy comunista, es decir, hombre al servicio del partido universal de los trabajadores. Y entonces, con la confianza vital tuya y la racional de mi posición política, yo podré trabajar mucho por los míos, por los únicos, amante mía, que deben ser los nuestros, a pesar de todas las desilusiones de los zopilotes y de los alacranes y de las cucarachas, por los míos, por los tuyos, por todos los trabajadores de la tierra. Yo soy ahora un estudiante de política, pero ya tengo algo de experiencia y sé todo lo malo que hay y cómo lo explotan a uno: pero yo no soy un chambista y menos un oportunista, sino que quiero trabajar por lo único bueno que hay en la tierra, por lo único digno, a pesar de las sonrisas de los convenencieros, a pesar de los traidores, a pesar de la pequeñez, resentimiento y maldad de los propios compañeros comunistas. Entre su maldad y pequeñez y la sordidez podrida de los otros. Helen, ¿un hombre digno puede vacilar? Ahora yo lucho por la unificación del proletariado, en los momentos en que se sigue una campaña contra el Partido (…) Hay otro camino, hay muchos caminos, para los tiburones y las cucarachas y las víboras, pero para el hombre sólo hay uno. Y ese ya sé cuál es.”

Ese camino era el comunismo, claro. Pero Paz nunca dio el paso final para hacerse de un carnet. Su súbito viaje a la España en guerra civil interrumpió el proceso. Y luego, en España, el conocimiento de la “guerra civil dentro de la guerra civil” que significó el conflicto entre comunistas y anarquistas, terminó de disuadirlo…