Dos escenas de la semana pasada: el zócalo nuevamente ocupado por el eterno, revolvente “campamento” de la CNTE, la Coordinadora Nacional (es un decir) de Trabajadores (otro decir) de la Educación (un decir más). La otra escena AMLO, El Supremo, entonando la enésima alabanza a “nuestros migrantes”.

¿Hay relación? Los unos acampan en México porque exigen plazas magisteriales automáticas vitalicias, legalmente heredables o vendibles, a cambio de educar a los niñitos en el odio al “sistema neoliberal”. Y si no se les concede bloquean al país. Los otros emigran para ganarse la vida “ilegalmente”, en un sistema neoliberal, y educar a sus niñitos sin que la CNTE les diga cómo. Y de pasada mantienen al país.

Para el Supremo, se diría, el que “nuestros migrantes” envíen dinero a México es un logro de su gobierno antineoliberal. Son “solidarios con México”, dice, y es más —con una de sus frasecitas trompeteras— son “héroes vivientes”. Bueno, dudo que sean “nuestros”, posesivo que pelecharon al verse obligados a emigrar: los migrantes son suyos, “ilegales” y todo pero son de sí mismos. Y más que “solidarios con México” son responsables con sus familias. Y más que héroes, son trabajadores.

En condiciones muy adversas (asustados, perseguidos, discriminados, pues sólo el 27% son “legales”), la mayoría vive sin más condiciones ni certezas ni plazas automáticas que las que impone el modelo neoliberal, ese que aborrece el Jefe Máximo del país que abandonaron, y al que, con sus remesas ganadas neoliberalmente, mantienen a flote: según el Supremo, el 33% de la población vive de ellas.

Aún en la pandemia —que se ensaña con ellos— los migrantes envían 4 mil millones de dólares mensuales. Ya quienes saben hacer numeritos, Valeria Moy o Macario Schettino, podrían comparar esa ganancia neoliberal con las pérdidas mensuales de PEMEX no liberal. Son 40 mil millones de dólares anuales enviados por 10 millones de mexicanos neoliberales: “la principal fuente de ingresos que tiene el país”, Supremus dixit.

Al llamarlos héroes, se diría que AMLO quiere que sean más; que cada mexicano pobre que emigra a Estados Unidos es una rica inversión de su gobierno, tan productiva que le permite detener inversiones y obstaculizar la creación de empleos en México. Ese migrante que mandará 400 dólares mensuales a México es mucho más productivo que un “siervo de la nación” o un “sembrador de vida” o… un maestro de la CNTE. Sólo le falta decir que los mexicanos pobres son el mejor producto de exportación de México.

Hay estudios que muestran que si aumentan las remesas aumenta la aprobación de los presidentes mexicanos, incluyendo al que reprime a los “héroes vivientes” centroamericanos que pasan por aquí. Es raro: cada dolar neoliberal que llega de EUA financia el combate al neoliberalismo.

Pero ¿y qué tiene que ver la CNTE?

En Michoacán, Guerrero y Oaxaca, sus territorios, las remesas aportan el 11% del PIB. Es decir, hasta la CNTE vive de ellos. ¿Qué opinarán los migrantes? Porque en Oaxaca el 36% de los maestros de la CNTE “heredan” su plaza, pero sus alumnos tienen 25% menos clases que en el resto del país (datos de Benjamin T. Smith). Y resulta que hace lustros que los oaxaqueños emigran para educar a sus hijos en escuelas privadas en México, o en las escuelas públicas de EUA (datos de Jeffrey Cohen).

Que la CNTE haga paros y bloqueos contra las escuelas privadas es, claro, la paradoja final: su inversión en la industria del migrante.

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