Un tema inevitablemente álgido en relación con los nuevos Libros de Texto Gratuito ha sido el de la educación sexual. Hubo un relativo alboroto porque en los Proyectos de aula de 5to. año de primaria se dispone que las niñas y niños hagan una maqueta a escala de los aparatos reproductores y que, empleando botellas vulvares y jeringas peniles, hagan una pantomima del arte del orgasmo, ya sea por coito o por masturbación. Es divertido. Por ejemplo, una de las gráficas instruye que “para evitar que la representación del pene se vaya hacia el frente, peguen una tira de cinta adhesiva para que el palo de madera no se caiga completamente”.

Sí, ha sido un asunto álgido a lo largo de las décadas, como lo fue cuando el Partido Nacional Revolucionario causó polémicas por asuntos como decretar la “educación socialista”, o que el arte y la ciencia eran sólo para enfrentar y resolver “grandes problemas nacionales”, o atacar a la Universidad Nacional por ser un nido de reaccionarios. Puros problemas que hoy reviven en la 4T, ese proyecto que tanto regresa al futuro.

Avanzar en la construcción de un “nuevo mexicano” —como decía en 1933 la gobiernista Sociedad Eugenésica Mexicana y vuelve a decir ahora la SEP— necesariamente incluía la educación sexual, una exigencia que promovían los Congresos Panamericanos desde 1916 con el propósito de detener embarazos adolescentes y abatir las enfermedades venéreas.

En 1932, el Bloque de Mujeres Revolucionarias del PNR exigió la educación sexual y Bassols creó en 1933 una comisión de científicos y pedagogos para analizar la propuesta. Sensata, no sin anunciar que el asunto estaría cargado de problemas éticos, sociales, fisiológicos y psicológicos, la comisión concluyó que como “la práctica del silencio es altamente perjudicial”, a partir del tercer año de primaria los educandos debían conocer “el desarrollo sexual equilibrado”. Pero advertía que para ello iba a ser necesario, antes, educar a los educadores, lo que tomaría pedagogía previa y un tiempo adecuado.

Y como Bassols no tenía tiempo, en 1934 lanzó el proyecto. Ya furiosa con la “educación socialista”, la Unión Nacional de Padres de Familia montó en cólera, declaró que hablar de sexo en la escuela era parte del “complot comunista” y propuso, con apoyo de la prensa de derechas, un plebiscito con la pregunta: “¿Está usted de acuerdo con que se enseñen obligatoriamente en las escuelas los SECRETOS SEXUALES?” (así con letrotas).

Dos meses más tarde, mi general Rodríguez despidió a Bassols.

Lo único bueno, ironizó el luminoso Jorge Cuesta en 1934, fue que todo México estuviese de pronto interesado en un asunto que, de haberse titulado “ciencias biológicas y su enseñanza”, le hubiera importado a pocos, pues a la opinión pública “ninguno de los problemas intelectuales del pensamiento la apasiona”, como tampoco a la SEP…

Como ahora, en 1934 se argumentó que la educación incluye saber cómo funcionan los cuerpos. A diferencia de entonces, ahora la educación sexual tiene rango constitucional e incluye la perspectiva de género. Pero desde 1934, en los sucesivos episodios que reviven el asunto, la discusión no incluye aceptar que es en el interior de las familias mexicanas donde suele ocurrir la verdaderamente nociva educación sexual.

En fin. Los educandos de 5to. grado de 2023 se van a divertir haciendo orgasmear a sus maquetas y, me temo, comparándolas con la abundante pornografía a la que, a diferencia de los niños (y adultos) de 1934, tienen fácil acceso.

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