Llega la muerte y entonces comienza la risa; tanto esfuerzo para construir un nido, hacerse de un nombre, tratar de ser querido; tantos helados de limón y botellas de vino, viajes encaminados a conocer el mundo y amores crueles y pasajeros; tantos amigos bobalicones unos, avispados otros, fraternos los más; tanto sufrir para que la familia no se convierta en un ancla y sí en un estímulo. Y entonces la muerte y su manotazo febril se lleva todo a quién sabe dónde. Se respira demasiado. El único testamento posible, mi último deseo antes de transformarse en huesos aun adoloridos, sería no dejar ningún rastro posible de mi presencia en el mundo; que mis libros y los efectos que han causado se evaporaren. No ser recordado, ni citado. Que mi muerte no alegre a nadie, ni la entristezca. ¿Te acuerdas, Roxana, que fuiste mi primer amor en la primaria? ¿Recuerdas Carmen que en quinto año de primaria nos besábamos en el cobertizo del carpintero? Pues nada de ello quedará y en mi supuesto testamento, el cual de ninguna manera escribiré, exigiría el único privilegio al que un ser humano de mi catadura puede aspirar: no ser mentado. Y quien lo haga que muera al instante de hacerlo, como castigo fundamental.

“Desesperado en medio de la vida enrevesada, he pensado en lo que decía Rimbaud en Iluminaciones: ‘Sólo yo poseo la clave de esta parada salvaje’. De tenerla mi clave quizá sería haber dejado atrás los años de la edad genuina, los tiempos en los que en algún momento todos sintonizamos con Rimbaud, con su rebeldía, con las tormentas eléctricas de su mente.” (Marienbad eléctrico, de Enrique Vila-Matas ). Cuando repasé las anteriores líneas de tan estimados escritores para mí, no pude dejar de sentir un rumor de coraje y melancolía. ¿De dónde ha provenido mi rabia; mi cólera razonada e inútil; ¿cuándo se habrán marchado o se marcharán? El ánimo destructivo, que no es otra cosa, sino desesperación que toma cuerpo y nombre. ¿A qué su presencia? ¿Ya ves, Carmen, que aquellos besos no valieron más que un helado de limón, y que juntos, limón y besos, se los llevará el olvido trascendental?

Truman Capote

deseaba ser parte de una historia futura e incluso sopesaba o medía a los escritores a partir de la posibilidad que tenían para ser recordados. Se debe sufrir profundamente cuando se cree que el futuro pondrá a cada uno en su lugar, pues uno no debe buscar casa en el presente, sino también en el más allá. Doblemente carajo. Semanas atrás cierta organización política me buscó para proponerme una candidatura política. Fui tan cortés como pude y argüí que yo no era el indicado para contender en esos avatares, pues soy antipático y no sabría cómo hacer el bien a las masas actuales. Añadí que lo pensaría, ya que se notaban bastante entusiasmados, jóvenes al fin; pero la respuesta soy yo mismo, tal cosa significa que soy un testamento bípedo, el cual no requiere ni siquiera escribirse o presentarse ante un notario.

Días atrás el señor presidente de esta nación atribulada y secuestrada por crápulas de toda clase, tuvo un percance médico y comentó que legaría un testamento político. Tal intención me puso a pensar que no se lega o hereda nada de lo que no se hace todos los días. Y pensé que si yo debiera relatar un testamento público no gastaría ni una cuartilla. Hablaría de Carmela , el helado de limón y la imposibilidad absoluta de llevar a las personas por un buen camino, ya que lo desconozco. En todo caso las invitaría a construirlo conmigo y una vez bosquejado, correría hacia alguna vereda para así quedarme solo otra vez. Recomendaría a mis simpatizantes que cuidaran de sus instituciones para tener al menos puntos cardinales que les eviten chocar de frente contra un muro. Les sugeriría que se rodearan de personas que tuvieran la capacidad de preguntar, de informarse y que no se metieran a la cocina a robar cervezas ni huevos. Les diría que desconfiaran de aquellos que confían a ciegas y, finalmente, les pediría que pensaran en su estatura minúscula y en su debilidad, en su miseria y en la brevedad de la vida. Por supuesto que nadie me haría mayor caso y me exigirían un testamento serio y que les mostrara el camino. Imposible, imposible…

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