La semana pasada, tres combativos abogados presidieron una rueda de prensa en la que volvieron a argumentar que la licenciada y doctora en derecho Yasmín Esquivel, a quien representan, es injustamente señalada como plagiaria de la tesis de licenciatura que le permitió convertirse en ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Patria. (Sobre el otro plagio, el de doctorado, prefirieron no litigar.)
Ha sido un asunto largo y laborioso. Como se sabe, la ministra se amparó para impedir que la UNAM resolviera el caso y se pronunciase; la UNAM combatió contra ese amparo y logró que un tribunal federal colegiado lo desechara, y cuando por fin se aprestaba a pronunciarse, otro juzgado, ahora civil de la CDMX, nuevamente le ordenó abstenerse de resolver. Y lo que falta...
Uno de los abogados de la licenciada y doctora aclaró que “no hay nada tan equivocado” como creer que ese nuevo amparo “busca acallar a la UNAM”. No. No es así. De ninguna manera. Al contrario. Porque, claro, ya hubo quienes chillaron que si la falacia de contradicción, que si la ministra exige a la UNAM que hable a la vez que pide a la justicia que no la deje hablar, que si es como exigir que se abra la puerta y a la vez prohibir la llave y otras analogías simplonas.
Ahora bien, a mí me parece mal que todo esto haga ver a la ministra como una persona adversa a la verdad. Debe haber una campaña en su contra, o algo. El hecho es que desde su elevada estatura moral, como supervisora de la ética mexicana, la ministra no ha titubeado en reafirmar su independencia judicial ante la autoridad del Presidente de Todos los Mexicanos. Es importante reconocer la constancia con que, en su calidad de togada y dignataria justiciera, la ministra está en realidad luchando en favor de la división de los poderes, desobedeciendo las órdenes del Ejecutivo Mandamás.
Porque se recordará que, en este asunto, el Comandante Supremo (cuyo pecho no es bodega) ha tratado de imponer autoritariamente su voluntad personal que, en este caso, es también de sentido común. El Líder de la Nacional Transformación, el Hombre cuya ideología no es la Hipocresía y que lo que más estima es su Honestidad, el Candidato al Premio Nobel, lleva cuatro meses exigiendo que la UNAM pronuncie su resolución para que el ministerio público proceda luego a hacer lo suyo.
Veamos: el 22 de diciembre el Patrio Varón dijo que la UNAM tenía que resolver el brete y ordenó “que lo haga pronto”. El 26 dijo que la UNAM “que va a investigar esto, ojalá y resuelva pronto” pues “hay que purificar la vida pública”. El 12 de enero ordenó de nuevo “ir a fondo” pues la cosa “no se puede quedar así”. El 22 de enero urgió a la UNAM a “que haga valer su autonomía” y que, de haber plagio, “conforme a instancias establecidas, se debe cancelar esta licenciatura”. Apenas en marzo volvió a declararse “a la espera de lo que resuelva la UNAM”. Todo eso ha dicho el Señor.
Pues a seguir a la espera, junto a la Patria toda, porque la licenciada y doctora se resiste, dando sobradas muestras de su libertad y manejo de su albedrío, y una y otra vez le lleva la contra al Ejecutivo. Cada vez se rodea de más y más abogados para tramitar más y más amparos, dejando en claro que pésele a quien le pese ella defiende a la Constitución y a la Nacional Separación de Poderes que tanto amaron El Benemérito de las Américas, El Apóstol de la Democracia y El Hijo de Jiquilpan.
Lástima que alguien tan independiente no logró ser presidenta de la Suprema Corte. Lo merecía.