Este jueves se celebró el Día Internacional de los Derechos Humanos . El 10 de diciembre de 1948, la Asamblea General de la ONU aprobó, con el voto de México a favor, la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Tras los horrores de las guerras mundiales, del Holocausto, de las persecuciones políticas masivas, la Declaración que reafirmó la igualdad en dignidad y derechos de todas las personas, salió de los despachos de la diplomacia para convertirse en un compromiso que todas las autoridades del mundo deben asumir para hacer realidad su contenido, particularmente en lo relativo a los derechos de las personas más desfavorecidas. Hoy, esta obligación sigue más vigente que nunca.
En México, durante mucho tiempo, los derechos humanos, y quienes los defienden, han sido estigmatizados y atacados. Autoridades de todos los niveles de gobierno no sólo han violado la Declaración y otros tratados internacionales, sino también la Constitución y las leyes mexicanas que nos protegen contra la tortura, la desaparición forzada o la discriminación. Ya sea por acción u omisión, estas y otras violaciones han puesto a México ante numerosos desafíos de derechos humanos, que sólo podremos afrontar si existe un firme compromiso y medidas efectivas por parte de las autoridades municipales, estatales y federales, de los poderes legislativos, ejecutivos y judiciales y de los órganos autónomos.
En un estado federal como el mexicano, muchas víctimas se han topado con excusas de diferentes autoridades, basadas en el reparto de competencias, para no cumplir con sus obligaciones frente a las violaciones de derechos humanos. Sin embargo, el federalismo debe suponer un llamado permanente a asumir las propias responsabilidades por parte de las autoridades y no un obstáculo para hacer realidad los derechos humanos de la población. Mientras en México haya autoridades que no asuman como prioritaria su obligación de respetar, promover, proteger y garantizar los derechos humanos, no podremos superar las diferentes crisis que enfrentamos.
Un paso importante para hacer frente a estos retos, es fortalecer los marcos legales de protección de los derechos humanos, como se hizo en México este 2020, con el reconocimiento de la competencia del Comité de la ONU contra la Desaparición Forzada para conocer de casos individuales, y con la aprobación del Convenio de Escazú, el primer instrumento internacional en reconocer y proteger a las personas defensoras del medio ambiente en el mundo.
El reconocimiento legal de los derechos humanos ha sido una valiosa conquista histórica, pero no es suficiente por sí mismo. En México existe todavía una enorme brecha entre el reconocimiento y la vigencia efectiva de estos derechos. Determinar con objetividad la magnitud de los retos es fundamental para afrontarlos. El trabajo de la actual administración para dar a conocer las cifras reales de personas desaparecidas, o para mostrar la gravedad de los ataques a la libertad de expresión, es la base para un diagnóstico que nos permita diseñar e implementar políticas públicas efectivas para favorecer la rendición de cuentas de las autoridades y fortalecer la respuesta institucional del Estado. La próxima publicación del Programa Nacional de Derechos Humanos será el instrumento rector de esta política, estableciendo mecanismos de comunicación y seguimiento permanentes con todas las dependencias y entidades de la Administración Pública Federal, con el fin de garantizar la plena vigencia de los derechos humanos.
La pandemia agudizó las crisis que ya veníamos enfrentando, ha desnudado la situación de vulnerabilidad de las personas que son discriminadas y excluidas y ha exacerbado las inequidades de la sociedad mexicana. La niñez, mujeres, indígenas y migrantes, entre otras personas que ya eran privadas del disfrute de sus derechos humanos, incluidos los derechos económicos, sociales y culturales, se han visto en una situación de mayor vulnerabilidad y desprotección. Por ello, los esfuerzos que realicemos para contener la pandemia y los que adoptemos para la reconstrucción social, deben poner el pleno disfrute de los derechos humanos en el corazón de la respuesta. La pandemia nos recuerda que hoy, como en 1948, sigue siendo urgente hacer realidad la promesa y compromiso de la igualdad en dignidad y derechos para todas las personas, sin dejar a nadie atrás.