Hay la costumbre en los noticieros de mostrar diariamente el número de compatriotas que fueron asesinados el día anterior en el país más feliz del mundo, donde vive el pueblo más sabio del mundo que es mucha pieza. No es agradable enterarse de que a un promedio de 100 connacionales per diem se les ha despojado del derecho a la vida sólo por haber sido asesinados.
Estas cifras, claro, no incluyen a los 17 mil muertos que en México se mueren al año en accidentes de tráfico, causados por autos, motos o camiones conducidos por miembros del pueblo que es el más fraterno del mundo, y tan culto que sabe que el peatón es un recurso renovable. Esos 17 mil muertos anuales son muy poca cosa en un país donde amor con amor paga, en un país en el que la canción guanajuatense “No vale nada la vida” es un himno nacional alternativo.
A ese guiso de horror hay que agregarle una sazón bizarra: la mayoría de los asesinatos se cometen en el bravío cuanto masculino estado de Guanajuato, uno de los cinco estados que acaparan el 45% de los cometidos en México. Hasta el activista que los documentaba heroicamente, Adolfo Enríquez, fue asesinado en León, Guanajuato, hace unos meses, por unos criminales que también son pueblo, como ha decretado el actual y aún Supremo.
Según la organización “México Unido Contra la Delincuencia” (MUCD), que dirige la acuciosa investigadora Lisa Sánchez, en su “Atlas de homicidios. México 2022: una crisis que no cesa” (en línea), sólo en ese año fueron asesinadas 31 mil 895 personas, así como otras 508 víctimas “catalogadas con sexo no especificado”, pero cometidos por mexicanos que son del pueblo más generoso del mundo, con sexo.
Es intrigante que ese mismo 2022, en los Estados Unidos de América, el número de asesinatos fue de 21 mil 156 (y eso que ese país tiene 340 millones de habitantes, incluidos 50 millones de mexicanos, guanajuatenses entre ellos).
Si se asoma usted al portal de estadísticas statista.com, y le asesta un click certero a la sección “Crime & Law Enforcement”, verá que registra las “Ciudades más peligrosas del mundo según el índice de asesinatos por cada 100 mil habitantes”. Recomiendo que no lo haga. Es la mar de desagradable enterarse de que en 2022 “siete de las 10 ciudades con los más altos números de asesinatos en el mundo están en México”, con la risueña ciudad de Colima, que registró 140 asesinatos humanistas por cada 100 mil habitantes, en primer lugar.
Statista.com aporta otro dato curioso. En el mismo 2022, en Dinamarca (un país sin artesanías mexicanas que hay en Europa) hubo 55 asesinatos y el número de asesinatos por cada 100 mil habitantes es 1 (es decir uno; el número uno, sí, el que va antes del 2 y del 31,895). Lo bueno es que Dinamarca ya va a mejorar sus servicios de salud pública, pues está aprendiendo de nuestro pueblo raso.
Demasiados muertos: 195 mil en lo que va del sexenio. Me apena que se normalice la muerte y hasta se eduque en ella. Que a nombre de una dizque tradición, la gente inscriba a sus hijitos en la necrofilia y los disfrace de autopsia, los ingresen a la secta xipe tótec y les enseñen a creer que “la vida no vale nada” (y a obrar en consecuencia).
En fin, junto a la solidaridad fraternal del pueblo de México y su natural impulso por salvar vidas cuando tiembla (pero matar cuando se ofrezca), combatir los asesinatos sí que debería ser uso y costumbre y no —como lo hace ver el Supremo cada mañana con la Constitución y las leyes que de ella emanan— algo francamente optativo.