Ha sido curiosa la reacción de nuestra Izquierda del Bienestar ante la invasión de Ucrania a manos del camarada Putin, tan asertivo él. La sesuda conclusión, a la que han llegado por vericuetos agudamente dialécticos, epistémicos y populares, es la siguiente: la invasión es culpa de los Estados Unidos y de la OTAN, un país y un organismo desalmados que osaron ofender a la Rusia soberana.
Esta repetición básica de consignas del Kremlin alimenta a nuestra izquierda que —como narró Raúl Trejo Delarbe— se apertrecha en sus periódicos y en los medios bajo su control, como la plataforma MxPlay donde, junto a TVUNAM, Canal 11 y Canal 22, se difunde propaganda oficial del gobierno ruso por medio de “Russia Today” (esa agencia de noticias que llama “nuestro hombre en México” a su empleado John Ackerman, consejero de López Obrador).
Esa propaganda se disfraza de reflexión en artículos como los del sudoroso Jean-Luc Mélenchon (que sueña ser presidente de Francia), o de Boaventura de Sousa Santos, ideólogos a quienes Ackerman suele traer a México con dinero de la UNAM y el Conacyt. Aportan funcionales síntesis de la postura que conviene adoptar ante el conflicto.
Mélenchon francamente declaró (“China, Rusia: la OTAN provoca la escalada”, en línea) que la invasión de Ucrania es una provocación “a sangre fría” de la OTAN y Estados Unidos. Boaventura exprimió la sesera en “¿Cómo hemos llegado hasta aquí?”. Artículos ambos muy aplaudidos por nuestra dilatada izquierda.
La invasión debe ser condenada, conceden, ya sin opciones ante el repudio mundial y la dignidad ucraniana. Pero luego se desatan los peros… De Sousa, por ejemplo, evoca la derrota de la URSS en la Guerra Fría y el subsecuente colapso del Pacto de Varsovia (“el equivalente soviético de la OTAN”), cuyos países exmiembros, hartos de Rusia, optaron en muchos casos sumarse al concierto de las democracias liberales.
Según don Boaventura, lo que ocurre ahora es culpa de esas democracias porque sus ineptos líderes “no capitalizaron los dividendos del colapso de la URSS”. La Unión Europea fue incapaz de “crear una base sólida para la seguridad europea que tendría que construirse con Rusia y no contra Rusia”. Es decir: fue la falta de astucia europea, que no la testosterona imperialista de Putin, lo que llevó a esta guerra. Y la tontería europea es, desde luego, contagio de la de Estados Unidos, que se siguen creyendo “los dueños del mundo” y que, para ocultar su declive, “provocan” crisis como la de Ucrania.
La conclusión es genial: hay que respetar a Rusia porque es mejor un mundo “multipolar” a uno “unipolar” que causaría mucho “sufrimiento humano”. Así pues, la invasión militar a Ucrania es un acto humanitario. Cada bomba que cae en Ucrania invita a olvidar la democracia y a entender que una linda dictadura fortalece al humanismo multipolar. Los países que vivieron sometidos por el Kremlin y ahora prefieren aliarse a la OTAN traicionan esa multipolaridad. ¿Qué chiste tendría vivir en un mundo con puras democracias liberales y burguesas? Ninguno. Restaurar a la URSS y refundar el Pacto de Varsovia le daría al mundo una pluralidad estimulante.
En fin. Leí ayer una carta a un diario multipolar mexicano que sintetiza más aún la síntesis. Es muy elocuente y lleva el primer lugar: las élites de los hipócritas vituperan a Vladimir Putin, un “mandatario” que defiende la libertad de Rusia “para relacionarse con países progresistas como Cuba socialista o Venezuela bolivariana”.
Pusí. Putin del bienestar…