La UNAM canceló “un debate sobre ciencia convocado por el Programa Universitario de Estudios sobre Democracia, Justicia y Sociedad (PUEDJS)” que se titulaba “¿Qué es la ciencia neoliberal?” Junto a fotos de científicos corruptos pensando en dinero, la convocatoria a debatir incluía la conclusión del debate: la “ciencia neoliberal” es mala y fea, a diferencia de la popular, que es linda, y ponía como prueba sendos escritos de Ma. Elena Álvarez Buylla, directora del Conacyt, y de John Ackerman, director de ese PUEDJS, funcionario del MoReNa y popular animador de televisión.
Debatir con el resultado incluido es habitual en el PUEDJS: “¿Se está cocinando un golpe blando?” Sí, y la evidencia científica es la opinión de dos “figuras destacadas”, Fabrizio Mejía y Rafael Barajas Fisgón, funcionarios del MoReNa. En ocasiones hasta las convocatorias sobran, pues el título ya induce la respuesta: “¿Autoritarismo neoliberal o democracia democratizante?” Vote usted…
La cancelación era ambigua y no daba razones. El rector y sus coordinadores académicos firmaron al día siguiente otro comunicado diciendo que los debates sobre estos temas involucran a “toda la comunidad académica” con su “gran pluralidad” y que las “posturas colegiadas oficiales” sólo competen a “las coordinaciones de los subsistemas de investigación”. Difícil no entender que el dizque “debate” afrentaba la pluralidad y usurpaba funciones.
A muchos científicos de la UNAM que han criticado el concepto “ciencia neoliberal” les habrá ofendido verse mostrados como marchantes sin moral y adictos al dinero. Ackerman les asestaba la misma denuncia “moral” que AMLO asestó a los médicos; agregaba la UNAM a las instituciones que deben ser “moralizadas” y convertía a su PUEDJS en el censor universitario de la moralidad científica.
Las pasiones ideológicas de un académico no pueden llevar al calce el sello de la UNAM. Puede practicar la fe que le venga en gana, enseñarla y estudiarla, pero no institucionalizarla. El Estatuto General de la UNAM respeta las libertades de investigación y cátedra de “todas las corrientes de pensamiento” con “propósitos exclusivos de docencia e investigación”, pero (y ese es el gran PERO) “sin tomar parte en las actividades de grupos de política militante”. No parece importarle mucho al jurista Ackerman, menos interesado en el espíritu universitario que en la causa de su partido político y de su Líder Supremo (a quien considera un “gran científico”).
Se infiere que la UNAM cedió a las demandas del Presidente (que no le tiene simpatía a la UNAM) y se resignó a tener a su propagandista como su súperdelegado en Copilco. Además del PUEDJS se le creó un programa de TV cuyos invitados son, en su mayoría, gente del MoReNa o simpatizantes de su causa (¿los escogerá un cuerpo colegiado?). Desde su nombre, Diálogos por la democracia, se apoderó institucionalmente del tema y sella con el escudo de la UNAM lo que para Ackerman y su Líder es la democracia: no la participativa, sino la “verdadera”, es decir, la “emancipadora”, cuyo superior modelo es la de los gobiernos bolivarianos.
A pesar de que en enero de 2019 la UNAM publicó que ya no se crearían plazas académicas-administrativas, en mayo el PUEDJS de Ackerman arrancó con 22 empleados, uno de ellos la tía de Irma Eréndira Sandoval Ballesteros, su esposa y secretaria de la Función Pública. A cambio, Ackerman desactivó los movimientos que dirigía desde 2015 para declarar a la UNAM “territorio en rebeldía” si no se “democratizaban” la elección del rector y la Junta de Gobierno, cuyas virtudes democráticas celebra ahora que es poderoso y tiene planes.
Y luego en octubre, el PUEDJS, a pesar de haber apenas nacido, mereció otro aval con enorme presupuesto: su proyecto para criticar “la democracia liberal” y substituirla por “una cultura política libertaria y colectiva” recibió del Conacyt financiamiento para cinco años que le han permitido contratar a 13 personas más (entre ellas a otra parienta de la esposa de Ackerman). ¿Cuánto puede costar todo eso?
En agosto de 2019, Ackerman denunció “un ataque injusto y despiadado” con “noticias falsas” de Sergio Aguayo, Antonio Lazcano y otros científicos que advertían que AMLO planeaba un recorte de entre 30% y 50% a los centros de investigación del Conacyt. En efecto, fue noticia falsa: el recorte es de 75%.
Los presupuestos de Ackerman, en cambio, aumentan en la misma proporción. Bajan los de la ciencia y aumentan los de la “verdadera” democracia…