Proliferan en estos días finales del gobierno de Nuestro Líder Supremo, evacuaciones emotivas de dolor, de duelo y de francamente luto. Proceden de millones de compatriotas que ya sufren su partida y eclosionan desde el corazón el incontenible amor que le tenemos al Herrero del acero nacional, Arquitecto de la transformación, Guía desprendido, Historiador unánime, Humanista cimero, Súper ego de la psique natalicia, Faro que ilumina todo litoral, Rompeolas de la adversidad, Editor en jefe del hebdomadario moral, Verdugo de fifíes, Trompeta del bramido mañanero, Facturador de la arenga, Factotum del ferrocarril, Torre de Marfil, Torre de Babel, Torre de control, Terror del Neoliberalismo, Verdugo de la Avaricia, Igualador de lo desigual, Azote de los ambiciosos, Bodega de virtudes, Cuartel de Benevolencia, Cascada de Amor, Espadachin justiciero, General Eléctrico, Lucero de Mijares, Autor de libros no sabiondos, Teniente del litio, Cajero de los Migrantes, Robespierre en Ciernes, Luz del Mundo, Fraterno del cosmos, Enterrador de feminicidas, Farmacéutico próvido, Odiador de los lujos, Pantomimo de Juárez, Émulo de Madero, Gemelo del Tata, Paracleto de Andy, Insurgente del Civismo, Invitado de Lujo de los Pobres, Gerente del Bienestar, Eximio Cultivador de Yasmines, más equilibrado que Platón, más profundo que Hobbes, más penetrante que Burke, más racional que Kant, más buena gente que Rousseau, más sagaz que Lao-Tsé, más sereno que Buda, más sabio que Hannah Arendt y más lindo que Bambi.

Así lo canta el pueblo. Pero nadie, nunca, ningún minero ha penetrado tan profundamente en el yacimiento de gloria que es el alma del Líder, como nuestra aliada Layda Sansores, rugiente jaguara del bótox tricolor, elevada poeta, flamígera demonia kabuki, que recientemente le ha dicho al Supremo:

“Has venido a levantarnos del polvo. Has logrado convertir las piedras en surco; eres promotor de nuestras bellezas; derribas los pretextos y las escalinatas oscuras del olvido. Sólo los ríos de amor del pueblo compensan tu entrega. A millones de mexicanos los hiciste muy felices y la milpa está dando sus mejores frutos. Traigo permanentemente un nudo en la garganta, vivo tragándome las lágrimas y para recordarte, en una mezcla de felicidad y pérdida, iré por el jardín de mis delicias a arrancar una flor de sangre para ponérmela en el pelo.”

Y más recientemente aún: “Yo no me di cuenta de lo guapo que era hasta que llegó a Campeche y la gente exclamaba Andrés papucho la gente te quiere mucho. Eres un ser con todo el magnetismo. Y encontré en ti el aire que removió mi vida. Eso eres tú: el viento del camino. El tren, caballo de fuego a quien transplantaste tu alma con tu coraza metálica, que traspasará las brechas del progreso para que llegue la justicia con el trueno del tren.”

Y luego en una coqueta analogía erótica: “El hombre de fe indeclinable se atrevió a sembrar en el invierno, porque era el invierno de México, y sobre el hielo regó la semilla. Sabía que un día llegaría a la primavera y haríamos el fruto, y hoy lo estamos cosechando gracias a tu fe, pues tú siembras una flor y crecen como enredaderas, porque tú las has regado…”

Y emocionada (aunque menos que el pueblo), llevada por su inconmensurable potencia tropical, la molecular Lady Layda dijo con ternura: “Pero hablo desde el egoísmo, discúlpame. Me siento muy herida porque en las noches pienso que no sé si un día podré curarme de ti...”

En fin, que la final quincena del sexenio va a ser un concurso de alabanzas amorosas e himnos exaltados, una mezcla de Carmina Burana y el Huapango de Moncayo entonada por un coro cacofónico. Un jardín de delicias ya inolvidable.

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