Leí un libro sobre un periodo convulsionado de la historia patria, muy atento a los dramas que protagonizaron generales y ejércitos entre la primera República Federal y la Reforma, pasando por la dictadura militar. Se titula Proceso de formación del Estado nacional en México. 1824-1867 y fue la tesis de licenciatura de López Obrador, defendida en la UNAM en 1987.
Abrevio algunos párrafos e ideas:
Luego de la Independencia, los militares “volvieron a recuperar popularidad y empezaron a intervenir de manera directa en los asuntos del Gobierno Civil ” y su “ambición por influir cada vez más en la vida pública” se convirtió “en elemento decisivo para la inestabilidad política, haciendo difícil el desenvolvimiento normal del gobierno”.
Bustamante fortalece a los reaccionarios: “apoyado en las comandancias militares, se propuso anular las legislaturas locales y desconoció a los gobernadores que consideraba enemigos”. Llegó a ordenar “la intervención directa y arbitraria de la Guarnición Militar con la finalidad de imponer la autoridad del Comandante General por encima de los gobiernos civiles constituidos”.
“Los militares manejaban a su antojo la hacienda pública, comerciantes y propietarios laicos se veían obligados a sufragar, mediante impuestos y préstamos forzosos, los dispendiosos gastos de administración y guerra” (...) “Casi a diario se publicaban decretos para favorecer a los militares; en los estados, el gobierno civil estaba subordinado al poder de los comandantes generales...”
Cuando Santa Anna se retira a su finca tropical, “la pública inquietud, lucha de ansiedad, angustia e ira converge hacia Manga de Clavo, cuyo poderoso señor es reclamado por el ímpetu de la esperanza. Él es la salvación del pueblo” (resumió Agustín Yáñez). Y pues sí: Santa Anna regresó y en su nuevo discurso de toma de posesión “manifestó que el ejército seguiría siendo el baluarte de las instituciones de la nación...”
“A los nuevos grupos económicos les afectaba el manejo irresponsable que hacían los militares de las finanzas públicas. Basta decir que la mayor parte de los gastos del precario presupuesto se destinaba al ministerio de guerra...” En 1843 “la facción militar domina en todo el país. Sus métodos de gobierno se caracterizan por la arbitrariedad, el uso de la Hacienda Pública para beneficio de militares y el sometimiento de los Departamentos al poder absoluto ejercido por los comandantes generales.”
López Obrador aplaude a Ponciano Arriaga cuando insiste en que “el poder militar debe ser enteramente pasivo”. Y cita a Lerdo cuando denuncia que el ejército es “una de las fuerzas que impiden el desenvolvimiento económico y la organización política”, pues quiere “sujetar a la sociedad bajo el dominio del sable y seguir siendo árbitro de su destino”.
Y cita con encomio a los liberales de 1860, para quienes el ejército permanente “ha sido la rémora de todo adelanto social en la patria, desde nuestra emancipación política de la metrópoli española, que debido a su viciosa organización, sólo ha servido para trastornar constantemente el orden público, que oponiéndose a la voluntad nacional se ha rebelado contra la Constitución y por último, porque su existencia ha sido un amago constante a las libertades públicas y a los derechos del pueblo”.
En fin, que como dice a cada rato ese tesista que hoy es presidente: “hay que aprender del pasado para construir el presente”, pues “la historia es la maestra de la vida...”
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