Lisonjear al pueblo es la primera lección en el manual del líder populista. No es la excepción el nuestro. “Es mucha pieza” nuestro pueblo, dice. “Es obediente, responsable, consciente, ejemplo a nivel mundial”. Cada vez que declara que México está viviendo “un momento estelar”, lo explica diciendo que se debe a que somos el mejor pueblo del mundo, una manera de decir que él mismo es el momento estelar de la historia.
Esta grandeza se observa en todo: el arte y la cultura en Chapultepec serán los mejores del mundo; el aeropuerto Felipe Ángeles es el mejor del mundo; “la mano de obra mexicana es de las mejores del mundo”; su plan de reforestación es el más grande del mundo (pues va a arreglar la mejor devastación causada por el mejor tren del mundo), etc.
A veces tanta grandeza roza límites fantásticos. Por ejemplo, dijo que la zona arqueológica maya, “con todo respeto para Atenas y para Egipto, es de lo mejor del mundo”, un juicio que surge, obviamente, de su profundo conocimiento de Atenas y de Egipto, sus zonas arqueológicas incluidas. Y, claro, si algún ateniense o algún egipcio no está de acuerdo, lo único que tiene que hacer es demostrar que en Atenas o en Egipto tienen una zona arqueológica maya mejor que la nuestra.
Desde su toma de posesión declaró que “la herencia de civilizaciones nos ha forjado como un pueblo tenaz, combativo, luchón, emprendedor, honesto, con una excepcional idiosincrasia de fraternidad y de amor al prójimo.” En seguida dijo que la nuestra “es de las sociedades más trabajadoras del mundo” y, para demostrarlo, puso como ejemplo a “nuestros paisanos migrantes que por necesidad han ido a ganarse la vida a Estados Unidos y ahora están enviando a sus familiares 30 mil millones de dólares anuales.” Es decir, que los mejores trabajadores mexicanos del mundo que se fueron a los neoliberales Estados Unidos son los mejores mexicanos del mundo porque mantienen a los que no se han ido, atareados como están luchando contra el neoliberalismo en México.
Y claro, también somos el país que más gasolina y más maíz importa en el mundo y el segundo país mejor del mundo en obesidad. Y andamos peleando el primer lugar del mundo en los índices de violencia que comete el mejor pueblo del mundo que es mucha pieza. De acuerdo con el INEGI (lo recordó recién Gabriel Zaid), el pueblo luchón y honesto cometió 33 millones de delitos en 2018, 31 millones de los cuales no se denunciaron porque nuestro sistema de justicia, al parecer, no vino de nuestras grandes civilizaciones.
Ese triunfo mundial ¿tendrá que ver con que una y otra vez El Supremo le diga a 33 millones de delincuentes que somos lo mejor del mundo? Inducirnos estos delirios de grandeza al pueblo ¿no nos estará llevando a suponer que cometemos crímenes sólo por amor al prójimo y que hasta nuestros defectos son herencia de nuestra grandiosa civilización?
Pero nuestro presidente prefiere insistir en nuestra grandeza y en la suya, vanagloriándose a cada rato de ser el segundo mejor presidente del mundo después de Narendra Modi, quien opina que el pueblo indio es el mejor del mundo y que su zona maya es mejor que la nuestra.
Yo no creo en la grandeza. El mexicano es ignorante, violento, tonto, fanático, corrupto, ladrón, abusivo, caprichoso, cursi, temperamental, alcohólico, arbitrario, golpea a las mujeres y a los niños, idolatra el ruido, tira basura, no respeta el derecho ajeno, se pasa los altos, evade impuestos, comete todo tipo de transas, cree que la ley no es la ley y no sabe tirar penaltis. Y conste que sólo me referí a la clase alta...