La reflexión mata la experiencia primitiva. Esta idea de Husserl viene de nuevo a mi mente y no se marcha. Por otro lado, esa reflexión es la que nos convierte en seres humanos cuya conciencia y lenguaje nos permite hacer elecciones acerca del bien o del mal que nos afectan y nos permite juzgar a los delincuentes de toda clase. Es el arte el que ha intentado recrear o invocar la experiencia primitiva que, por lo demás, en lo social se halla representada por los criminales, depredadores financieros, inmobiliarios y de toda clase, animales salvajes y lacras sociales que hacen de nuestros días un dilema constante. Hay un concepto, creo de Karl Jaspers, que nos previene de la responsabilidad anónima. Lo comprobamos a diario con los bancos, las corporaciones comerciales y el desarrollo tecnológico. No sabemos con quién tratar, llamadas por teléfono, aplicaciones, burocracia virtual y nadie sabe a quién reclamarle o echarle en cara su miseria moral y reclamar justicia.

La responsabilidad anónima es una enfermedad mortal (olvídense de pandemias y demás) puesto que elimina la conversación que se da por medio de un lenguaje común, nos despoja de inteligencia humana y nos impide asumir nuestra responsabilidad socialmente. El concepto de inteligencia proviene del latín y en sus orígenes poseía una clara relación con la idea de humanidad. Toma en cuenta y comprende el entorno en el que vivimos, lo singulares que somos y sobre todo nos prepara para asumir los conceptos de justicia que nos convienen. La inteligencia artificial es sólo un instrumento no una visión del mundo. Además de que si es inteligencia no puede ser artificial a no ser que juguemos con el lenguaje, a lo cual yo no me opongo. Pero sí me opongo al crimen. La inteligencia artificial, por ejemplo, no se sorprende de las cantidades colosales de dinero que los bancos obtienen a partir de cobrar servicios y no fomentar el ahorro valiéndose de los ridículos o nulos intereses que ofrecen a sus presas cautivas. Es el mayor asalto del que yo he sido testigo durante mi larga vida. Y se sostienen en la responsabilidad anónima, ya que, como en las bolsas de valores, hacen negocios transmutando a las personas en cifras y utilizando el conocimiento que tienen de un mercado

que nos describen tal como los griegos describían a sus dioses: temperamental. Sin embargo, lo que hacen es poner en juego la estabilidad de las personas, su futuro, su capacidad de decidir su ruina o prosperidad. En alguno de sus libros H-G Gadamer dice a los jóvenes que se abstengan de esperar un mejor futuro y que intenten recuperar su responsabilidad, su capacidad de reflexión y la conciencia de vivir en un mundo compartido. Hoy sabemos que incluso eso es en verdad imposible ya que nos entregamos el juicio político y moral lapidario, el rencor acumulado, la idiotez mediática y el dominio de una elemental e interesada “inteligencia artificial” sobre nuestras decisiones. Los gobiernos, en su mayoría constituidos por profesionales de la mala retórica, farsantes y ladrones representan un lastre inmenso. Frente a ellos se está cometiendo el mayor abuso que una entidad puede cometer en un individuo: el secuestro de su responsabilidad y de su capacidad de reflexión. La lectura continúa siendo una vieja herramienta para echar a andar nuestra rebeldía reflexiva ante las injusticias. La democracia es un juego ya muy trillado cuando se lleva a cabo a partir solamente de los partidos, campañas, acusaciones, votos, etcétera ¿no se cansan de esta rutina? La democracia es el único concepto que tiene su sustancia y sentido en la acción que transforma la realidad común para dotarla de bienestar. No se comprende a través del voto, sino de la responsabilidad humana. Les ofrezco un ejemplo, veo a un empresario cuyo negocio se forjó a partir de la compra de una televisora rematada por el Estado (y que en mi opinión tal negocio del entretenimiento ha deteriorado la capacidad de reflexión pública) solazarse sin culpa alguna en las pantallas y medios como una vedette senil mientras que, por otra parte, soy testigo de que un proyecto de transmisión de cultura, como el denominado La Chula —una camioneta que se detiene en la Feria del Libro del Zócalo a ofrecer y regalar libros y gráfica que procuran el progreso moral de las personas a partir del arte y la cultura— es expulsada de la calle por ausencia de un diálogo común o a causa de decisiones arbitrarias. ¿No es la reflexión y conversación un instrumento para la libertad? Quienes llevan a cabo el protocolo del gobierno deben remediar estas escaramuzas frívolas Esperamos que no sean un ejemplo de la responsabilidad anónima. Recuerden que el enemigo está en otra parte.

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