La semana pasada publiqué aquí un comentario sobre la pregunta que hacían los padres de los normalistas de Ayotzinapa asesinados en Iguala hace ocho años: “¿Quién los mandó?” Es una pregunta nacida del dolor de perder a un hijo, que es el absoluto dolor, el que César Vallejo definió “como del odio de Dios”, pero nacida también de la necesidad de entender ese dolor e impedir que alguien más lo sufra. (Y, desde luego, de la necesidad de realizar una investigación judicial eficiente.)

No me molesta haber recibido algunos insultos a la moda por recordar esa pregunta; lo que avergüenza es que se trate de “fachos” a quienes la formularon originalmente, los padres y madres de los normalistas, es decir, a quienes más les urge la respuesta.

Cuando don Epifanio Álvarez Carbajal, padre de uno de los muchachos, hizo la pregunta en noviembre de 2014 a “los líderes estudiantiles” de la Normal, agregó que “sí se les ha hecho el reclamo, pero ahorita no podemos hacer nada porque si nos dividimos la fuerza se va, tenemos que estar unidos hasta el final, hasta encontrarlos... Ya cuando se termine, que encontremos a los muchachos, pues ya arreglaremos eso”. ( )

La pregunta incómoda se fue postergando, pero también creciendo. En abril de 2015 insistió en que querían saber “¿por qué, por qué mandaron a los de primero”. Y agregó: “No tenemos la respuesta todavía, pero se está trabajando... Queremos llegar al final de esto, por eso estamos luchando para llegar al fondo”.

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Supongo que luego de la conclusión “crimen de Estado” a la que llegó el más reciente informe, se ha llegado a ese fondo. Han pasado ocho años de estudios y análisis presentados por grupos y comisiones investigadoras y supongo, por tanto, que don Epifanio y otros padres quizás consideren que, a pesar de que no aparecieron sus hijos, ya se terminó la lucha y ha llegado la hora de que “arreglemos eso”.

Si la pregunta “¿quién se los llevó de Iguala?” para matarlos es central, preguntar con don Epifanio “¿quién los mandó?” es importante para los padres, pero también para que la sociedad se beneficie de una explicación que impida que algo así de terrible suceda de nuevo.

En el programa Es la hora de opinar de la semana pasada fue interesante escuchar a Zuckerman y Arriagada descalificando la pregunta de don Epifanio con el argumento de que las Normales “toman” autobuses por tradición y costumbre; y, en el caso de Dresser, además, que los normalistas fueron a Iguala por su voluntad autónoma. Deploro no que ignoren lo que he escrito yo sobre esa “autonomía”, sino gente respetable como Alma Guillermoprieto, cuando estudia la “novatada” que incluyó ir a Iguala.

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Es deplorable que se ignore el papel que jugaron en este drama atroz “los líderes estudiantiles”, como los llama don Epifanio, es decir, la Federación de Campesinos Socialistas de México (FECSM), que para todo efecto ha privatizado varias de las normales rurales, al grado de administrar el ingreso de los normalistas y, en su caso, decretar la expulsión de quienes osen resistir su poderío.

Y lo más deplorable de todo es que, protegidos por nuestra ignorancia, los “líderes estudiantiles” puedan seguir enviando muchachos a donde se ofrezca...

Se contestó oficialmente la primera pregunta. Falta la complementaria.

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