Son varias las veces, algunas durante las matutinas prácticas del arte del narcisismo, que el Comandante Supremo ha entonado la vieja consigna que ordena “¡Lucha, lucha, lucha, no dejes de luchar, por un gobierno obrero, campesino y popular!”. La primera vez fue en junio de 2021, cuando narró que la entonaba “cuando estábamos en la escuela”. Se trata, pues, de una temporalidad prolongada, en tanto que su paso por la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM duró 14 años. Se entiende que la haya memorizado con tan puntual precisión.

Sólo en lo que va de 2023 ha entonado la consigna en dos de esos fervores matutinos. El 23 de febrero apeló a su pegajoso ritmo para ordenarle al pueblo “que no se canse de luchar”. Y ayer lo hizo de nuevo como parte de su airada respuesta a la Suprema Corte (que, lamentablemente, no parece ser ni obrera ni campesina ni popular) por haber suspendido el “Plan B” que quería reformar al INE.

Tal desacato obligó al Comandante Supremo a lanzar el “Plan C” para lograr que, en resumidas cuentas, “haya una auténtica democracia y no una oligarquía”. ¿Y cómo se conseguirá esa auténtica democracia que substituirá a la falsa democracia? Pues muy fácil: con el “Plan C” que tiene como objetivo, dijo, “que no se vote por el bloque conservador. ¡Ni un voto a los conservadores, sí a la transformación!”.

Y para rubricar la seriedad de esa proclama fue que recicló la consigna. Y como ahora está de moda hacerle himnos a los aeropuertos y a lo que se ofrezca, con la consigna le entregó al pueblo no sólo un himno a la “auténtica democracia” sino hasta el manual del usuario: “¡Lucha, lucha, lucha, no dejes de luchar...!”

¿Se exageraría si se lee en todo esto un viraje de las emociones del Supremo y de su régimen hacia un bolivarianismo autóctono?, ¿o será simplemente que le cedió el uso de la palabra a la nostalgia que le suscitan sus (muchos) años como universitario?

En todo caso, luego de entonarla, explicó que lo hacía no sólo por tener buena memoria sino porque “a mí no me se me han olvidado esas cosas. No he cambiado en eso. Y voy a seguir así.” Y, al parecer, ha seguido: son ya 50 años luchando por un gobierno popular de obreros y campesinos. Y ya sólo le queda un año y medio...

Lo que sí es un hecho es que, pertrechado tras el Escudo Nacional, el presidente de una república representativa y democrática (como dice la Constitución) anunció en cadena nacional la orden imperativa de que nadie vote por una opción política que no goce de su visto bueno, lo que viola la Constitución en tanto que el Ejecutivo no debe intervenir en los procesos electorales.

Todo esto coincidió con que algunos de sus ideólogos lo conminaron a evitar el error del Tata y no imponer en la Presidencia al moderado Ávila Camacho sino a optar por el General Múgica de la radicalización. Uno de ellos, José Blanco, sostuvo que la 4T sólo podrá continuar “mediante una vuelta de tuerca más hacia la izquierda”. Otro, Pedro Miguel, agregó que “el proceso transformador que vive México no está en un momento de conciliación, sino en una coyuntura cuya dinámica lleva a un deslinde aún más nítido y contrastado”, es decir, al “mandato popular” hacia “un cambio político, económico y social de gran envergadura”.

En fin. Cuando en 1978 narró la manifestación por el aniversario de Tlatelolco, Monsiváis se detuvo en las consignas. Dice que luego del “lucha, lucha. lucha” se entonaba la otra, más emocionante: “¡A un lado reformistas; adelante comunistas!”, de lo que aún estamos lejos.

Cosa de seguir luchando...

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