La semana pasada, el Comandante Supremo, convertido en árbitro internacional del mérito objetivo, y no sin acometer antes un riguroso análisis, tuvo a bien declarar en una mañanera que el señor Ignacio Ramonet es “uno de los mejores periodistas DEL MUNDO”.
Nuestro líder encuentra un cada vez más obvio placer en detectar, desde su alta atalaya, a las gentes y las cosas que son las mejores del mundo y así declararlas con mayúsculas imponentes, pues cada nombramiento sugiere que tal grandeza es reflejo de la suya... Nuestra industria petroquímica es de lo mejor DEL MUNDO. La Revolución Mexicana es la primera DEL MUNDO. El padre Hidalgo fue el mejor dirigente DEL MUNDO. El sector salud en general, y los doctores Alcocer y Gatell en particular, son los mejores DEL MUNDO, y la Secretaría de Gobernación, el aeropuerto Felipe Ángeles, el programa “Sembrando vida”, la zona arqueológica maya, el tren idem y el parque de Chapultepec son los mejores DEL MUNDO...
Antes de glorificar al periodista Ramonet, el Comandante Supremo declaró que en su gobierno “no se censura a los periodistas”. Es cierto, no los censura porque lo prohibe la Constitución, por lo que debe limitarse a insultarlos, agredirlos, calumniarlos, someterlos a juicio sumario y encontrarlos culpables de todo lo que le venga en gana. Un reaccionario diría, claro, que no se trata de una libertad que el mandatario más tolerante DEL MUNDO haya decidido concedernos graciosamente, sino a que generaciones de mexicanos combatimos durante décadas para merecerla...
¿Quién es el señor Ramonet?, me pregunté para imitarlo. Dicen las redes que este “ícono de la izquierda antiglobalización mundial” se merece ser llamado el mejor periodista del mundo por haber escrito, con un elevadísimo nivel crítico, obras como Mi primera vida, que se basa “en cien horas” de conversaciones con el comandante Hugo Chávez, escuchando la “tranquila y bella voz de barítono” de ese “pedagogo inaudito” y “académico brillante” a quien adjudica “la reinvención de la izquierda”; ese “jugador de beisbol casi profesional” que logró disminuir la pobreza siguiendo las prédicas de Jesucristo, a quien consideraba “el primer revolucionario”. Ya encarrerado en su amor a Venezuela, Ramonet entrevista desde hace siete años, cada primero de enero, a otro magnífico líder, Nicolás Maduro, seguramente para preparar otro libro icónico que será el mejor del mundo.
También entrevistó al comandante Fidel Castro para otro libro, Cien horas con Fidel, que le regaló a López Obrador en esa mejor mañanera del mundo. Nuestro Comandante Supremo se emocionó mucho. Y más se habrá de emocionar, supongo, cuando lea a Ramonet describiendo críticamente a Fidel, diciendo por ejemplo que “su dominio del arte de la oratoria resulta prodigioso”, que “a propósito de cualquier tema realiza cálculos aritméticos de una celeridad pasmosa”, que “es una persona que actúa por aspiraciones nobles de justicia y equidad”, que “su pensamiento es arborescente”, que “por su aplastante personalidad, donde está él solo, se oye una voz: la suya”, una verdadera “avalancha verbal que acompaña siempre, ondulando el aire, con la bailarina gestualidad de sus finas manos”. Así dice.
Pues bueno, que el mejor periodista DEL MUNDO ande por México quizá se deba a que necesita sólo cien horas para entrevistar a nuestro Supremo, que es el segundo mejor presidente DEL MUNDO después del indio Modi, que lo aventaja un poco en las encuestas, pero nunca en su modestia...